Mañana no comemos, por qué nos come la inflación

Cualquiera que esté leyendo esto, habrá notado que de un año y medio hacia acá el precio de la vida se nos ha ido disparando. Lo ha hecho a trompicones, con altibajos, con discontinuidades y afectándonos de manera distinta -porque no todos hacemos las mismas cosas ni de la misma manera- y desigual -porque no todos tenemos los mismos recursos, económicos y sociales, para afrontar ni la vida en sí ni su precio creciente.

Ahora sube esto, pero baja lo otro; puedo poner lavadoras como si no hubiera un mañana, pero no me puedo cambiar de piso -atención a los precios del alquiler y compra en Madrid-;  ha bajado el gasoil y puedo hacer una escapada con el coche, pero de salir a cenar por ahí más de una noche olvídate; de hecho, casi que olvídate de comprar en el supermercado las mismas cosas y con la misma frecuencia que hace un año.

frutería en San Blas

Como diría Mafalda: ¿cómo se las apañarán para evitar (casi) siempre que explotemos todos, y que lo hagamos todos a la vez? ¿Y cuánto nivel de explotación es suficiente para que las rentas medias y bajas explotemos? Ya que hablamos de inflación, ¿hablamos también de fiscalidad, de la necesidad de darle una pensada a uno de los sistemas fiscales menos progresivos de la UE como es el que tenemos en España? Es bueno que en España se esté conteniendo la inflación mejor que en otros países de la zona euro, pero es que si no se estuviera conteniendo a lo mejor ya habríamos explotado ¿no?

Son demasiados cosas, autónomas pero al mismo tiempo vinculadas, sobre las que no tenemos (quien escribe esto y supongo que quien lo lee) control, ni casi conocimiento, al menos yo.

Es curioso también que, desde mi rol de consumidora -ojo, con techo y sueldo, bajitos los dos pero que me permiten vivir mi vida, que no la de otros- mi tope actual no ha sido una hipoteca -básicamente porque no la tengo, ni creo que pueda tenerla ya nunca-, ni el precio del gasoil -cuyo mercado, misteriosamente, se ha sabido adaptar con tiempo a las últimas sanciones al petróleo ruso en febrero-, ni el coche -este sí será un tope en 2025, y a diferencia del mercado, yo no me voy a poder adaptar con tiempo-, ni el transporte en general -gracias a todos por bonificar el transporte público permitiéndonos seguir yendo a trabajar-, ni el precio de la luz -aquí sí, aquí creo que la excepción ibérica o tope al precio del gas para producir electricidad me ha repercutido positivamente en mi contrato de tarifa regulada-. Nótese, de todas formas, que muchas de las cosas que supuestamente recuperan un nivel previo a … (inserte aquí la catástrofe que corresponda: pandemia, guerra, etc), nunca vuelven a tener los precios que formaban parte de nuestra normalidad y que, por tanto, aún tenemos en la cabeza.

¿Dónde está tu límite? Es el “sondeo” que voy a lanzar a amigos/as y conocidos/as en las próximas semanas. Mi tope, en este preciso momento, no han sido las cosas de ahí arriba. Quizá porque, por desgracia, ya he empezado a normalizar y adaptarme a la subida general resultante de las idas y venidas. Mi tope es un producto de supermercado que no voy a mencionar, solamente diré que lo necesito para vivir, es decir, que no es un producto capricho. Podría ser el aceite, la mantequilla, los cereales, la leche, o las magdalenas.

comercio copia

Se fabrica y se vende en España, así que en teoría no tiene que viajar muy lejos. Es de marca blanca, así que por debajo no hay nada ya que pueda comprar para sustituirlo. Ha subido un 25% en menos de un año. Da igual lo que sea, seguro que les suena ¿verdad? Pero mi sueldo no hay subido un 25%. De hecho, incluso los economistas de corte liberal reconocen sin ambages que la subida de los salarios no es la causa, o no explica, la terrible subida de los precios.

Te preguntas si el problema son éstos, los precios, en origen (las materias primas), o son los del transporte y distribución, o el quid está en la comercialización. Al mismo tiempo casi cada día -no es así, pero es la percepción- lees que los principales bancos, empresas energéticas, constructoras e inmobiliarias, servicios -comercio, hostelería-, etc, principalmente de grandes empresas y con mención especial para los dos primeros sectores -banca y energía-, han subido descarada, obscenamente, sus márgenes de beneficio. Y no con respecto a la pandemia, sino a antes de la misma. Sonará ¿populista, demagógico…? Pero siempre son los mismos, o parecidos, y siempre en las mismas manos, o parecidas. Mejor dicho, cada vez en menos manos que, sin embargo, van abarcando más.

Parece que ante la subida de costes en origen – es verdad que la catástrofe de turno afecta, por supuesto- no se les ha ocurrido otra cosa que subir desorbitadamente los precios para, no ya mantener sino incrementar, el margen de beneficios. Y este comportamiento puede estar arrastrando a toda la economía. El problema, o los problemas, son varios. Uno de ellos es que ya no podamos vivir, y otro que nos demos cuenta. Yo me apunto a lo que han señalado algunas voces: crear un observatorio nacional de márgenes empresariales. Seguro que vamos a aprender conceptos básicos de economía.

M.L.C.
Socióloga