Unas elecciones cruciales, también para SBC

El próximo 4 de mayo se celebrarán las elecciones a la Comunidad de Madrid. Una convocatoria, dadas las circunstancias, trascendental no solo para la región, sino también para España. Pero también para nuestro distrito. Estamos en tiempos en los que lo macro engarza con lo micro con tal interdependencia que muchas veces es difícil saber si es lo uno lo que sustenta a lo otro o es lo otro lo que sustenta a lo uno, máxime con las amplias competencias con las que están dotadas en nuestro país las comunidades autónomas. Mucho, por lo tanto, de lo que se forje en el gobierno de Sol afectará directamente a 158.166 ciudadanos, según datos del censo, que viven en San Blas-Canillejas: 27.958 en Simancas, 9.517 en Hellín, 8.575 en Amposta, 24.211 en Arcos, 31.677 en Las Rosas, 16.693 en Rejas, 28.584 en Canillejas y 11.351 en El Salvador. Con una edad media de 42,7 años. Con algo más de mujeres que hombres, alrededor de 8.000. El 13,8 de la población es de procedencia extranjera.

Unas elecciones trascendentales en gran parte porque son diferentes. Desde la posguerra, nuestra sociedad no había tenido que enfrentarse a una situación como esta, con una pandemia que hace poco más de un año nos asustaba porque tal vez se prolongaría hasta Semana Santa y que una Semana Santa después nos tiene asustados y bloqueados: el paro se ha disparado, las colas de hambre empiezan a ser habituales en nuestras calles, multitud de comercios han cerrado indefinidamente y muchos otros no saben hasta cuándo podrán aguantar.

Por eso, ahora más que nunca estamos ante la gran oportunidad de valorar gestiones y actuaciones, es decir, de juzgar si hemos sido bien gobernados y de si los que (parafraseando a uno de los padres de la Constitución, Gabriel Cisneros, cuando dirigiéndose la bancada opuesta, sentenció: “Vosotros, también sois Gobierno”) han estado en la oposición han contribuido adecuadamente al buen funcionamiento de la gobernanza. Pero hay algo más. Es cierto que estamos ante un problema de todos y que la sociedad entera, desde todos sus extractos, empresarios, trabajadores, asociaciones, sindicatos…, tiene que poner la máxima contribución. Pero más cierto es que en ello las administraciones, y por ende, sus gobiernos, tienen un papel esencial, lo cual nos obliga a ser más exigentes que nunca. No estamos ante unas elecciones cualquiera en las que si los que resultan elegidos lo hacen mal los cambiamos en las próximas y ya está. Estamos en un momento crucial en el que necesitamos de los más capaces y de los más selectos, no para que nos saquen de esta, no seamos tan optimistas, pero por lo menos para que allanen el camino para el inicio de una recuperación firme y duradera.

La democracia nos da esta responsabilidad. Nos corresponde pues a nosotros, a los ciudadanos, en un complejo ejercicio de exigencia y ponderación, con nuestro voto elegir a los mejores. Si la cosa sale mal, de nada servirán falsas excusas del tipo “esto no lo hemos traído nosotros” empleadas en la crisis de 2008, queriendo camuflar nuestra responsabilidad. Fuimos cómplices de ella porque, con nuestros votos, aupamos o mantuvimos a una serie de gobiernos que con su gestión la trajeron o fueron incapaces de evitarla por lo menos en las dimensiones en las que llegó. Detrás de nuestro voto hay un barrio, un distrito, una ciudad, una región, una nación; una multitud de personas, con nombres y apellidos. Es nuestro momento. No podemos fallar.