Cuando la ciencia se deja iluminar por las musas
La noticia de que un centro escolar ubicado en nuestro distrito, el IES Las Musas, haya sido elegido por la embajada de Israel para llevar a cabo un proyecto científico, el lanzamiento de una nanosatélite, bautizado con el nombre de ‘Las musas y las estrellas’, y que este se lleve a cabo por un grupo de alumnos no es un hecho aislado. Sí, sin duda, tenemos que ser generosos con la diosa fortuna por haber sido tan generosa al tocar con sus caprichosas alas un instituto de un distrito humilde y lleno de contrastes como el nuestro. Pero las cosas no solamente se producen porque sí. Casi siempre precisan del empujoncito de vientos a favor que habitualmente no sabemos por qué llegan, pero para que el efecto de estos fructifique es necesario que barcos y velas estén preparados para las consecuencias de su llegada.
Y en el IES Las Musas se daban plenamente las circunstancias. La propia embajadora comprobó in situ, antes de dar el visto bueno a su proyecto, que el lugar reunía las condiciones necesarias para que prendiera la ciencia. La dirección había convertido lo que antaño era un descampado marcado por una valla en una sucesión de espacios verdes y polideportivos bañados por una luz que penetraba sin ningún tipo de timidez en las aulas, en las que las barreras de ladrillo han dado paso a transparentes paredes de cristal que invitan a que todo pase, incluso las ganas de conocimiento que tienen que tener los alumnos.
Y es que como en la película de Coppola, ‘La ley de la calle’, los peces que se comían los unos a los otros, en la escena en la que aparecía el color, lo hacían porque estaban en una pecera sin espacio ni luz. Cuando estaban en el río, sin estas ataduras, no lo hacían. Ahí está el éxito de la dirección del instituto, no solo reconocido por la embajada de Israel, sino por las excelentes calificaciones que tienen sus alumnos en Selectividad: en saber valorar que el terreno de juego es inherente al rendimiento científico; que todo forma parte de una estructura y que por mucho que nos esforcemos en fomentar una de sus aristas, este no es un hecho aislado sino un elemento que vive en interacción con una serie de elementos condicionantes como son espacio, luz y estructuración.
No son temas menores, ni muchos menos, el propio lanzamiento del nanosatélite, que se lanzará; la ruptura de la brecha de género con la participación del alumnado femenino; que se ha roto; la dotación de un buen objetivo al mismo, como la lucha por el medioambiente, que se ha determinado; el lograr que chicos tan jóvenes hayan desterrado de sus cabezas que la ciencia es algo monótono y aburrido, que también se ha conseguido… Todos estos planteamientos, inherentes al proyecto, tienen una grandísima importancia. Pero lo más importante de todo, máxime en una país que cada año es golpeado por la EPA, ocupando unos preocupantes lugares en el plano educativo internacional, es que se entienda que el gran motor de la educación y de la incentivación del alumnado no está en mamotréticos planes de enseñanza, sino en entender algo tan simple como que el conocimiento tiene que estar integrado en sus propios orígenes: la luz y la naturaleza. Luego, jugando con el espacio, conseguimos la estructura que nos permitirá tener unos jóvenes más abiertos al estudio y con resultados más brillantes. Escuchemos a las musas.