Cómo gestionar la incertidumbre

Las principales preocupaciones se centran ahora en el ámbito de salud, las relaciones sociales y la economía. La aceptación, adaptación y centrarse en el presente son tres claves que nos ayudarán a gestionar mejor la incertidumbre provocada por esta situación.

Está siendo uno de los años más atípicos que se recuerden: primero el virus, luego el confinamiento y ahora, después del verano más extraño, volver a la normalidad. Estamos ante una de las situaciones más incontrolables a la que nos hemos enfrentado nunca y eso conlleva incertidumbre y preocupación. Es normal que estemos preocupados por la peligrosidad del virus, debemos cambiar ciertos hábitos para protegernos; además, desconocemos cuándo y cómo vamos a estar tranquilos en una reunión con más gente y no sabemos si va a salir adelante nuestro negocio, si vamos a encontrar trabajo o cómo va a ser la vuelta a las clases.

El ser humano busca el control en las cosas que le rodean para poder adaptarse a su ambiente y por eso la incertidumbre o falta de control es un miedo innato que nos afecta a nivel psicológico. De ahí que este momento sea tan esencial para aprender a gestionar esa incertidumbre y adaptarnos de la forma más eficaz a lo que nos espera.

La primera clave para enfrentar esta situación incierta es la aceptación. Es difícil aceptar algo malo que nos ocurre, pero más difícil es intentar cambiar algo que no depende de nosotros. Si habías planeado hacer deporte al aire libre y empieza a llover no puedes cambiar el tiempo, pero sí dónde haces ese ejercicio que te habías propuesto. Analizar qué está en nuestra mano para mejorar la situación nos ayudará a ganar estabilidad mental y confianza; de esa forma no habrá que cancelar planes, solo posponerlos o hacerlos de otra manera.

Es preciso mirar cara a cara a la crisis.
Es preciso mirar cara a cara a la crisis.

La segunda es la adaptación. Es decir, ajustar nuestros recursos a la nueva realidad que nos toca vivir. Eso implica tener que buscar dentro de nosotros esa fuerza que venza al miedo y a la duda, rescatar nuestras fortalezas, lo que sí somos capaces de hacer, nuestra resiliencia y usarlo para reconstruir nuestros proyectos. Sin embargo, cambiar no es algo agradable; implica flexibilidad y esfuerzo por nuestra parte y es normal que en el proceso surjan miedos, preocupaciones o desánimos, porque somos humanos.

Focalizarnos en el momento presente es la tercera clave. Reducir las preocupaciones futuras que solo generan ansiedad y centrarse en lo que podemos hacer hoy y ahora nos ayudará a ir resolviendo los asuntos de uno en uno y no acumularlos todos en nuestra cabeza. Preocuparnos de lo que sí podemos resolver, dejando lo que dependa de factores externos.

Además, no somos los únicos que tenemos miedo. Es muy probable que haya gente a nuestro alrededor que esté pasando un mal momento y les sería de ayuda ver en nosotros una figura que proyecte tranquilidad y confianza. Si nos encontramos lo suficientemente fuertes podemos ayudar a la gente cercana a sentirse algo mejor, pero siempre siendo conscientes de nuestras limitaciones y sabiendo pedir ayuda profesional. No podemos ayudar a otros si no estamos bien nosotros mismos. Los psicólogos estamos ahí una vez más para acompañar a las personas en ese proceso de gestión de las emociones y de búsqueda del bienestar en esta situación tan difícil.

Para afrontar las preocupaciones relacionadas con la economía se puede usar todo lo mencionado anteriormente: aceptar la situación, buscar alternativas para adaptarnos y centrarnos en lo que sí podemos hacer ahora mismo. Un ejemplo sería adaptarnos al teletrabajo o las clases online, anunciar nuestra empresa en redes sociales, fomentar la compra en el pequeño comercio o trazar un plan B y estar dispuestos a llevarlo a cabo, solo en caso de que el plan A no funcione.

Por último, debemos tener en cuenta que los estudios afirman que uno de los mayores predictores del rendimiento laboral de una persona es su estado psicológico. Apostar por el bienestar propio y de los trabajadores ayudará a reducir costes asociados a problemas de salud mental o absentismo en el trabajo. Debemos tener presente que el descanso es fundamental para favorecer la eficiencia laboral: durante el teletrabajo, por ejemplo, hay que respetar ciertos horarios y poner límites. Trabajar o estudiar desde casa no implica tener que estar disponibles las 24 horas del día, de lo contrario aumentarán nuestros niveles de estrés y agotamiento. Es muy recomendable también aprovechar los tiempos de descanso y hacer que sean efectivos; es decir, pensar lo menos posible en el trabajo, el coronavirus o reducir el tiempo que pasamos con el teléfono móvil o el ordenador. Así podremos desconectar realmente para volver con las pilas cargadas y afrontar la tarea que nos espera.

En resumen: nadie nos puede garantizar que todo vaya a salir bien, pero la única forma de que salga bien es intentándolo.

 

Daniel Pérez

Psicólogo graduado por la Universidad Autónoma de Madrid,
actualmente cursa el Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Alfonso X el Sabio.
 Sus pasiones profesionales son la práctica clínica,
la investigación y la divulgación de la Psicología para acercársela a la gente.

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