San Valentín en San Blas

Latigazos para potenciar la fertilidad de las mujeres, emparejamientos aleatorios entre géneros bien definidos, relaciones sin descanso durante días… las lupercales romanas no pasarían, afortunadamente, el corte de lo políticamente correcto y lo física y moralmente aceptable -incluso soportable- en nuestros días, aunque tienen un algo de antecedente, muy antecedente y muy lejano, de cita casi a ciegas de Tinder y derivados. Casi ochocientos años después, en el siglo III d.C, la cosa empezó a teñirse con algo más de romanticismo, aunque este sea un invento muchísimo posterior: San Valentín empezó a casar romanos y romanas en secreto, y fue ajusticiado por ello un 14 de Febrero. Un dramaturgo inglés medieval al que puede que algunos hayan leído -Geoffrey Chaucer, el de Los Cuentos de Canterbury de la EGB de los nacidos, calculo, a principios de los 70- recuperó en parte la historia, ya sí impregnada de la típica exaltación romántica que dio origen a la tradición inglesa de regalar algo al amado o amada. En nuestro país la apropiación cultural fue mucho más prosaica: un rato después de la posguerra, vino Galerías Preciados y nos enseñó que es bueno comprar algo al amado o la amada el día 14 de Febrero.

Desde entonces todos sabemos que es un día ligado a la cosa comercial y en el que el marketing tiene mucho que decir. Pero también que es una fecha bonita si tienes alguien a quien amar, o alguien cuya atención quieras atraer. También sabemos que todos los días del año pueden ser buenos para ese menester y, de hecho, a veces nos «rebelamos» contra el 14 de Febrero precisamente esgrimiendo ese argumento, cuando no tendría por qué estar reñido elegir demostrar amor todos los días -o siempre que se pueda- con elegir señalarlo especialmente un día concreto.

Pero no todos los Sanvalentines son iguales, aunque tengan una estructura y una base común, una fecha fija, y el mandato social de regalar. Dentro de poco hará casi dos años que llevamos una vida rara y difícil, con ausencias, con vida sociolaboral, familiar y emocional alterada, con incertidumbres, miedos, discusiones, pero también -ojalá- esperanza y nuevas posibilidades. Estamos empezando a vislumbrar una luz que de aquí a primavera, probablemente, se hará más nítida. Entre medias un 14 de Febrero que, esto no ayuda, va a caer en lunes. Pero, dado que llevamos demasiado tiempo con todo patas arriba ¿por qué no intentar darle algo de color al que sigue siendo -la pandemia no ha dinamitado del todo el calendario social- el peor día de la semana para gran parte del mundo, después de la que nos ha caído de lunes a domingo desde hace interminables meses? Si el lunes, los lunes, nos siguen pareciendo horribles, o no disponemos del tiempo suficiente como para que a la persona elegida le quede claro, también podemos ocuparnos de ello el sábado o el domingo anterior. O el siguiente.

¿Y el regalo, el regalo? Ni siquiera es preciso comprar nada, aunque si se les pasa por la cabeza les hago una sugerencia: en nuestro distrito no tenemos las cenizas del santo -ese honor lo tiene el distrito centro, búsquenlo en internet-, pero sigue habiendo pequeños comercios de todo tipo y condición que han estado ahí en todo este tiempo, esos que regenta gente que a veces hasta se sabe nuestro nombre y que, incluso, si no lo sabe y ni siquiera nos conoce, adivina al momento nuestras necesidades, nuestras circunstancias, nuestro poder adquisitivo y hasta nuestro estado de ánimo nada más vernos. ¿Por qué no?

Y si no queremos gastar, porque la cosa está muy malita y a pesar de la luz que decía arriba el roto ya está hecho, o porque seguimos siendo irredentos anti-festividades comerciales, o ambas cosas, tengamos un detalle. Los detalles, por eso lo son, pueden adoptar infinitas formas y modalidades. Las relaciones, de hecho, empiezan, se consolidan, se avivan, se renuevan, en los detalles. Y esos no tienen por qué costar nada, solo creatividad e imaginación. Lo mejor es que tanto la una como la otra son también relativas y circunstanciales. ¿Hace demasiado tiempo que no da un paseo por la Quinta de los Molinos? Probablemente el día de San Valentín aún no hayan florecido los almendros, pero sigue siendo un sitio estupendo donde empezar algo, o continuar eso que ya existe y que conviene, de vez en cuando, recordar.