“El Yiyo era muy de Madrid y muy de Canillejas”

Miguel Ángel Yáñez es uno de los periodistas más destacados en el apartado taurino. En estos momentos trabaja en Tendido 33, de Canal 33, y en Toros en el mundo, de México. Gran parte de su infancia la pasó en Canillejas, “prácticamente mi barrio”. Con su temple taurino nos analiza la figura de uno de los personajes más relumbrantes del distrito: José Cubero El Yiyo. Suyo es el capote, maestro.

Cuéntenos, como experto en toros, quién fue El Yiyo.

YiyoFue un torero, muy joven, que en su momento revolucionó el mundo del toreo. Era una época en la que había muchos toreros destacados jóvenes pertenecientes a lo que se denominó el grupo de ‘Los príncipes del toreo’, que procedían de la escuela taurina de Madrid, la de Marcial Lalanda. El que se convirtió en figura fue él, tal vez porque tenía es pellizco de más, ese poder, esa visión clara. Se convirtió en un ídolo de la afición. Era muy de Madrid pero además muy identificado con su barrio, Canillejas, donde seguía viviendo con sus padres y sus hermanos, entre ellos Juan Cubero, quien durante muchos años fue banderillero de Joselito, y Miguel Cubero, que llegó a formar parte de la cuadrilla de José Tomás. El Yiyo fue ese aire fresco nuevo para la tauromaquia. Era joven, su forma de torear era distinta, marcaba muy bien los cánones del toreo y tenía un regusto muy especial. Sobresalía, tenía eso que en su momento tuvieron un Rafael de Paula, un Curro Romero, un Cordobés, un Palomo Linares… Además, vivía para el toreo. En su casa se tiraba la mayoría de los días entre 5 y 6 horas viendo videos. Copiaba gestos de otros compañeros, pero luego les daba su impronta personal.

Al margen de un gran torero era una figura muy popular del momento.

Sí. Fue un torero de época. Marcó un momento importante dentro de la tauromaquia. Se le puede encuadrar dentro de los grandes, Manolete, El Biti…, pese al poco tiempo que estuvo como matador de toros. Fue realmente impresionante. Desde su época hasta aquí es uno de los máximos referentes del mundo del toreo. Hace poco se conmemoró el 36º aniversario de su muerte y sigue estando en la retina y en la mente de mucho gente. Se han escrito muchos libros sobre él. Es un personaje que nunca se acabará.

¿Cómo era como persona?

Muy maduro pese a su juventud. Hay que tener en cuenta que lo mató un toro con 21 años. El toreo da mucha madurez y los toreros, cuando no están peleando con la muerte, cuando no están en la plaza, disfrutan de la vida al 300%. Era un chaval joven, de su época, muy centrado en el mundo del toro, pero a la vez ocurrente, simpático, chistoso… Una persona alegre y divertida. Daba gusto estar con él.

Canillejas cuenta con las estatuas del Yiyo y de Manolete. ¿Se la puede calificar como una zona taurina?

Totalmente. Todo lo que anteriormente era la parte de la avenida de Aragón, hoy en día calle de Alcalá, siempre ha sido una zona muy taurina. La plaza de Las Ventas está muy cerca  y en su tiempo, en Arturo Soria esquina con José del Hierro, había una pequeña plaza de toros, colindante con el bar La Tienta, en el que se hacían novilladas y becerradas con los sobrantes de tienta. Y muy cerca de aquí, en Alameda de Osuna, en el parque, en el siglo XIX, hubo una de las plazas más antiguas de Madrid. En Canillejas siempre ha habido mucha afición.

¿Cómo fue su muerte?

Se produjo una tarde, en la Feria de Colmenar, en la que uno de los toros le enganchó y le partió el corazón. Cuando llegaron sus compañeros de cuadrilla a socorrerle, según palabras de su propio hermano, Juan Cubero, que estaba de banderillero, le vieron la muerte en la cara. Fue una muerte casi instantánea. Esa tarde estaba trabajando en Radio Intercontinental, en los servicios informativos, y todavía recuerdo la sensación de frustración,  de pena y de llanto que me produjo la noticia. Mi compañera de informativos, que también era muy aficionada, y yo rompimos a llorar como si se hubiera muerto alguien de nuestra familia. Era un chico joven al que todo el mundo le quería porque todo lo hacía bien.