La otra gran catástrofe

Nos pilló desprevenidos. Lo que en un principio se presentó como una especie de regalo posnavideño que iba a colorear de blanco nuestra ciudad, terminó dejando a esta asumida en un auténtico caos con calzadas y aceras intransitables, accesos a centros esenciales cortados, basura acumulada en las calles, multitud de centros comerciales cerrados o infrautilizados en sus funciones, gente sin poder salir, o entrar, de sus casas… Los días pasaban, pero los efectos de Filomena se quedaban.

Naturalmente San Blas-Canillejas no fue ajeno a las consecuencias que la tormenta avisada (también se advirtió en su momento de la gravedad del COVID y nadie reparó en ello) dejó en todos los distritos. Dejó, sí, un tiempo verbal que combina el pasado con la permanencia, porque lo que para muchos las lluvias llevaron y limpiaron para otros no va a ser así. Filomena se ha comportado como un púgil despiadado, que viendo al rival tambaleándose en el ring, débil y cansado de los golpes de esta tan larga pelea que desde marzo estamos padeciendo, le arreó otro guantazo con virulencia viéndole descuidado.

Filomena arrasa en el distrito
Filomena arrasa en el distrito

Un durísimo golpe más que se suma al COVID y a la situación económica provocada por la pandemia que no ha dañado a todos por igual. Volvemos a pasear, a circular, a poder utilizar los contenedores…, pero el pequeño comercio no puede volver igual. Ha sido otro durísimo golpe más que le ha llegado cuando más necesitaba respirar. Cuando confiaba en que 2021 iba a ejercer de muro de contención de tanta desgracia para este eje esencial de nuestra economía.

Una catástrofe, otra más, cuantificada en 1.398 millones por el alcalde, que ha llevado al Ayuntamiento a pedir que Madrid fuera declarada zona catastrófica y a que el Gobierno de la nación lo concediera.

Filomena arrasa en el distrito

Pero independientemente de que hiciera tanto tiempo que no cayera una nevada así, de que es muy difícil que una ciudad como Madrid estuviera preparada para defenderse ante ella, hay otra catástrofe que tiene que ver casi más con lo humano que con lo económico. Según la EPA, Madrid cerró 2020 con 480.000 personas paradas, el 13,5% de la población activa, con un incremento de un 3% con respecto al año anterior. Si las perspectivas, dada la acumulación de ERTES, son tan nefastas para este sector, ¿por qué no se tiró de él, con la consiguiente retribución, para paliar los efectos de la tormenta, es decir, para hacer algo tan sencillo, para lo que casi todos estamos cualificados, como coger una pala y quitar el hielo? ¿Por qué no en lugar de llamar a los vecinos a ejercer esta labor altruistamente se coordinaron todas las administraciones para dar sentido y utilidad en sus vidas a un colectivo que se siente desamparado, abandonado a su suerte en las oficinas de empleo? ¿Por qué no trasladarles ese hálito de esperanza de que llegarían otros contratiempos y ellos serían necesarios?

Esa es la otra gran catástrofe que ha desempolvado Filomena. Que vivimos en un mundo en el que los números y las estadísticas han enterrado a las personas. Mientras, los políticos a lo suyo y nosotros a lo nuestro.