Créetelo, tú eres tu mejor cliente

Soy ese comercio de distrito, de cualquier calle, olvidado en el tiempo!. Soy ese comercio que lucha día a día, y cada vez veo más difícil competir con los grandes centros comerciales, con el auge de la redes sociales y las tecnologías, las crisis y ahora llevo meses en los que sentí emociones tan difíciles de manejar como la incertidumbre, el miedo, la preocupación, la ansiedad anticipatoria…“Yo soy pequeño”. Ahora, después de años me planteo echar el cierre. Hay cosas con las que no sé si voy a tener la fuerza de competir: ”Yo soy pequeño”. Y el tendero de al lado ya hace días que cerró: ”Yo soy pequeño”.

Me gustaría tener todo bajo control, con seguridad y con la tranquilidad de saber. Sin embargo, no es posible. La vida suele ser previsible. He recordado una frase de Isabel Allende que me trae de nuevo a la infancia, cuando realmente yo si era pequeña: “La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido durmiendo”. Esa niña fue capaz, ante la adversidad, donde los grandes paralizaron su pierna, donde nadie daba  por hecho que podría volver a andar, de superar la dificultad. Nunca tiró la toalla. Su familia unió las fuerzas y juntos despertaron talentos que después serían las capacidades para seguir adelante y caminar. Paso a paso, con el apoyo de familia y amigos, ninguno se preguntó si estaban tomando la mejor decisión. Simplemente la tomaron mirando al frente y proyectando un futuro esperanzador.

El comercio debe creer en sus posibilidades.
El comercio debe creer en sus posibilidades.

El problema no es sentir miedo, sino cómo gestionarlo  y conocer los recursos que tengo. Todas esas emociones que se han producido por el futuro del pequeño comercio tienen que ver con nuestra capacidad para afrontar la adversidad, nuestra tolerancia a que suceda un acontecimiento negativo. Esto puede condicionar muchas áreas de nuestra vida personal y profesional y, en concreto, uno muy importante: tomar decisiones. Que pueden ser irrealizables si buscamos la certeza absoluta, la decisión perfecta. Si las evitamos no avanzaremos, permaneceremos estancados, sin darnos la oportunidad, ante todo, de aprender, explorar y poder mejorar.

Tomar decisiones y equivocarse es siempre mejor que no tomar ninguna decisión. Afrontar los conocidos ¿y si…?: ¿y si me despiden?, ¿y si no puedo pagar?, ¿y si no funcionan las ayudas?… ¿Qué esperamos para decidir? ¿Realmente creemos que todas las preguntas que nos surgen tienen contestación? ¿Creemos que hay una decisión perfecta, completa, que es aceptable para todos los aspectos del problema? Esta niña y su familia, simplemente tomaron una decisión. Buscar alternativas y seguir adelante. ¿Estás dispuesto a invertir en ti mismo? Tú eres tu mejor cliente.

Almudena Martín