La pandemia que ha hecho contener el aliento al mundo

26 de marzo 2020

El pasado 10 de marzo, Madrid tomaba la primera medida drástica para luchar contra el Coronavirus. Tras superar los 650 afectados por el COVID-19 y ante los primeros síntomas de colapso de las urgencias de varios hospitales públicos, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció un paquete de medidas que abarcaban desde la suspensión de las clases en todos los colegios y universidades de la Comunidad de Madrid durante dos semanas, hasta la  cancelación de eventos cuyo aforo superase las 1000 personas. Prácticamente al unísono, Italia bloqueaba el país al verse completamente desbordada por el Coronavirus con más de 8.000 contagios y 400 muertes. Pero, ¿cómo se ha podido llegar hasta aquí?

HospitalPara entenderlo, hay que remontarse al 31 de diciembre de 2019. Ese día, China, a través de un comunicado a la OMS, daba a conocer la noticia que hoy tiene atenazado al mundo y que ha tirado abajo la invulnerabilidad de la que nos creíamos poseedores. Un nuevo virus respiratorio altamente contagioso, de nombre técnico SARS-CoV-2, estaba haciendo estragos en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes en la provincia de Hubei, en el corazón del gigante asiático. Ese momento fue el pistoletazo de salida de la mayor crisis sanitaria del siglo XX – XXI tras la gripe española de 1918. El SARS-CoV-2, conocido popularmente como Coronavirus (por la familia de patógenos a los que pertenece) se propagó rápidamente por todo el centro del país asiático. A día de hoy aún se desconoce su procedencia, aunque se cree que  mutó de animales a humanos en un mercado de carne en Wuhan, ya que fue ahí donde se detectaron los primeros casos de una neumonía desconocida a principios de diciembre de 2019, pero no hay nada confirmado.

Pronto, cientos de vídeos con imágenes de hospitales colapsados; de cadáveres abandonados en las calles siendo ignorados por el resto de transeúntes que arreciaban el paso por  miedo al contagio; y  militares enfundados en trajes de guerra bacteriológica pulverizado desinfectante en calles desiertas empezaron a inundar los informativos de todo el mundo. Sin embargo, Occidente, como si de una película Hollywood se tratase, observaba ajeno desde una atalaya de supremacía el caos de su gran rival. China no se amilanó, y consciente de la pandemia que se avecinaba puso en marcha toda su enorme y potente maquinaria dictatorial para intentar contener el virus: desde aislar una región entera y poner en cuarentena a más de 50 millones de personas, hasta levantar desde 0 y en menos de 10 días mega hospitales con capacidad para miles de personas que pudieran desbloquear el resto de infraestructuras sanitarias absolutamente colapsadas. No fue suficiente. Y lo que en principio fue una epidemia que solo afectaba a China, pronto se convirtió en una crisis asiática con el salto del Covid-19 (nombre de la enfermedad respiratoria que causa) a Japón y Corea. Pese a ello, Occidente seguía mirando de lado el problema.

Hasta ese momento, el virus, se había dejado sentir tímidamente en Europa. Poco a poco y con cuentagotas, algunas personas que por diversos motivos habían viajado a China en las últimas semanas daban síntomas de la enfermedad a finales del mes de enero, pero nada que pudiera inquietar a Occidente. Fue a mediados del mes de febrero cuando realmente sentimos el aliento del Coronavirus en nuestra nuca. Italia con apenas un puñado de casos controlados, amanecía prácticamente de un día para otro con más de 200 de infectados, y una semana después, el 3 de marzo, eran más de 2000. En ese momento comenzó la odisea.

Hospital

Italia es uno de los cinco países más visitados del mundo y, por ende, los casos de turistas que habían visitado el país en las últimas semanas de febrero comenzaron a reproducirse con rapidez por toda Europa, con Alemania y Francia a la cabeza. Y España no fue menos. A comienzos de marzo contábamos con apenas una veintena de casos controlados que rápidamente iban multiplicándose. Fue en ese momento cuando el ciudadano medio empezó a interesarse por el COVID-19: por su periodo de incubación, por su tasa de contagio tres veces más potente que la de la gripe común, por el imprescindible lavado de manos para combatirlo, etc. Día a día los casos en nuestro país iban multiplicándose y fueron apareciendo las primeras muertes. Las ruedas de prensa del director de Alertas y Emergencias Sanitarias españolas, Fernando Simón, llamando a la calma se hicieron diarias.

Cuando se superaron los primeros 300 casos y se veía que España podía repetir los errores de Italia (que en ese momento había aislado a 15 millones de personas en la región de Lombardía), sonaron las primeras voces discordantes con la actitud pasiva del Gobierno; voces que se fueron intensificando conforme la proximidad de la manifestación del 8M se acercaba y que estallaron cuando finalmente se llevó a cabo. Dejar que cientos de miles de personas se manifestaran en medio de una epidemia aún sin controlar fue quizá la peor decisión del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Ese mismo lunes, al día siguiente de la manifestación, Madrid superó los 600 casos y España contenía el aliento.

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Tras aquel lunes negro, las emergencias de los hospitales madrileños daban los primeros síntomas de fatiga ante la avalancha de posibles casos de pacientes infectados. Los rumores sobre la falta de equipación básica para afrontar la epidemia por parte del personal sanitario, junto a la escasez de camas para dar cabida a las necesidades derivadas de la epidemia agudizaron la psicosis social, el fantasma del colapso de la sanidad pública cobró forma. Y la misma tarde que se adoptaron las primeras medidas firmes contra el virus, la gente corrió a vaciar los supermercados para hacer acopio de víveres. Además, los datos no acompañaban, debido a la alta esperanza de vida de nuestro país -83 años frente a los 76 en China-, el Coronavirus se mostraba mucho más letal y agresivo en España e Italia. El 11 de marzo, Pedro Sánchez compareció por primera vez ante la ciudadanía: “Nos esperan semanas difíciles y necesitamos la colaboración del pueblo español para superarlas”. Esa misma semana, el 14 de marzo, declararía el Estado de Alarma con más 4200 contagios.

El Coronavirus, un patógeno que no entiende de razas, fronteras, ni clases sociales fue declarado pandemia mundial el pasado 11 de marzo. España es el cuarto país con mayor número de contagios, con cerca 50.000 positivos y más de 3.600 muertes (a 26 de marzo). Con estas cifras, el objetivo actual ya no es evitar el contagio, sino prevenir que la gente se infecte demasiado rápido para ‘aplanar’ la curva epidémica, tal y como explicó Simón recientemente, y “evitar el colapso” de la sanidad. Para ello, es necesario apelar a la responsabilidad y cumplir las medidas de auto aislamiento social recomendadas: salir a la calle solo para lo estrictamente necesario, evitar aglomeraciones, una buena higiene de manos y mantener a los más vulnerables alejados del peligro.  Los ciudadanos deben comprender que nuestra participación es clave y que es nuestra responsabilidad colaborar para evitar que la catástrofe vaya a más.

Javier Ganel