Primeras secuelas del coronavirus

PsicologíaYa hemos vivido dos meses de confinamiento y podemos empezar a pensar en cómo recomponernos a partir de ahora, pero no debemos olvidar a todas las personas que no podrán hacerlo. Si el sufrimiento por la pérdida de alguien cercano ya es un sentimiento desgarrador e inconsolable, este se agudiza cuando nos quitan la posibilidad de darles el último adiós.

Uno de los factores que facilitan la aceptación de una pérdida es poder habernos despedido, y la ausencia de este gesto puede contribuir a que se tarde más en aceptar o que se esté peor durante el proceso. Su marcha duele y tenemos derecho a estar rabiosos, enfadados y tristes. Pero para mantenernos nosotros lo mejor posible, tendremos que aceptar que se han ido (cuando estemos preparados para ello) y continuar con nuestro camino, apoyándonos en todos aquellos que nos hagan estar bien.

Los familiares de fallecidos no son los únicos que van a necesitar apoyo psicológico para superar todo lo que la situación nos ha dejado. Uno de los colectivos que más estrés y cansancio mental han sufrido durante estas semanas ha sido el de los sanitarios. No sólo por el contacto directo con una enfermedad (en eso consiste su profesión), sino por las condiciones en las que han tenido que hacerlo. Saliendo de casa únicamente para enfrentarse desprotegidos ante un enemigo invisible. Sin posibilidad de descansar, desconectar mentalmente o abrazarse y decir que todo saldrá bien. Se han visto sometidos a un trabajo inhumano cuando ellos son personas, con mucha vocación por ayudar, pero con los límites físicos y emocionales de cualquiera.

Crespón negro en la Puerta de Alcalá por los fallecidos a causa del Covid-19
Crespón negro en la Puerta de Alcalá por los fallecidos a causa del Covid-19

Incluso la población general ha padecido problemas de ansiedad derivados del confinamiento. Han sido frecuentes los problemas para dormir, las pesadillas o sueños extraños, la irritabilidad, los problemas de concentración o la falta de ilusión por actividades que antes nos apetecía hacer, entre otros. Esto nos recuerda que distintos colectivos deben atender a su estado emocional para dejarse cuidar si lo necesitan, a fin de estar razonablemente bien para construir este nuevo presente ahora que estamos intentando recobrar la normalidad. Para ello se han habilitado diferentes recursos psicológicos, con el fin de dar servicio a todas las necesidades que están surgiendo a raíz del coronavirus.

Por otro lado, tras casi dos meses de confinamiento, por fin hemos podido volver a pisar la calle. Sin embargo, no todo el mundo ha recibido tan bien esta noticia. Es posible que recientemente hayas escuchado el fenómeno del “síndrome de la cabaña” como concepto que refiere el miedo a salir de casa. Como profesional de la salud debo aclarar un par de cuestiones al respecto. Según su definición, un síndrome es el conjunto de síntomas provocados por una enfermedad. Por ejemplo, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es el conjunto de síntomas provocado por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).

Dato curioso: el VIH también es un virus de origen animal (primates) que empezó a propagarse entre humanos hace casi un siglo. Volviendo al “síndrome de la cabaña”, lo evidente es que no hay ninguna enfermedad que cause el miedo a salir a la calle. Es cierto que hay un virus y que, por miedo a él, cierta gente no quiere salir. Pero ¿dónde hay un síndrome ahí? Profesionalmente creo que este término no ayuda a explicar mejor el fenómeno y solo aumenta la inquietud ante una nueva enfermedad, por lo que desaconsejo su uso. No difiere sustancialmente de una agorafobia y ya ha ocurrido antes en personas que están mucho tiempo encamados por una operación (pero jamás se llamó síndrome).

Precaución sí, miedo no

El miedo es una emoción y como tal es informativa. Indica a nuestro cuerpo que está ante una situación que genera incertidumbre o que representa un posible peligro (que no siempre es objetivo). Tener miedo a morir por una picadura de escorpión es normal porque hay un riesgo real, pero los payasos no suponen un peligro objetivo para nuestra vida. Aun así, existen ambos tipos de miedo y la emoción en sí misma no es negativa.

La precaución no debe impedir que poco a poco volvamos a hacer nuestra vida
La precaución no debe impedir que poco a poco volvamos a hacer nuestra vida

Lo negativo es encasillar a la gente como enferma de algún síndrome por tener una reacción normal ante una situación extraña. Es totalmente comprensible que después de mucho tiempo sin salir de casa y con un virus expandiéndose por todas partes, las personas quieran tener precaución. Pero esa precaución no debe impedirnos hacer nuestra vida y salir de casa. Hay que salir a esa panadería o final de la calle, para que no nos paralice el miedo, porque entonces sí nos encontraríamos con un problema real.

Por último, quiero hacer una reflexión sobre un tema controvertido durante estos días: las peluquerías. Sin posibilidad de pronunciarme sobre su necesidad o no en un estado de alarma, sí quiero reparar en lo que suponen para mucha gente: la única fuente de contacto físico que han tenido en mucho tiempo. Y es que el hecho de reducir el contacto social implica necesariamente que nos toquemos menos, lo cual choca mucho con la naturaleza social del ser humano y más en un país del sur de Europa como es España, en el que el contacto físico y la cercanía son un signo de identidad cultural. Echamos de menos muchas cosas, especialmente los abrazos, así que espero que podamos recuperarlos pronto, especialmente los largos, los de verdad.

Daniel Pérez

Psicólogo graduado por la Universidad Autónoma de Madrid,
actualmente cursa el Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Alfonso X el Sabio.
 Sus pasiones profesionales son la práctica clínica,
la investigación y la divulgación de la Psicología para acercársela a la gente.