Las Tertulias de La Gradona: “El derecho a la privacidad e intimidad”
En esta edición, Página del Distrito se ha centrado en analizar el derecho a la privacidad e intimidad, un tema cada vez más relevante en nuestra sociedad digital. Para reflexionar sobre los desafíos que implica proteger nuestra vida privada en un mundo interconectado, hemos contado con la valiosa colaboración de Antonio Raimundez, letrado Administración de Justicia; Salomé Blanco, directora IES Francisco de Quevedo; Marta González, jefa de estudios IES Las Musas; y Jonathan Arroyo, dtor. Asociación Círvite-Plena Inclusión
¿Cuáles son los derechos fundamentales relacionados con la privacidad e intimidad?
Antonio Raimundez (A.R.): Son aquellos que protegen la esfera más personal de cada individuo, y que están recogidos en el Artículo 18 de la Constitución Española. Estos derechos, garantizan que cada persona pueda controlar su información, sus espacios y sus relaciones, preservando así su dignidad y libertad frente al poder público.
Salomé Blanco (S.B.): Somos nosotros quienes debemos ser los custodios de nuestros propios derechos a la privacidad e intimidad. Todo empieza con algo tan cotidiano como comprar un teléfono móvil, porque en ese momento comenzamos a ceder datos personales, ubicaciones y hábitos a distintas empresas y plataformas digitales. Proteger nuestra intimidad hoy significa ser conscientes del valor de nuestra información y ejercer un control responsable sobre ellas.
Marta González (M.G.): La Constitución reconoce nuestros derechos, pero considero que ahora mismo las leyes van por detrás. Es importantísimo educar a la sociedad, empezando por los más pequeños. Nosotros como profesores también tenemos la responsabilidad de que no se vulneren esos derechos.
Jonathan Arroyo (J.A.): Es cierto que en la Constitución queda reflejado pero en la realidad no se respeta. Como yo trabajo con personas con discapacidad muchas veces se tiende a pensar que necesitan menos privacidad, cuando en realidad es todo lo contrario. La intimidad también es una forma de dignidad, y debemos ser muy conscientes de no invadirla por querer ayudar.
Antonio Raimundez:
“El reto actual es encontrar equilibrio entre la innovación y la privacidad”
¿Cuál es la diferencia entre privacidad e intimidad?
(A.R.): La privacidad es la vida privada, es decir, todo aquello que una persona quiere que se mantenga fuera del ámbito público. Se refiere al control de la información personal de la que otras personas pueden conocer acerca de otra. La intimidad, por otro lado, es una parte más profunda de la privacidad y se refiere a cuestiones más reservadas de la vida de una persona.
(S.B.): La diferencia principal está en la ley. La diferencia entre privacidad e intimidad radica en el grado de exposición que decidimos tener. La privacidad tiene que ver con los datos personales que, si queremos, podemos hacer públicos, como ocurre cuando compartimos nuestro currículum. En cambio, la intimidad se refiere a ese espacio más profundo y reservado que nos define como personas y que normalmente no mostramos porque pertenece a nuestra esencia más humana.
(M.G.): La privacidad y la intimidad están muy relacionadas, pero no son exactamente lo mismo. La privacidad se refiere al control que una persona tiene sobre su información personal y sobre quién puede acceder a ella. Por otro lado, la intimidad abarca la esfera más profunda y personal del individuo, aquello que forma parte de su vida privada y emocional que no desea compartir con nadie.
(J.A.): Hoy en día, la privacidad es un concepto que se vuelve cada vez más relativo. Aunque en teoría tenemos derecho a decidir qué datos compartimos, en la práctica vivimos observados y analizados constantemente. Cada búsqueda en internet, cada compra o cada clic deja un rastro que las empresas utilizan para conocernos mejor que nosotros mismos. Esa supuesta privacidad se diluye en un sistema donde nuestros datos se han convertido en una moneda de cambio.
Salomé Blanco:
“La inteligencia artificial está mejorando gracias a los datos que nos roba”
¿Todas las personas, incluso las públicas, tienen el derecho de proteger su intimidad?
(A.R.): La respuesta es que sí. El hecho de ocupar un cargo relevante o ser conocido socialmente, no elimina ni limita su derecho fundamental a la intimidad y a la propia imagen, reconocido en el artículo 18.1 de la Constitución Española. Es cierto que, por su exposición, las personas públicas aceptan un mayor grado de atención sobre aspectos relacionados con su vida profesional o de interés público, pero eso no autoriza a invadir su vida personal o familiar. En definitiva, la relevancia social no anula los derechos, simplemente exigen un equilibrio entre el interés informativo y el respeto a la dignidad personal.
(S.B.): Desde luego que sí, lo importante radica en saber gestionar su privacidad. Ser una persona pública no debería implicar renunciar a la intimidad, sino aprender a delimitar los espacios entre lo que se comparte y lo que se protege. La clave está en establecer límites claros y comunicar con inteligencia lo que se desea mostrar. Vivimos en una era donde la exposición es constante, pero eso no significa que no pueda haber control. La privacidad bien gestionada no solo protege, sino que también fortalece la imagen pública.
(M.G.): Totalmente, la cosa está en saber gestionar su privacidad, aunque hoy en día no está del todo claro dónde termina lo privado y empieza lo público. Vivimos en una sociedad hiperconectada, donde los límites de la intimidad se han vuelto difusos, especialmente para las personas públicas. Por eso, más que hablar de proteger la privacidad como algo absoluto, deberíamos pensar en cómo redefinirla y adaptarla al presente.
(J.A.): Por supuesto que todo el mundo tiene derecho a la privacidad, pero no todos saben cómo ejercerlo. El problema no es solo legal, sino también educativo y cultural. En una sociedad que va con prisas, donde aceptamos términos y condiciones sin leerlos, la protección de datos se convierte en una ilusión más que en una realidad. Si además consideramos que uno de cada cuatro españoles tiene dificultades de comprensión lectora, es evidente que muchos no entienden realmente qué están cediendo o permitiendo. El derecho existe, sí, pero sin herramientas claras para ejercerlo, se queda en papel mojado.
Marta González:
“La gente que quiere tener privacidad se están quitando las redes sociales”
¿Cómo ha impactado la tecnología en la privacidad de las personas?
(A.R.): Desde luego que la tecnología ha influido en la privacidad de las personas. Sobre todo en la recopilación de datos, cuyo foco hay que ponerlo en qué se recopila, qué se usa, y con qué fin. Todo esto entra en conflicto con lo que nosotros consentimos cuando aceptamos una acción en línea. El reto actual es encontrar equilibrio entre la innovación y la privacidad.
(S.B.): La tecnología ha transformado radicalmente nuestra relación con la privacidad, y no siempre para bien. Hoy, gran parte de nuestra información personal circula sin que seamos plenamente conscientes de ello. Lo paradójico es que, mientras hablamos de proteger datos, permitimos que aplicaciones, plataformas y dispositivos recojan constantemente información sobre nosotros. La inteligencia artificial, por ejemplo, está mejorando gracias a los datos que nos roba, o al menos que obtiene sin un consentimiento claro ni informado.
(M.G.): Ese supuesto equilibrio entre innovación y privacidad, siendo honestos, no existe, ni creo que llegue a existir. La inteligencia artificial y la tecnología nos ofrecen tantas facilidades que, aunque nos quejemos, terminamos dejándonos llevar sin pensar en las consecuencias. Queremos privacidad, sí, pero también queremos que nos resuelvan la vida en segundos. Y eso tiene un precio, nuestros datos. La gente que quiere tener privacidad se está borrando de las redes sociales.
(J.A.): Hace años solo existía la privacidad física. Ahora ya no existen esos límites, se han difuminado. El problema de ahora es que no conoces esos límites, ya no sabemos bien dónde termina lo privado y dónde empieza lo público. Además, también hay que tener en cuenta la inclusión y la necesidad de estar actualizado digitalmente. Es muy difícil salirse de la dinámica, porque el sistema actual obliga a estar dentro de la esfera de la inmediatez.
¿Quién debe proteger actualmente la privacidad personal, el propio interesado u otras alternativas?
(A.R.): Cualquier responsabilidad corresponde a la persona, pero todo ello tiene que estar respaldado por una cuestión legal. Toda persona es libre de hacer con su vida privada lo que quiera, pero no que se utilice para cuestiones mediáticas sin consentimiento previo. Toda acción que no respete ese derecho se considera violación y debe de ser denunciado públicamente.
(S.B.): La protección de la privacidad personal debería ser una responsabilidad compartida, pero lo cierto es que, antes de repartir esa carga, habría que delimitar mucho mejor qué se considera ilegal. Hoy en día, los marcos legales van por detrás de la realidad digital. No está claro cuándo se vulnera el derecho a la intimidad, ni qué consecuencias reales tiene. En ese vacío, se le exige al ciudadano que se proteja por sí mismo, pero sin las herramientas ni el conocimiento necesarios.
(M.G.): Estamos en un estado de derecho por lo que la ley debe proteger al ciudadano, pero que también el ciudadano debe ser consecuente con lo que hace y ser precavido a la hora de qué acepta, con la información que comparte y con los servicios que utiliza. En un mundo tan cambiante no podemos dejar nuestro derecho en manos de la legislación que no está actualizada al contexto digital.
(J.A.): La responsabilidad final recae sobre el individuo, que debe actuar con criterio, informarse y ser consciente de lo que acepta y comparte. Pero esta responsabilidad no puede ejercerse sin educación. Es fundamental enseñar desde edades tempranas cuáles son nuestros derechos digitales, cómo protegerlos y, sobre todo, cómo no tropezar en un entorno diseñado para que entreguemos nuestros datos sin pensarlo dos veces. Sin educación digital, no hay verdadera libertad de elección.
Jonathan Arroyo:
“La inclusión digital genera una disipación de los límites de la privacidad”
¿Se enseña en la escuela a protegernos?
(A.R.): En mis tiempos no se enseñaba nada sobre protección de datos o privacidad digital, pero tampoco hacía falta porque no había un acceso libre a internet. En general, tenías más consciencia de lo que aceptabas o compartías. Hoy, en cambio, los niños crecen rodeados de pantallas, redes sociales y dispositivos inteligentes desde edades muy tempranas, y muchas veces interactúan con ellos sin saber realmente los riesgos que eso implica.
(S.B.): En los institutos hay mucha información sobre cómo protegerse en internet. Es un paso importante, porque los adolescentes ya están muy expuestos en internet y necesitan herramientas para moverse con sentido crítico. Aun así, sigue siendo insuficiente si no se acompaña de un enfoque más transversal y actualizado, que conecte con su realidad cotidiana. Enseñar a protegerse digitalmente no puede ser algo puntual, tiene que formar parte de su educación básica, como lo son las matemáticas o la lengua.
(M.G.): Sí, en los institutos se empieza a enseñar a los alumnos a protegerse en el entorno digital, pero no debería ser solo responsabilidad del centro educativo. Las familias también deben implicarse activamente, porque la mayoría de los menores acceden a internet sin supervisión ni orientación. Los padres y madres deben ser los primeros interesados en que sus hijos comprendan los riesgos y aprendan a usar la tecnología con responsabilidad.
(J.A.): Enseñar mucho no es sinónimo de que se esté aprendiendo de verdad. A veces se abordan estos temas de forma superficial o desconectada de la realidad de los estudiantes, y ahí es cuando hay que preguntarse si realmente están interiorizando algo útil. Hace falta implicar a los alumnos, conectar con sus experiencias reales y enseñarles a pensar críticamente sobre su propia exposición en internet. Si no se logra eso, el mensaje se pierde por muy bien estructurado que esté el contenido.
¿Consideran que las libertades que nos da el móvil hacen que compartamos más datos privados?
(A.R.): Sí, en gran medida las libertades que ofrece el móvil nos llevan a compartir más datos privados. La inmediatez y la facilidad de comunicación hacen que muchas veces no seamos conscientes de la cantidad de información personal que exponemos. Redes sociales, aplicaciones y servicios digitales nos invitan constantemente a mostrar aspectos de nuestra vida, y aunque lo hacemos voluntariamente, muchas veces sin pensar en las consecuencias, eso implica una cesión de privacidad cada vez mayor.
(S.B.): El uso del móvil y los mensajes ha cambiado la forma en que compartimos información personal. Al no tener a la otra persona delante, perdemos parte del contexto emocional y social que nos haría medir mejor lo que decimos. Esa distancia puede hacer que seamos más abiertos o impulsivos al compartir cosas privadas, sin pensar cómo pueden interpretarlas los demás o qué consecuencias puede tener después.
(M.G.): Las redes sociales son una gran herramienta para comunicarse y mantenerse conectado con otras personas, pero también implican ciertos riesgos. Al compartir fotos, opiniones o información personal, a veces sin darnos cuenta, exponemos datos que pueden llegar a desconocidos. Lo que empieza como una forma positiva de relacionarse puede volverse un problema si no controlamos bien qué compartimos y con quién.
(J.A.): El móvil nos da mucha libertad para comunicarnos, pero también nos hace más vulnerables. Al no tener a la otra persona delante, es fácil confiar demasiado y compartir datos o información privada sin pensar en quién está realmente al otro lado. Esa distancia digital puede hacernos bajar la guardia y olvidar que, aunque parezca una conversación cercana, sigue ocurriendo en un espacio público o poco seguro.
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