José Antonio Expósito, el profesor que revolucionó la enseñanza
Hace un año Página del Distrito despedía con gratitud a José Antonio Expósito, tras su jubilación al frente del IES de Las Musas durante los últimos diez cursos y tras ser condecorado con la Orden de Alfonso X el Sabio por el Ministerio de Educación.
En septiembre, Expósito publicó La rebelión de Las Musas (Debate), un libro que está teniendo una repercusión extraordinaria en todos los medios de comunicación y, por supuesto, entre la comunidad educativa. En él, el director narra cómo un modesto instituto de un barrio de Madrid se convirtió en referente educativo nacional en apenas unos años. ¿Cómo fue posible un cambio semejante? ¿Cuál fue su receta? Y, sobre todo, ¿es viable replicar el «método Musas» en otros centros de diferentes lugares?
Expósito, tras una larga experiencia docente de más de treinta años, asumió la dirección de Las Musas en 2015. Durante una década desarrolló una transformación material e ideal de su centro. Aunó a un profesorado valiente, a familias que creyeron en un ideario formativo y a un alumnado audaz hasta alcanzar una enseñanza de alta calidad en una escuela pública. Forjó un proyecto colectivo que encandiló e involucró a todos.
Este libro, a diferencia de otros ensayos sobre educación, no expone una utopía. Es la crónica de una experiencia viva realizada por una entusiasta comunidad educativa.
El proyecto consistió fundamentalmente en rehumanizar la enseñanza, en recuperar lo elemental: la relación confiada y bella entre profesores y discípulos. Y en que ambos adquirieran el protagonismo perdido. Para ello, el programa educativo se basó en tres pilares: bondad, que genera paz y armonía; belleza, porque el ser humano posee una ineludible dimensión artística; y bien común, porque nuestro bienestar, expresa el autor, también depende de los demás. Los profesores se convirtieron en mentores que convivían con sus pupilos en el proceso de aprendizaje, en viajes, comidas, charlas o prácticas deportivas.
Mediante una sucesión de innovadores programas educativos, Las Musas se transformó en un lugar atractivo para adolescentes y profesores con aulas de cristal en las que la luz y la transparencia alumbraron una nueva pedagogía. Los alumnos abrazaron la ciencia y la exploración más puntera en el Bachillerato de Investigación, guiados por los científicos más brillantes del país del CNIO, CNIC, CIEMAT, CSIC, INTA, etc. También, se convirtieron en cooperantes y voluntarios en más de una quincena de ONG. Y Las Musas fue reconocida como Escuela Referente de UNICEF.
Una editorial y hasta una discográfica del instituto permitieron que alumnos y profesores publicaran sus sueños en libros o discos. Se fomentaba una enseñanza universal que propició encuentros y acuerdos con otras escuelas de España, Europa o América. Y como fruto de todo ello, Las Musas fue nombrada Escuela Embajadora del Parlamento Europeo.
Se abría así una ventana al mundo en una barriada madrileña por la que sus jóvenes ensanchaban sus expectativas y sus vidas. Los «musos» culminaron cuatro expediciones a la selva de la Amazonía ecuatoriana, llegaron hasta Moscú o a las cataratas del Niágara en Canadá, en unos insólitos y enriquecedores intercambios escolares. Se soñó tan alto en esta escuela que incluso intentaron lanzar un nanosatélite al espacio. Y aunque no alcanzaron las estrellas, sí lograron instalar la primera estación de seguimiento aeroespacial en una escuela de secundaria en Europa y que sus alumnos se apasionaran con estudiar ciencia. Premios, distinciones y apariciones en los medios de comunicación atestiguaban que otra enseñanza distinta era posible, estaba sucediendo. El instituto pronto cosechó los mejores frutos académicos y humanos, y también se aupó hasta los primeros puestos en selectividad: alumnos y centro número uno en varias ocasiones.
Para promover este «método Musas» de concordia y calidad educativa, se fundó una asociación nacional de institutos (con sede social en Las Musas), que impulsaran en sus aulas la ciencia y la investigación (AINVES). Son ya más de veinte centros asociados repartidos por toda España. Expósito desgrana que la inspiración de muchas de estas ideas y programas surgió tras observar atentamente la minucia y el esmero con que trabajaban sus profesoras de Formación Profesional con los alumnos en laboratorios y talleres. También expresa, a través de su singular pedagogía poética, una nueva manera de abordar la educación: más humana, cordial, emocionante y libre. Y reconoce que para ello, la implicación de las familias del barrio ha sido clave. Un día una madre escribió al instituto un mensaje que aún perdura en la memoria de todos: «Seguid así, sois el orgullo de todo el barrio». Nunca un claustro obtuvo mayor reconocimiento.