Geopolítica y luz de gas
Alguien está buscando un tesoro en el sótano de su casa, y no es usted. Es más, a usted le están haciendo creer que no hay nadie en el sótano, aunque oiga ruidos y las luces de la casa cambien de intensidad cada día durante un ratito, porque alguien está usando una lámpara en el sótano.
Este es el argumento de una obra de teatro escrita en 1938 por el inglés Patrick Hamilton, que tiene dos versiones para el cine (inglesa y estadounidense). El impacto de la idea fue tal que desde entonces en psicología se usa la expresión luz de gas para explicar un tipo de manipulación extrema en las relaciones de pareja en las que uno de los miembros va a lo suyo, haciendo creer al otro que se está volviendo loco. Lo suyo puede ser buscar algún tesoro, pero también ocultarlo (mentir en torno a un acto propio) o, más frecuentemente, ambas cosas a la vez. Los estafadores de Tinder, por ejemplo, hacen ambas cosas.
Había pensado que podía dar juego para la entrega de este mes, continuando con la trilogía del mal (petróleo, gas, electricidad), pero después de estudiarlo creo que se queda en un juego de palabras sin más. Si extrapolamos esta forma de manipulación entre dos personas a lo que ocurre en lo sociopolítico, sale una cosa bastante conspiranoica en la que acabamos pensando que cuatro gatos (o gobiernos, o instituciones) nos mienten, nos manipulan, y quieren volvernos locos mientras se dedican a sus cosas, que son acumular recursos, poder, etc, para el presente y sobre todo para el futuro. Por supuesto que cada cual miente en la medida de sus posibilidades, y que existen desigualdades de poder, recursos, riqueza, etc, en el mundo a todos los niveles. Pero la aplicación del concepto luz de gas a este nivel parte de un planteamiento muy determinista -cuatro manos mueven el mundo, a lo sumo seis, y los demás estamos absolutamente manipulados- y desemboca en una conclusión muy nihilista -y no podemos hacer nada porque no somos nadie-, ambas un tanto contradictorias en los términos, pues si somos conscientes de que estamos siendo engañados ya no lo estaríamos tanto.
“Me está pareciendo que los cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen tan claro”
Es verdad que, a no ser que nos pongamos en serio con ello, la gente corriente no entendemos qué está pasando con las luces de casa (o del local), la gasolina para llenar el depósito, el gas para el agua caliente o la calefacción (adiós invierno, hola verano). Más que nada está pasando en la factura, no en el suministro. Porque técnicamente, de momento no hay escasez como tal. Sí la hay en la producción de cosas que consumimos en esta parte del mundo, que vienen de otras partes y se alimentan de la trilogía, y eso también lo estamos notando en las facturas. En casi todas, de hecho, porque al final todo es una cadena.
Esta columna tenía que versar hoy sobre factores geopolíticos que están incidiendo en lo que no entendemos, pero no soy politóloga y me pierdo. Me está pareciendo, eso sí, que los supuestos cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen en realidad tan claro; que hay muchos más que cuatro, y muchas más esferas de influencia -económica, política, mediática, etc- con sus propios actores, cuyos intereses pueden no ser exactamente los mismos. Lo último que ha pasado es la guerra en Ucrania -entre “operación militar especial” e “invasión” nos hemos quedado con el término medio, más aséptico pero entendible, incluso a estas alturas más ajustado a lo real-, y parece que sí va a alterar el mundo, empezando por la posición, peso, importancia, etc, de países y bloques mundiales, y por supuesto cambios en la producción, la distribución y el comercio mundial de materias primas y productos manufacturados. Empezaremos a oír hablar de multipolaridad, y de cambios al interior de cada polo (por ejemplo, la situación de Alemania en la Unión Europea). Que los propios actores principales parezcan un tanto desconcertados respecto a lo que están haciendo los otros y respecto a sus propias previsiones sobre lo que iban (o querían hacer) con ellos mismos y con los otros, puede no ser malo, o puede ser terrible. No nos creamos, eso sí, que están todos de acuerdo y que tienen un plan sin fisuras para manipularnos, volvernos locos, y quedarse con el tesoro. Y si alguno lo tiene, le puede salir regular. De momento, frente al miedo supremo que algunos invocan en relación a esta guerra, termino con esto: el sentido de las armas nucleares es precisamente no usarlas salvo como amenaza, nunca como realidad efectiva, y esa es precisamente una de las pocas cosas en las que los actores principales de esta película en particular están de acuerdo.
M.L.C. Socióloga