Psicología del asalto al Capitolio (II): heurísticos errores y experimentos clásicos

Esta es la continuación del artículo anterior en la que abordamos otros aspectos de la Psicología Social que ayudan a entender parte del asalto al Capitolio de los Estados Unidos, así como a conocer experimentos famosos en Psicología Social que revolucionaron la forma de entender el comportamiento humano.

En artículo anterior desarrollé conceptos como el sentimiento endogrupal, los factores de la persuasión y los elementos que intervienen en la conducta colectiva. En esta ocasión me centraré en procesos mentales que intervienen a nivel individual, así como en experimentos clásicos en Psicología Social, que, si hasta ahora no conocías, merece la pena que descubras.

Procesamiento de la información

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Experimento Cárcel de Stanford Phillip Zimbardo extraido de elcierredigital.com

El cerebro humano tiene que hacer frente a miles de estímulos diarios: pensamientos, decisiones, comunicación… por eso tiende a economizar los recursos de los que dispone. Esto es adaptativo, ya que nos permite interactuar de forma fluida con el entorno, pero implica que no procesemos o elaboremos detenidamente toda la información que se nos presenta; este fenómeno recibe el nombre de economía cognitiva. La opinión que tengamos respecto al asalto al Capitolio de enero depende en parte de la opinión previa que tengamos sobre el grupo de personas que lo llevaron a cabo. Independientemente del acto, se va a juzgar como peor o mejor, si tenemos actitudes previas hacia ellos, en un reflejo de economizar recursos mentales y reafirmarnos en nuestras opiniones previas para evitar la disonancia cognitiva.

Pero no siempre procesamos la información de la misma manera. Existen dos modos o vías principales: la vía central, que implica una elaboración profunda y consciente de la información y la vía periférica, con una elaboración superficial y de bajo coste. La que utilizamos la mayor parte del tiempo es la segunda, a través de los heurísticos o atajos mentales, porque nos permite ahorrar recursos cognitivos para cuando realmente los necesitamos, pero, por contra, nos hace más vulnerables a la persuasión. Cuando no dedicamos mucho tiempo a procesar los argumentos es más sencillo que nos convenzan claves débiles. Si alguna vez has cogido en un supermercado un producto que no habías probado antes de una marca concreta, probablemente es porque has sido víctima de algún publicista que te ha hecho procesar su anuncio con claves periféricas: un color llamativo, un famoso anunciándolo, actores con bata blanca describiendo sus características, etc.

Respecto al discurso que dio Trump, es probable que no convenciese por sus elaborados argumentos de peso, sino por cuestiones como la familiaridad (conozco a quien está hablando), la congruencia (ya he venido hasta aquí) o la influencia normativa (todos están aplaudiendo el mensaje).

Errores humanos

El primer error que se podría cometer al interpretar los hechos ocurridos en Washington es el error fundamental de atribución: achacar el comportamiento humano a rasgos personales, sin tener en cuenta el impacto de la situación. Es fácil caer en “esos están locos” o “son personas agresivas” como explicación rápida, en lugar de pensar que son mujeres y hombres normales que estaban influidos por el entorno.

Otro atajo mental que solemos utilizar es el denominado efecto de tercera persona. Este afirma que creemos que otros son más fáciles de influenciar que nosotros. Cuando oímos a alguien decir “a mí no me la colarían”, intuimos que esa persona no sabe mucho de Psicología Social. Probablemente tienda a utilizar el sesgo retrospectivo, que es el que describe cómo una persona después de haber visto lo que ha ocurrido, afirma que sabía lo que iba a suceder. El mejor ejemplo es ese conocido que suelta un rotundo “lo sabía” después de que ocurriese un hecho, pero no antes.

Experimentos

Experimento de obediencia Stanley Milgram.jpeg
Experimento de obediencia Stanley Milgram

Solomon Asch en 1951 llevó a cabo el experimento de conformidad, que demostró al mundo cómo influye la presión grupal a la hora de tomar ciertas decisiones públicas: los sujetos señalaban respuestas claramente incorrectas, solo para encajar con lo que decía la mayoría.

Stanley Milgram a principio de los 60 quiso comprender por qué se siguieron ciertas órdenes durante el Holocausto. En su experimento de obediencia inducida, comprobó que más del 60% de los participantes llegaban a aplicar descargas mortales a otras personas, solo porque una figura de autoridad se lo ordenaba.

El experimento de la cárcel de Stanford fue llevado a cabo por Phillip Zimbardo. En él se comprobó cómo personas buenas podían realizar actos realmente terribles, al verse inmersos en una situación que lo favoreciese, en este caso según sus roles de policías o presos. Gracias a este trabajo, desde finales de los 70 se empezó a tener muy en cuenta el poder de la situación.

Daniel Pérez. Psicólogo