Entre la reivindicación, la satisfacción por lo conseguido y la esperanza

En breve se celebrará el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fecha en la que, al margen de sus diversas proyecciones, se recuerda, según cuenta la leyenda, el fallecimiento en 1908 de 129 mujeres en una empresa textil de Estados Unidos cuando el empresario, ofuscado por su decisión de ponerse en huelga, decidió prender fuego a la fábrica con ellas dentro. Las telas sobre las que estaban trabajando eran de color violeta, de ahí la posterior identificación de este color con el movimiento feminista.

Pero el feminismo es mucho más que ese hecho. Según la acepción de la Real Academia de la Lengua consiste en “el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Una cuestión elemental que debe impregnar a hombres y mujeres por igual que arrastra tras sí la consecución de muchos logros sobre esta materia y que llegado el año 2022 tiene que afrontar sus aspiraciones actuales. María Luz Castellanos, socióloga, una de las intervinientes en nuestras Tertulias de La Gradona, que en es esta ocasión, al igual que nuestra tribuna, analizan la situación de la mujer en San Blas-Canillejas, destacó durante el coloquio que hace 25 años pensaba que transcurrido ese tiempo no iba estar en los colegios dando charlas sobre igualdad. Por la no necesidad de ello, claro. Pero lo sigue haciendo. Las estadísticas son contundentes. Los hechos también. Pero muy por encima de ello está la realidad y la falta de conciencia por parte de un sector de la sociedad. Y tal vez ahí esté la clave de la cuestión. Medidas legales y punitivas, policiales, tienen que ser, en su justa medida, compañeras de camino. Pero lo realmente importante es concienciar a toda la población, en sus diferentes extractos, de que la igualdad de derechos es un principio básico que tiene que regir todos los aspectos de nuestra vida. Y no basta con que nos impongan esta idea, ni con que nos la expliquen: la tenemos que entender.

Por lo tanto, que uno de los principales escenarios en los que tiene que jugar el movimiento feminista es en la educación y en la comunicación. Está bien salir a la calle de vez en cuando, máxime si se trata de una fecha tan señalada como esta, pero el trabajo está en otro sitio. Y como al fin y al cabo lleva un tiempo haciéndose, también es tiempo de preguntarse qué es lo que se está haciendo mal, si realmente los mensajes son los adecuados y dotados de la suficiente profundidad y atracción para que su contenido llegue. Un mal ejemplo de ello es la utilización de un lenguaje acientífico, denominado por algunos inclusivo, basado en la falsa creencia de que la terminación en “a” de una palabra tiene que ver con el femenino, lo que en aplicación de este principio nos llevaría a tener que decir futbolistos y futbolistas, taxistos y taxistas, automovilistos y automovilistas… Y otro es desconocer que una fuente esencial del lenguaje es la rapidez y que para ello, entre otros apartados gramaticales, están los pronombres y artículos neutros, que independientemente de su terminación incluyen a todos y todas. Es en la sintaxis y no en la morfología en donde se tiene que acometer la inclusión.

Los pilares de un movimiento justo no se pueden sustentar en errores que rechinan a un importante sector de la población, hombres y mujeres, el más formado, al igual que la construcción de un gran edificio no puede sustentarse en falsos cimientos, ya que lo único que se conseguirá es que la estructura, hoy en apariencia bella, con el tiempo se resquebraje. Estamos en nuevos tiempos y el feminismo tiene que afrontar, vamos a eludir la palabra batalla, el campo de la comunicación y de la educación. Y para ello necesita de profesionales preparados que no se limiten a usar solo la parte reivindicativa del mensaje, que tiene que seguir existiendo, sino que doten al mismo de otras facetas como la capacidad de atracción y la persuasión. Y debe contemplar la complicidad del hombre, la mitad de nuestra sociedad y un elemento esencial tanto en la lucha como en la consecución de la igualdad.

Entramos, pues, en un mes de celebración. Un mes un poco más feminista que otros que reivindica una obviedad, la igualdad entre el hombre y la mujer, que al fin y al cabo lo que pretende es que realmente se aplique el contenido de uno de los documentos más importantes de la historia de la humanidad como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada el 10 de diciembre de 1948. Nos pintamos, pues, la cara de color violeta para celebrar lo mucho que se ha hecho y lo mucho que se va a hacer.