Pongamos rumbo a nuestra Ítaca

Aestatis tempore, tiempo de verano, como dirían los padres de nuestro idioma. Por fin todos disfrutaremos de ese periodo del año que sirve para cerrar ciclo, aunque luego lo tengamos que reanudar, y desconectar de nuestra rutina. Pero, sin duda, va a ser un aestas (verano) diferente. Ya lo fue el anterior, al que todos esperábamos como punto final de la pandemia e inicio de la recuperación. En este, en el que damos por consumado el primero de los dos preceptos, de nuevo nos encomendamos a su marco festivo para embarcarnos en un viaje más hacia el olvido que hacia la esperanza sin tener demasiadas ganas de vislumbrar el paisaje que al final de puerto nos espera. Casi como los primeros descubridores, nos embarcamos porque estamos deseosos de un mundo mejor, que por supuesto merecemos, y porque no nos queda más remedio que poner velas rumbo a la esperanza. A nuestra nueva Ítaca.

Pero lamentablemente el fin de la pandemia ha venido acompañado de unos nubarrones inesperados que llenan de preocupaciones la navegación por muy fugaz que esta sea. Una inflación disparada que afecta a bienes básicos y esenciales y los augurios de los economistas nos hacen temer por lo que será el regreso. Muchos aventuran que será el último verano tal y como lo hemos concebido.

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Puede. Y puede que tenga razón uno de los tertulianos de nuestras Tertulias de La Gradona, en esta ocasión dedicadas a la solidaridad en el distrito, Jaime Rincón (dueño de Casa Carmela, portavoz de Recupera Madrid), cuando nos advierte en el artículo de que esta situación le recuerda mucho a la vivida en 2020. Pero lo que no puede ser es que durante todo este tiempo no hayamos aprendido nada. La excusa de la pandemia tal vez haya servido para justificar que tantos y tantos hayan quedado desasistidos, dejados a la intemperie. Pero eso ya ha pasado una vez. No se puede volver a repetir. Y este aestatis tempore, tiempo de verano, tiene que servir también para que todas las administraciones a las que les incumbe el problema del ser humano se tomen su tiempo de reflexión para que a la vuelta de vacaciones estén creadas las medidas necesarias para que el hambre y la miseria no se estanquen en ninguna parte de la sociedad. Y es cierto que a todos nos tocará tirar del carro, incrementando el tejido social de solidaridad y contribuyendo a las necesidades, si vuelven a aflorar, de los desamparados. Nos tenemos que involucrar, sí, pero una manera de hacerlo es exigir a nuestras tres administraciones, la central, la autonómica y la municipal, así como a la propia Junta, que se empeñen de verdad en este asunto, que no se limiten a una contribución esporádica dejando lo principal en manos de asociaciones privadas, por muy voluntariosas y eficaces que estas sean.

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Para que esto suceda, me dirán, es preciso crear riqueza. Sí, puede que sea una parte de la verdad. Pero la economía, como el deporte, también es un juego de ataque y de defensa, y se puede ganar defendiendo (que se lo pregunten al Real Madrid de la final de París o al Atlético del Cholo Simeone). No vamos a inventar desde estas páginas un tratado de economía, pero una forma de crear riqueza es no perdiéndola o ayudando a que esta se recupere. Una economía desnutrida es una economía incapaz de regenerarse. Y cuando más tiempo se tarde en actuar, más difícil, por no decir imposible, será la recuperación. Es el momento, por lo tanto, de que nuestras administraciones dejen al lado la euforia veraniega y pongan todo su empeño en elaborar una red de creación de riqueza, generadora de empleo, y de asistencia al necesitado para evitar que todo esto, no dentro de mucho, se desmorone con nosotros dentro.

Somos conscientes de lo dificultosos y traicioneros que son los vericuetos de la economía. Pero contamos con la ventaja de que disponemos de los suficientes recursos y conocimiento para que no tengamos que pasar calamidades o que, por lo menos, una parte de nosotros quede abocado a ello. Ya tenemos experiencia en el viaje, luego sabios somos. Pues rememos. Y seleccionemos a los marinos que estén preparados para llevarnos a nuestra Ítaca. Les esperamos en septiembre. Feliz verano.