No dejemos hundir el barco de nuestro comercio

Lamentablemente, las previsiones sobre la pandemia con el fin del verano se han cumplido. Sin que septiembre se hubiera despedido, ante el elevado número de infectados, Madrid ha empezado a adoptar las primeras medidas para evitar sus efectos, no exentas de controversia ni de choques políticos entre administraciones, grupos políticos y distintos movimientos y asociaciones vecinales. Unas medidas que de momento lo que realmente sabemos es que no van a ser estáticas, es decir, que irán fluctuando en función de los resultados que nos aporten o de las  interpretaciones que se hagan de estos. Es evidente que nunca –la llamada Gripe Española queda muy lejos para el lector- nuestro mundo moderno se había enfrentado a una situación de este tipo y que tenemos que acostumbrarnos a vivir sobre un panorama de indecisión y rectificación. Nadie, al día de hoy, ni la política ni la ciencia, sabe realmente qué es lo que hay que hacer.

COMERCIOY esta incertidumbre se complica aún más porque a la ignorancia de lo concreto se suma el conocimiento de lo genérico, por extraño que esto suene. Sí, para salir de esta no sabemos muy bien si hay que confinar unos sitios u otros, limitar el horario de estos establecimientos en lugar de aquellos… Pero, tal vez por desgracia, sabemos en cambio que la actuación genérica no tiene un único rumbo, sino dos: la salud y la economía, y que para llegar a puerto hay que navegar por aguas dispares, entre ellas recelosas, que nos van a hace muy difícil la travesía.

Llegados a este punto de la batalla, para intentar ganar, o cuanto menos empatar, hay que tener las cosas claras. Y claro es, si hablamos de economía, que es lo mismo que hablar de salud, porque sin una no viene la otra, que el pequeño comercio, el patito feo de nuestro entramado empresarial durante las últimas décadas, es un elemento esencial para conseguir el objetivo, “un eje esencial de la economía sostenible”, como cuenta en estas mismas páginas José Rubio, director de esta publicación y presidente de las asociaciones ACU y ACEH.

Genera empleo, potencia la microeconomía, bienestar en el cliente, confianza entre el empresario y el empleado. E introduce el factor humano, algo tan olvidado en estos tiempos, en todas esas relaciones. Por ello, el más pequeño en tamaño, sí, pero no en eficacia, no pude ser el gran olvidado de esta crisis. Estamos hablando de una actividad que genera el 7% del PIB de la región y que da trabajo a unas 275.000 personas. Son razones y datos más que elocuentes para entender que nuestro pequeño comercio tiene que ser receptor de una parte importante de las ayudas. No por egoísmo, sino porque las va a saber hacer crecer y repartir. Y porque si este barquito se hunde, la economía se verá sustancialmente afectada. Y por, ende, nuestra salud, también.