Navidad, buenos propósitos, familia y turrón

No nos habíamos repuesto todavía de Halloween, y aún con la resaca del Black Friday (mucho menos aparatoso que otros años, eso sí) y resulta que ya tenemos aquí la Navidad cargada de comidas con amigos, cenas en familia, regalos, juguetes y turrón.

Y anuncios, muchos anuncios. Y arranco desde aquí, porque tengo que decirlo ya: no me acabo de creer el anuncio de turrón Suchard. No puedo, hay algo que no me cuadra. Con la importancia que tiene la familia en este país, y dentro de ella la figura de la madre -especialmente las que pertenecen a la generación que intuimos en el spot en cuestión- en la organización logística y emocional del ámbito doméstico, no me cuadra, por ejemplo, que los que lloremos en el anuncio de marras seamos los espectadores, y no los protagonistas del mismo. Se lo voy a destripar, si no lo han visto: son las primeras fiestas navideñas de una familia sin la madre-abuela, y los miembros de la misma deciden y se esfuerzan en reproducir exactamente todo: la receta que ella hacía para la cena, los adornos con los que engalanaba la casa, los dulces y, en último término, el turrón, del que se acuerda el nieto y que es el personaje sobre el que se focaliza el momento más emotivo (era el que le gustaba a la abuela).

bus navidad

Vaya por delante que me parece valiente, incluso necesario, introducir en la publicidad el tema de la ausencia y la muerte como parte de la vida, en este caso de la vida de los que se quedan.

Entiendo lo que de homenaje a la fallecida tiene toda la puesta en escena que los miembros de la familia -obligados ahora a trabajar en equipo y repartirse lo que antes hacía ella sola-  esforzadamente despliegan, pensando especialmente en el padre viudo pero también en ellos mismos, que han quedado huérfanos. Pero ya nos los enseñó Jorge Luis Borges en su genial cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”: una copia no es una copia, aunque sea exactamente igual a un original, es otra cosa distinta. Es más, debe ser otra cosa distinta porque se produce en otro tiempo y en otras circunstancias. Así que incluso en el hipotético caso de que los personajes consigan reproducir exactamente la cena -spoiler: la receta sale un poco regular-, ella ya no está. Así que no, no es lo mismo. No es que carezca de sentido celebrar la Nochebuena sin la madre, como afirma el padre al principio de este moderno cuento de navidad suchardiano, no es eso, no. Es que lo que vivieron no se puede volver a vivir, sencillamente. Es más, quizá sea incluso contraproducente pretender revivirlo, y no digamos en la primera navidad sin el ser querido en la mesa.

No es que yo piense, desde luego, que es mejor hundirse en la tristeza o que hay que vivir de luto por un ser querido durante el resto de la vida de uno. Es que me imagino, sencillamente, que en una familia aparentemente funcional -esto es, en la que los miembros parecen quererse sinceramente-, como es la del anuncio, el primer año sin un ser querido debe de ser un poco más horrible de lo que aparece en las imágenes. Tendrán que llorar en algún momento, digo yo.

No soy psicóloga, pero me gustaría serlo para poder analizar con más fundamento, y seguramente justicia, el mensaje del anuncio. A mi me gusta pensar que es más importante haber conocido a una persona -y todo lo que te aportó y le aportaste- que el hecho de perderla. Esto es, que hay que celebrar efectivamente la vida que vivimos con ese ser querido (padre, madre, hermano, hermana, pareja, amigo, etc), en vez de hundirnos con su pérdida. Pero no sé, se me hace bola. Y me cuesta pensar, sociológicamente hablando, en esa familia así, tan entera, sin derrumbarse ni un poquito durante los preparativos y en la propia cena.

En este país la familia es una institución con un rol y peso doble. De uno de ellos debería ser liberada, concretamente del de ser el colchón ó sostén económico de los miembros estructural o circunstancialmente vulnerables para los que no existe colchón (o ayuda) institucional; del otro, del de ser un lugar o refugio donde encontrar afecto y expresar emociones, es del que estoy hablando ahora. Y ese no me parece mal, de hecho me parece muy bien y bastante lógico. Otro día, no obstante, podemos hablar también de que el tipo de familia del anuncio no es el único tipo de familia posible. No me refiero solamente a su composición, que también, sino justamente al tema de los afectos y las emociones. Mi familia bien, gracias. Pero es sorprendente (o no) la cantidad de conflictos familiares que circulan cada año, y van circular este también, por las mesas familiares en estas fechas tan entrañables. Mucho ánimo a todos, y felices fiestas.

M.L.C. Socióloga