Las Tertulias de La Gradona: El asociacionismo en San Blas-Canillejas

El asociacionismo ha sido esencial en la transformación del distrito. Desde las décadas de los 60 y 70, en plena alegalidad, hasta la actualidad ha trabajado para solucionar los problemas que en distintas épocas se iban sucediendo: inexistencia de asfaltado, droga, desigualdad…  Agustina Serrano, presidenta de la Plataforma Vecinal Simancas; Miguel Ángel García, presidente de Polígono H; José Luis Mesa, presidente de la Asociación Amistad Canillejas; y Paloma López, vicepresidenta de la Asociación de Autónomos, Comerciantes, Emprendedores y Hosteleros nos relatan el ayer y el hoy de este movimiento.

 

Miguel Ángel García:
«La policía nos reprimía: nos retenían y nos metían en la cárcel una semana, nos multaban»

En primer lugar, vamos a retrotraernos en la historia y hablar del inicio de las asociaciones en el distrito.

Miguel Ángel García (M. Á. G.): Yo nací donde ahora se encuentra el polideportivo de San Blas. Esa zona era todo campo. Poco a poco se fueron construyendo las parcelas del Gran San Blas. El asociacionismo en la década de los 60 y parte de los 70 estaba constituido básicamente  por asociaciones de familias. Era un momento en el que prácticamente tenías que pedir permiso para todo. Generalmente estábamos ubicados en las iglesias. No había casi nada urbanizado. Las asociaciones son un elemento clave para encauzar todos los problemas vecinales. Tuvieron que acometer problemas como la limpieza de los barrios, mantenimiento de los jardines, apenas había colegios… En algunos sitios había pozos para el suministro del agua, grietas en edificios… Utilizábamos un sistema reivindicativo en plena calle. Y la policía nos reprimía: nos retenían y nos metían en la cárcel una semana, nos multaban… Pero tras mucha lucha logramos, por ejemplo, la remodelación del Polígono H.

José Luis Mesa:
«Lo primero que hicimos fue un proyecto para educar a personas adultas»

¿Se crearon entonces las asociaciones en las iglesias?

José Luis Mesa (J. L. M.): Siempre ha ocurrido eso desde el punto de vista de la liberación de la gente. Yo pertenezco a una comunidad cristiana de base, la teología de la liberación. Empecé a trabajar con un grupo de jóvenes en la parroquia de La Blanca, en Canillejas. Lo primero que hicimos fue un proyecto para educar a personas adultas. Durante 25 años contábamos con unos 200 alumnos por curso, de los que un 90% eran mujeres. En sí mismo era un proyecto para que la mujer se pudiera emancipar a través de la cultura. Gracias a ello muchos se sacaron el graduado escolar, entre ellos guardias civiles que tenían que obtener este título para poder continuar en el cuerpo. Era una forma, coordinada por los vecinos, de dar cultura a la gente. Empezamos a trabajar de una manera extraoficial en el 71, hasta que en 1976 nos legalizamos oficialmente.

¿Cómo se vive el momento en el que empiezan a legalizarse las asociaciones?

J. L. M.: Con mucha esperanza, porque era un movimiento que ya existía. Las calles estaban llenas de barro, había viviendas marginales, no contábamos con ambulatorios…
Llegan las décadas de los 80 y los 90 y surge el problema de la droga.
Durante esos años la droga fue la lacra del distrito. Estamos  hablando de una población que debido a la falta de trabajo, de educación y de cultura fue caldo de cultivo para caer en esto. Daba miedo pasar por la calle Lucano porque todos los días había tiros. Había mafias y hasta incluso parte de la policía metida en ello. El cometido de la asociación vecinal era eliminar ese peligro, sobre todo para los jóvenes.
M. Á. G.: En aquellos tiempos estaba desapareciendo una generación entera por culpa de la heroína. Es un producto muy adictivo (Miguel Ángel es químico). Cuando está muy pura tiene que estar muy controlada porque se corre el riesgo de que se pueda producir una sobredosis. Había una gran sobrepoblación infantil, la familia que menos, tenía seis hijos, y no había suficientes centros públicos para estudiar. Además, a los catorce años los padres los ponían a trabajar. Claro, contaban con algún dinerillo y cambiaron la peonza por la droga. Eso llevó a la delincuencia. En la década de los 70 el deporte, y sobre todo el fútbol, fue esencial para ayudar a la gente (también fue presidente del Destino, un histórico club de fútbol de categoría Regional, ahora lo es del Polígono H). Llegamos a tener hasta 16 campos de fútbol en el distrito, posteriormente sustituidos por campos de fútbol 7. La llegada de la democracia trajo consigo una eclosión de libertad, un mundo que no conocíamos.
Agustina Serrano (A. S.): También fue importante en esa época la educación. Me gustaría destacar lo que fue la Compensatoria, un trabajo canalizado a través de talleres orientado hacia la formación profesional. Había que hacer algo, dirigir al pueblo. El distrito de San Blas-Canillejas pedía a gritos, principalmente a través de las madres y las abuelas, que se creara un centro para ayudar a nuestros chavales. Fue el único en lograr un centro para ayudar a las personas drogodependientes.

Paloma López:
«El pequeño comercio eran unas empresas familiares. Si no tenías dinero, te lo fiaban»

En esas décadas surgió el boom del pequeño comercio.

Paloma López (P. L. ): Empezaron a crearse pequeños comercios, que funcionaban muy bien. No había centros comerciales en ese momento. Y tuvo una etapa muy buena hasta 2000, cuando empezaron a surgir las grandes superficies. Aunque hay que decir que al pequeño comercio nunca se le ha ayudado: ni ahora, ni antes. Eran unas empresas familiares que pasaban de padres a hijos y luego a nietos. El trato era distinto. Cuando no tenías dinero, te fiaban en la tienda.
J. L. M.: Era un entramado que daba trabajo a las familias del barrio y que contrataba a vecinos del barrio. Más en la hostelería, naturalmente. Había una relación de proximidad.
P. L.: Pero la llegada de las grades superficies afectó a los horarios, en ese momento todos cerraban a las ocho de la tarde, y al coste de las existencias, porque esos comercios pueden comprar mayores cantidades. Al poder vender más barato, la gente se va a las grandes superficies.

Vayamos al presente. ¿Qué papel juegan actualmente las asociaciones en el apartado educativo?

M. Á. G.: Están utilizando las infraestructuras de algunos colegios para realizar proyectos. Se están llevando a cabo a través de planes de barrio o planes europeos. Tienen una aceptación extraordinaria. Son insuficientes, claro, porque tenemos una población con una gran disparidad y cada grupo requiere un tipo de taller. Por ejemplo, el centro de mayores del Polígono H lleva a cabo cinco proyectos. En el caso del deporte tenemos a 203 niños que han participado en el proyecto de la promoción deportiva del Gran San Blas. También hemos realizado cursos de inglés, de pintura… Siempre gratuitos, con voluntarios.

Agustina Serrano:
«Siempre hemos sido conscientes de que aquí no había nada para ayudar a la mujer»

¿Y en el de igualdad?

A. S.: Nosotros participamos con la Asamblea Feminista y hemos estado en la Mesa de Igualdad de los foros locales. Han sido unos comienzos muy duros y creo que estamos como al principio. Siempre hemos sido conscientes de que aquí no había nada para ayudar a la mujer. La verdad es que sentimos por nuestra parte mucha impotencia. Un año contactamos con la asociación Candelita, experta en violencia machista, para enseñarnos cómo debíamos actuar cuando una mujer venía con este problema. Había que actuar cautelosamente para que el maltratador no se percatara. Pero en tres meses nos llegaron solo tres casos. Es muy difícil llegar, primero porque la mujer maltratada tiene que reconocer que lo está, y eso cuesta. Luego está el miedo.
J. L. M.: Querría destacar que en nuestra asociación existe desde hace 20 años el aula de la mujer, llevada por mujeres. Es muy difícil abordar el maltrato, pero se trabaja la autoestima, los sentimientos, los cuidados… Poco a poco, gracias a esta tarea, se han podido detectar maltratos. Estas mujeres han servido de colchón para la mujer afectada.
M. Á. G.: Nosotros contamos con una asesoría y pienso que la mujer ya no aguanta. Cada vez son más las denuncias que recibimos. Por eso es muy importante que las asociaciones contemos con asesoría jurídica.

Abordemos la sanidad.

J. L. M.: Casi desde el siglo pasado se vio que era fundamental que el tema de la sanidad se apoyara desde las asociaciones. Desde el distrito nos ocupamos de la atención primaria, que siempre ha tenido un déficit. Hace años denunciamos la falta de pediatras y la falta de mantenimiento de los centros de salud. Percibimos que era muy importante trabajar en unión con los propios centros y hacer un seguimiento de la problemática que tiene. Por ejemplo, en el apartado que se estaba comentando antes, conseguimos que policías expertos en violencia de género fueran a dar charlas a los centros de salud.

¿Por qué son necesarias las asociaciones?

P.L.: Porque hay que ayudar al pequeño comercio, que es muy importante, Para que se les baje los impuestos, que no abran más supermercados, que se les ayude realmente, porque algunas de las subvenciones que reciben luego las tienen que devolver, para que se incremente la limpieza.
J. L. M.: Las asociaciones siempre han sido necesarias, pero aún lo son más ante esta sociedad que nos lleva hacia el individualismo. Hay que facilitar la convivencia y la paz.
M. A: Cuando vivimos en una sociedad tan masificada, con unas instituciones tan lentas, la unión nos da soluciones más rápidas. Las asociaciones somos imprescindibles para solucionar problemas que parecen insignificantes, pero que se pueden hacer muy grandes.
A. S: Yo estoy aquí para luchar por mis barrios, ayudara a mis vecinas y a mis vecinos. Toda persona que viva en mi barrio es mi vecino y es a la que voy a ayudar. El movimiento vecinal es hacer barrio.