El club ciclísta Rosastur realizó una ruta por la Sierra del Rincón

“De repente, después de contemplar un pueblo cuidado, bello, te sorprenden al lado de la carretera esculturas, figuras de hierro. Parece que son ellas las que te observan, las que te saludan, las que te dicen ‘aquí te esperamos para cuando vuelvas.` Entre ellas, un minotauro. ¿De verdad estoy viendo esto? ¿De dónde sale este desborde de sensibilidad?”

Sobre las 8:15 de la mañana hemos llegado a Buitrago de Lozoya. Hoy el Rosastur no sale desde el Metro de Las Rosas, hoy nos vamos a hartar de subir y bajar, de respirar hondo y profundo y limpio. Aromas de pinos, de jaras y espliego, de robles, de hayas… oiremos al agua regatear en las laderas. Poca agua. Pero se oye. Pero poca agua en este 2023.

La Sierra del Rincón

La ruta nos va a conducir por la Sierra del Rincón, declarada reserva de la biosfera por la Unesco. La escena a la entrada de Buitrago desde Madrid es la típica de un grupo de ciclistas aficionados. Los portones de los coches abiertos, las bicicletas apoyadas, unas en los laterales de los autos, otras en la valla cercana. Unos se calzan, otros hablan; el que llega, saluda. Carlos pregunta cuánto ha costado eso que llevas mientras Fran, el presidente del Rosastur, pide que no comiencen los ataques desde el principio. Buen rollo. Camaradería es una palabra un poco en desuso, pero define perfectamente.

El itinerario es el siguiente: Buitrago de Lozoya, Robledillo de la Jara, Puebla de la Sierra, la Hiruela, el Cardoso de la Sierra, Pradeña del Rincón y vuelta a Buitrago de Lozoya. Para realizarlo hay que subir tres puertos.

El club ciclista Rosastur realizo una ruta por la Sierra del RinconPero esta ruta no es el cómo, es el por donde. Y cobra su significado a partir de Robledillo de la Jara, donde se toma la carretera que nos lleva hacia el pueblo más aislado de Madrid: Puebla de la Sierra. Disfrutamos de una vía en la que creo recordar que nos cruzamos con un coche en los casi 27 kilómetros de distancia y la hora y media larga que tardamos en recorrerlos. Entre pinares, cortados, buitreras, barrancos, pizarreras, colmenares y ese olor… y ese color… subiendo, bajando, sudando, metiendo watios, frenando, trazando; esperando a los que se van quedando atrás, sólo un poco más atrás.

Puerto de La Puebla

Desde el sur, entras en La Puebla y os remito al párrafo primero. Paramos a rellenar bidones en la fuente del pueblo mientras alguno piensa que no sigue, que se queda ahí, en la plaza del pueblo, al sol y acompañado de una cerveza y una tortilla o unos torreznos o…

La Puebla, desde el sur, abre camino al puerto de su mismo nombre mientras el Minotauro te desea fuerza y valor en la subida: 7,8 kilómetros casi al 6% con sus sorpresas por encima de los dos dígitos; sus curvas de herradura, sus robles en la ladera y el escaso tráfico más asociado al sector primario que al turístico. Las ruedas que ruedan en su mayoría no emiten mas que bocanadas de aire, algún chiste, sudor y ataques al compañero de grupeta. En dos grupos, el A, más joven, más capaz, más en forma, y el B, menos en todo excepto en edad y deforestación capilar.

La Hiruela

En lo alto hay reagrupamiento y foto de grupo. Cota alcanzada. Bajamos con frío en un mayo que es marzo pero sin lluvia. Y volvemos a subir, alcanzamos la cota de la Hiruela con su foto correspondiente y volvemos a bajar hasta alcanzar el Jarama salvaje y recién nacido. Hemos curveado por un paraje idílico, en silencio, las rapaces planean en lo alto. El vacuno pace libre donde puede.

Casi en el vértice entre Madrid, Segovia y Guadalajara volvemos a subir. Estamos inmersos en la Sierra del Rincón. Donde miras, paz. Lo que hueles, tranquilidad. Cuando subes, sufres. Cuando bajas, sonríes.

El club ciclista Rosastur realizo una ruta por la Sierra del RinconPuerto de El Cardoso

En Cardoso de la Sierra paramos para el desayuno. Lo tenemos por regla: a mitad de ruta, café, tostadas o lo que pida el cuerpo. Aquí se igualan los escaladores con los rodadores, los pesados con los ligeros, el A con el B. “Llevamos buena media”. “Mañana voy a salir un rato, ¿quién se viene?”. “Oye, acordaos de que la foto sea en vertical para redes”. Mientras, se oye a Carlos preguntando “¿y esto dónde lo has conseguido?”.

El Cardoso es otro de esos pueblos donde el tiempo parece no existir. Y debe de ser verdad.

También es un pueblo que da nombre al siguiente puerto. Pero antes de encararlo bajamos y rozamos el Hayedo de Montejo, que dejamos a la derecha con su húmedo aroma para adentrarnos en un paisaje diferente: a ambos márgenes surgen pinos, enhiestos, rectos, arquitectónicos, verticales. Columnas con olor a resina. Oraciones a los cielos pidiendo derecho a existir.

Consumada la escalada, los fuertes esperan a los débiles. Nadie se queda atrás. Toca bajada de sonrisas y buena carretera sabiendo que todavía queda una última subida larga y su correspondiente bajada hasta Pradeña del Rincón. Aquí ya hay encuentros más “curiosos”, como el que tenemos con dos supe deportivos a los que su bramido de potencia anuncia con anticipación que se consideran dueños de la anchura total del asfalto. Suben y bajan por ese tramo de curvas. Suben y bajan. Y siguen bramando sus motores de muchos cilindros. Su parque de juegos.

Nosotros seguimos. El kilometraje acumulado en las piernas, fuerte viento, a veces a popa, a veces a proa. Las rampas últimas pesan, los cuádriceps y los gemelos manifiestan queja. Hemos completado 100 kilómetros y 2.100 metros de desnivel acumulado.

Las esculturas de La Puebla no se han ido. Sigue el Minotauro en la retina. “Vuelve”, dice en tu interior. Y volveremos, porque desde Las Rosas tienes todos los puertos a tu alcance. Algunos de renombre: Navacerrada, la Morcuera, Guadarrama, Cotos…

 

Pero esta ruta…
No vayáis.
Dejadla sola, que duerma hasta que nosotros volvamos.

Pachi Rosés, socio del Club ciclista Rosastur.