Sin educación no hay libertad

La reiteración de los datos del informe PISA, en los que sitúa a España en la Tercera División de la calidad educativa, por debajo de la media de la OCDE, tanto en ciencias como en matemáticas, nos sirve para adentrarnos en el análisis de este asunto en nuestro distrito. Educación viene de las voces latinas educare, orientar, guiar, y educere, revelar, exponer hacia el exterior. Para Platón “es el camino de la realidad sensible a la inteligible”, es decir, el tránsito de lo aparente a lo verdadero. Aristóteles deba un paso más y sostenía que la educación “es un proceso de perfeccionamiento” y que por lo tanto dura tanto como dure vida.

Por ello nos encontramos ante un elemento esencial en el desarrollo del individuo, no solo por el beneficio económico que le pueda aportar, sino porque va a formar parte de su ser, lo va a modular, lo va a transformar, constituyéndose en el pilar básico de su evolución.

¿Y cómo trasladamos todo esto a San Blas-Canillejas? En primer lugar, tomando en consideración que es un distrito con muchísima diversidad, en el que conviven muy distintos grupos sociales. Educar en medio de tanta desigualdad es algo muy complejo, que obliga al profesorado a un esfuerzo extra para poder acercarse a aquellos que, por las circunstancias que sean, llegan a las aulas con menos conocimientos y, por ende, con menor capacitación. Un claro ejemplo es el Valle Inclán, en donde conviven niños de 13 nacionalidades, evidentemente procedentes de países con un bajo, en ocasiones nulo, desarrollo educativo.

¿Qué podemos hacer para encauzar esto? Para empezar, cualquier cosa que no sea nada. Y eso conlleva tomar conciencia de que existe un problema y que debemos buscar soluciones. Y en ese plural es donde puede estar el inicio de la solución. Es muy fácil echar en este apartado la culpa a las administraciones, que la tienen, y al profesorado, que en ocasiones también. Es cierto que es una barbaridad que España haya tenido que padecer el cambio de cinco leyes educativas, a veces antagónicas, durante la democracia (la de 1970, que se prolongó hasta el 85, procedía de la etapa franquista), pero más cierto es que nos encontramos ante una sociedad abúlica, que no suele tener en cuenta este apartado cuando acude a las urnas a votar.

La sociedad tiene que tomar conciencia de que el problema de la educación es su problema. Y de que las familias, no solo los políticos, ni las ideologías, forman parte de su solución. En ellas está el trabajo de inculcar a los niños la importancia de la educación. En ellas está el enseñarlos a respetar a los profesores. En ellas está aceptar que sus hijos tienen que entender que el esfuerzo y el meritaje son necesarios en la vida y olvidarse del proteccionismo, porque de lo contrario, lo único que van lograr es cercenar su crecimiento.

Pardo Bazán citó una frase sobre la educación de la mujer de su tiempo, la cual, explicaba, no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”, Tengamos cuidado, porque el proceso deseducativo en el que nos encontramos, por mucho que lo adornen, nos está conduciendo a todas, y a todos, a eso que la gran Emilia describió como doma. En España, en Madrid y en el distrito.