Se publica la segunda edición de Canillejas, imágenes de un pueblo
Hace cuatro años y medio el periodista Leo del Val publicó con la editorial Temporae, dedicada a libros antiguos de Madrid, una recopilación de imágenes de lo que fue el pueblo de Canillejas y hoy barrio integrado en la capital. La primera edición se agotó en pocos meses y ahora con esta segunda de 2019 incorpora 70 nuevos archivos que completan una estupenda colección en un pequeño libro coleccionable de Barrios de Madrid con 200 páginas en blanco y negro, con sabor antiguo.
Tras una breve introducción o paseo por la historia de la Villa de Canillejas (desde 1627) bajo el reinado de Felipe IV, el Rey pasmado, la aldea pasó de ser una aldea a contar con Ayuntamiento propio hasta el año 1949 en el que se anexiona a Madrid por decreto y pierde su identidad.
Tras un periplo de 63 años Canillejas recupera en parte sus derechos históricos incorporando el topónimo al nombre del distrito San Blas-Canillejas en 2012 con el gobierno popular de Ana Botella y refrendado por todos los grupos políticos.
“La condición de Villa o casa de recreo aislada en el campo está muy ligada a las dos fincas de recreo integradas en su término municipal: la quinta de Canillejas o Torre Arias y La Piovera, además de la cercana de El Capricho, en la Alameda de Osuna. Ese carácter ha marcado a Canillejas durante siglos con un pequeño entramado urbano casi despoblado ubicado en un cruce de caminos que ha ido forjando la idiosincrasia de los canillejeros, casi siempre dedicados a las faenas de la agricultura, las huertas o las viñas, donde se cultivaba un moscatel reconocido”, comienza diciendo Leo del Val.
La Villa de Canillejas no corrió la misma suerte que la Villa de Vallecas, Barajas, Hortaleza o Vicálvaro, por ejemplo, y en los años del desarrollismo perdió su identidad para incorporarse primero a Ventas y después al Gran San Blas, un barrio nuevo inventado por el franquismo obviando los seis siglos de historia de Canillejas.
La recuperación del blasón, el topónimo oficial o la Plaza de la Villa de Canillejas son tres ejemplos recientes de que el antiguo pueblo no quiere perder su historia. “Sin duda son tres hitos importantes, el blasón lo recuperamos de un matasellos deteriorado antiguo de la primera década del siglo pasado que nos facilitó Andrés Cabrera, recientemente fallecido; la inclusión del topónimo ha costado 63 años de reivindicaciones de los vecinos y de luchas con los partidos políticos que no entendían ni conocían la historia, y la Plaza de la Villa es un reconocimiento municipal más adecuado que el antiguo nombre de Mora de Rubielos”, explica Leo del Val, autor del libro.
En defensa de los derechos históricos de la Villa
El periodista local argumenta que el barrio no se caracteriza por la protesta, ni es especialmente reivindicativo. “Cuando el ayuntamiento de Canillejas entregó las llaves a las autoridades de la capital en 1949 nadie protestó, la población era pequeña y después la avalancha de vecinos llegados de todas las provincias dispersó la reivindicación, la prioridad era buscar un puesto de trabajo y escolarizar a los hijos, la historia no interesaba. Después lo social siguió siendo lo más importante y mientras, las equipaciones deportivas, sanitarias o culturales brillaban por su ausencia. El párroco se encargaba de colocar a la gente en Iberia o Pegaso, las dos factorías industriales más cercanas de la época franquista”, explica Del Val, hijo y nieto de canillejeros.
Con esta segunda edición de Canillejas, imágenes de un pueblo el autor tiene claro que hay que seguir luchando por defender los derechos históricos de la Villa. “La displicencia municipal con Canillejas es histórica, nos han reducido el término municipal a mínimos y todo se agrupa en un pequeño entorno urbano de 10 kilómetros cuadrados para 30.000 vecinos. El actual barrio carece de instalaciones deportivas, por ejemplo, y el estadio Wanda Metropolitano lo han sacado del término adjudicándolo al barrio de Las Rosas; tampoco tenemos IES y el Centro Cultural nació pequeño, no se pueden representar grandes funciones o conciertos porque no tiene dimensiones. Cuando vemos las reivindicaciones de los nuevos barrios del distrito nos da cierta envidia, pero aquí la población se ha hecho mayor y ya no está para la protesta”, argumenta.
Fotos muy relevantes y antiguas que dan carácter
Pero el autor quiere dejar claro que el libro no trata de reivindicar nada, tan solo agrupar el mayor número de imágenes posibles otorgando un hilo conductor de la historia del pueblo. “En esta segunda edición hemos conseguido fotos muy relevantes y antiguas que dan carácter al libro. Por ejemplo, la serie de las escuelas públicas de principio del pasado siglo e incluso algunos posados de vecinos de finales del siglo XIX que dan gran valor a la edición. También destaco las faenas agrarias que hasta la década de los 50 ocupaban la vida de este pueblo castellano donde se cultivaba trigo y cebada”, subraya Leo.
Las escenas de partidos de fútbol, procesiones de las dos vírgenes patronas con La Blanca y Santa Lucía, comuniones, barrios en construcción sin asfaltar y escenas familiares ocupan las nuevas páginas del libro. “Hay algunos archivos en los que merece la pena detenerse para ver la transformación de nuestro pueblo en barrio de la gran ciudad. Se nos habían olvidado las inundaciones o las calles en tierra y solo ha pasado medio siglo, apenas nada en la historia de una Villa que se inició en la Edad Media”, apunta el autor, pendiente de un par de presentaciones en el distrito.
“Quiero dejar claro que sin la aportación de las fotos de nuestros vecinos el libro no podría crecer, ellos son los auténticos protagonistas y animo a seguir recopilando, que nadie tire a la basura una solo foto porque puede tener un valor incalculable, un legado para las futuras generaciones”,
finaliza Leo del Val, autor de Canillejas, imágenes de un pueblo.
Puntos de venta:
Libros de Arena. Calle Capri, 15. Las Rosas
Temporae, libros de fotografía antigua. Calle Mayor, 80.
Boltania, moda y complementos. Calle Boltaña, 90. Canillejas.
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