Un vecino trae en su furgoneta a una familia de Ucrania
La solidaridad con Ucrania también ha trascendido a San Blas-Canillejas. Juan Carlos Martínez Boto, vecino de Julián Camarillo, viajó a Varsovia con su propia furgoneta para traer a España a una familia de ucranianos.
Dio la coincidencia de que tengo un amigo ucraniano, ingeniero electromecánico, Serhiy, allí la gente está muy bien formada, que estaba muy preocupado por la situación, principalmente por su familia. Como yo tengo una furgoneta la llené de ayuda humanitaria y me fui a Varsovia, a donde se habían desplazado, a por ellos”. Juan Carlos es vecino del distrito, mecánico de profesión, que se dedica a la compra venta de coches, también colaborador de la Popular de Canillejas: “El viaje entre ida y vuelta dura seis días. Venían con un equipaje de mano porque habían cruzado la frontera a pie. Eran cuatro integrantes: los dos abuelos, uno de ellos, Volodymyr, un alto cargo militar de la URSS, ya jubilado, su mujer, Olena, dentista, de 54 años, y la hija, Viktoria. El marido se quedó allí con el perro porque a los hombres no les dejan salir”.
En el regreso a España el problema de la comunicación fue solventado principalmente gracias a Victoria, “que sabe inglés, al igual que yo, que también lo hablo un poco. Mi percepción es que eran unas personas apesadumbradas, pero muy positivas. Con mucha ilusión por que todo acabara y llegara la paz. Y con ilusión de volver”. La angustia por la guerra fue la conversación predominante: “Habían perdido sus expectativas de vida. Te desaparece todo. Victoria, por ejemplo, tiene 16 años, estaba estudiando. Todas sus amigas habían huido a otros lugares”.
Al cansancio propio de la duración del viaje se le sumó un contratiempo: “Llegados a Francia, pasada Lyon, se nos estropeó la furgoneta. Gracias al seguro, Axa, nos vinieron a recoger. Nos llevaron a Barcelona y desde allí nos trajeron a Madrid en un coche de alquiler. Al día siguiente les llevé a Murcia, que es donde están ahora”.
En España están reanudando la vida, afrontando los problemas de empezar de nuevo en otro país: “Victoria, por ejemplo, tiene el problema de que no le convalidan parte de sus estudios. El año que viene iba a entrar en la universidad y aquí el acceso se lo retrasarán dos años. Quería estudiar algo relacionado con la empresa. Pero de momento les va bien, gracias a Dios. Están todos juntos en una casa grande. Aunque con una ruptura familiar”.
El apoyo que Ucrania está recibiendo internacionalmente es una circunstancia valorada por ellos: “Se sienten muy queridos. Están muy emocionaos porque la gente se vuelca con ellos”. Otra cosa es su idea sobre la duración del conflicto: “Al principio pensaban que iba a ser cosa de poco. Poco a poco se fueron dando cuenta de que la cosa iba a ir para largo. Vivir allí, aunque estés en un sitio en el que no caigan bombas, lamina las expectativas: ¿en qué trabajas?, ¿de qué vives?, ¿a qué médico vas?, ¿con qué amigos hablas?”
Juan Carlos no duda de que llegado el caso, lo volvería a hacer, “aunque hacerlo de esta manera tiene algo de quijotada. Esto se debería hacer de una forma organizada, con autobuses, a través de asociaciones… Además, hay que buscarles una ubicación a los que llegan. Tal vez sea esto lo más difícil”.