Un año de Covid-19

Se ha cumplido un año del anuncio del primer confinamiento. Como si de principios de año se tratase, hacemos balance de lo que hemos vivido y aprendido en estos doce meses y cómo enfocar lo que está por venir.

Como sabemos en psicología, los recuerdos asociados a emociones tienden a establecer relaciones más fuertes en nuestro cerebro y eso hace que podamos recordarlos más, y en ocasiones, más vivamente. La gran mayoría de lectores puede recordar cómo vivió o dónde estaba cuando se produjeron los atentados del jueves 11 de marzo de 2004 y es probable que el anuncio del confinamiento el 15 de marzo de 2020 siga los mismos procesos en nuestros cerebros.

Cómo nos ha afectado

Pese a que cada persona es diferente y ha podido vivir este periodo de una manera única, los estudios reflejan ciertos comportamientos que se han repetido entre la población. El hecho de pasar tanto tiempo en casa disparó los problemas de sueño, adicciones, inquietud y bajo estado de ánimo, especialmente en grupos como los jóvenes y las mujeres. El enemigo en la sombra, justo detrás del COVID-19, con el que llevamos luchando un año es la incertidumbre. El no saber qué esperar, cuándo iba a pasar y, en definitiva, la falta de control, han sido los mayores adversarios de nuestra salud mental.

A pesar de que los medios hayan anunciado que la “cuarta ola” será la de la salud mental, lo cierto es que esta ola empezó cuando se prorrogó por primera vez el estado de alarma. Como ya se ha abordado en anteriores artículos: “Cómo gestionar la incertidumbre”, el ser humano vive buscando el control sobre lo que le rodea, y este elemento ha estado ausente desde el principio de la pandemia. El desconocimiento provocó en nosotros miedo y rechazo en varias ocasiones: al principio a salir a la calle, más adelante al uso de mascarillas y recientemente hacia las vacunas. Pero como hemos comprobado, la información, la ciencia y nuestra propia experiencia con cada elemento han ido cambiando (en su mayoría) nuestra opinión hacia ellos.

Aun así, debemos tener en cuenta que las demandas de atención psicológica se han disparado desde marzo del año pasado y que no contamos con un sistema de salud (ni específicamente de salud mental) estructuralmente capacitado para hacer frente a nuestras necesidades. Que haya una media de diez suicidios diarios en nuestro país y que una de cada cuatro personas vaya a necesitar los servicios de Salud Mental a lo largo de su vida son datos de antes de la pandemia. Episodios como este virus pueden empeorar esas cifras, por eso es tan necesario que se empiece a abordar desde el Gobierno.

Pero no todo ha sido malo este año. Pese a los problemas de salud física y mental desarrollados, en estos meses hemos tenido tiempo para conocernos mejor a nosotros mismos, desarrollar habilidades, creatividad y utilizar la tecnología para solventar problemas y distancia.

ESTUDIANTE

Cómo nos puede afectar

La incertidumbre es un elemento que nos sigue acompañando diariamente y, aunque ya estamos algo más entrenados en hacerle frente, vamos a tener que seguir gestionándola por un tiempo, porque aún no sabemos a ciencia cierta cómo nos afectará.

Los expertos prevén que asociada a esta crisis sanitaria pueda venir un periodo difícil a nivel económico y debemos mentalizarnos para ello con las claves que ya conocemos: permitirnos sentir emociones, aceptar lo que no podemos cambiar y actuar dentro de nuestro margen de acción, con flexibilidad y resiliencia.
En lo referente a la salud, no podemos esperar a que se erradique el virus para empezar a tratar sus consecuencias psicológicas: pérdidas de seres queridos, desarrollo de patologías de carácter mental o la cronificación de cuadros previos.

A nivel social, es esperable un aumento de la brecha comunitaria, afectando especialmente a los jóvenes y a los grupos con bajos recursos. Según informes internacionales, también es esperable que, si se ven sin oportunidades por la crisis socioeconómica y sanitaria, pierdan la fe en las instituciones políticas y económicas y se entre en una especie de estado de indefensión.

¿Y qué podemos hacer de aquí en adelante?

Utilizar todo lo que nos ha servido en el pasado. Los cambios que hemos introducido durante la pandemia pueden convertirse en nuevos hábitos. Hemos aprendido del virus y de nosotros mismos durante este tiempo y ya tenemos estrategias definidas para sobrevivir. Tenemos que seguir utilizándolas hasta que todo esto pase, siendo conscientes de que nadie nos había preparado para esto y que tenemos derecho a pedir ayuda a psicólogos y otros profesionales. Siempre es mejor atajar un problema cuando es pequeño, y ya que en la mayoría de los casos no se soluciona solo. Es mejor ser valientes y ponernos manos a la obra cuanto antes.
Daniel Pérez. Psicólogo

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