Las Tertulias de La Gradona: “Ciudad Pegaso, camiones y fútbol”
En esta edición, Página del Distrito se ha centrado en contemplar a Ciudad Pegaso no solo como un lugar, sino como un espacio lleno de memoria, identidad y transformación. Hemos querido conversar sobre un barrio que nació con un propósito industrial y terminó construyendo una comunidad con un equipo de fútbol histórico. Para reflexionar y compartir vivencias hemos contado con la estimada colaboración de: José Ramón Cerón, ex director Factoría ENASA; Carlos García, ex directivo CD Pegaso; y los ex jugadores del Club Deportivo Pegaso, Alfredo Santaelena, y Sebastián Martínez (Sebas I).
¿Qué significa Pegaso para ustedes?
José Ramón Cerón (J.C.): Pegaso es una marca con una historia muy importante detrás, no una empresa como muchos suelen pensar. He leído algunos artículos que tienden a confundir ENASA, la empresa estatal de automoción que dio origen a la marca, con Pegaso, que en el contexto deportivo y social representa algo mucho más simbólico. Para mí, Pegaso siempre ha sido algo muy cercano, no solo en lo sentimental sino en lo vivencial. Yo crecí en la Ciudad Pegaso, una comunidad que marcó profundamente mi infancia y juventud. Conservo grandes recuerdos de aquellos años, y muchos de mis amigos actuales vienen de esa etapa. Desde el punto de vista deportivo, el Club Deportivo Pegaso ha sido, sin duda, una de las entidades más destacadas y emblemáticas no solo del fútbol madrileño, sino del panorama nacional.
Carlos García (C.G.): Ciudad Pegaso representa mucho más que un simple lugar en el que he vivido. Aquí he nacido, me he criado y he formado la base de quién soy hoy en día. Cada rincón del barrio tiene un significado especial para mí: las calles donde jugaba de niño, los parques donde hice amigos, la gente con la que compartí tantas experiencias, todo forma parte de mi historia personal. Tuve, además, el privilegio de ser directivo del Pegaso, una responsabilidad que asumí con orgullo y pasión, sabiendo lo que significaba para tantas personas. Todo lo que he logrado en la vida tiene sus raíces aquí, y por eso siempre llevaré a Ciudad Pegaso en mi corazón.
Alfredo Santaelena (A.S.): Para mí, el Pegaso fue mucho más que un equipo de fútbol. Fue el que me brindó la primera gran oportunidad de mi vida, no solo a nivel deportivo sino también en el plano personal. Allí encontré un entorno que me permitió formarme, crecer como persona y desarrollarme como futbolista desde una edad muy temprana. Llegué al club con apenas once años y me fui con veintiuno, ya convertido en un joven preparado para asumir nuevos retos. Fueron diez años que marcaron mi trayectoria, y durante ese tiempo establecí relaciones muy valiosas. Mucha de la gente que me ayudó a alcanzar mis metas más altas estaba vinculada de una u otra manera al Pegaso. No hay duda de que una parte importante de lo que he conseguido en el fútbol se lo debo a ese club.
Sebastián Martínez (S.M.): Guardo un recuerdo lleno de afecto hacia el Pegaso. Cuando terminé mi etapa en el Numancia, me encontré en un momento crucial de mi carrera, con varias opciones sobre la mesa. Consulté con personas cercanas y muchos de ellos me recomendaron considerar al Pegaso como una alternativa sólida y valiosa. Fue una decisión que tomé con ilusión, y no me equivoqué. Desde el primer momento me sentí muy a gusto con la gente del club, con su forma de trabajar y con el ambiente familiar que se respiraba. Tanto fue así, que acabé quedándome cinco años, una etapa muy significativa y feliz de mi vida deportiva. Disfruté muchísimo, me sentí valorado y parte de algo especial.
José Ramón Cerón:
“Ciudad Pegaso fue un verdadero modelo de comunidad”
¿Qué recuerdos tienen de los comienzos de la colonia?
(J.C.): Recuerdo perfectamente que el principio de la convivencia en la colonia era muy cordial. La colonia estaba organizada en tres niveles de vivienda muy bien diferenciados. En la parte superior estaban los chalets con parcela, que estaban destinados a los directivos de la empresa. Luego había un nivel intermedio para los jefes de sección o los segundos mandos, y finalmente un tercer nivel para los trabajadores, donde la mayoría de la plantilla vivía con sus familias. Todo aquello fue realmente un experimento, una especie de modelo urbanístico y laboral que ya se había puesto en práctica en otras regiones de España y que había dado buenos resultados. Y la verdad es que aquí funcionó a la perfección.
(C.G.): En Pegaso teníamos absolutamente todo lo que podíamos necesitar para vivir bien. En la mayoría de las ocasiones no era necesario desplazarse al centro de Madrid. Se podía hacer vida completamente dentro de la colonia sin que faltara nada. En aquellos años, es verdad que no siempre te llevabas con todo el mundo, pero existía un sentimiento muy fuerte de pertenencia. Cuando alguien tenía un problema o necesitaba ayuda, no importaba quién fuera: todos los vecinos se volvían como una familia. Había una solidaridad natural, como si todos formáramos parte de algo más grande. Fue una época muy especial.
(A.S.): Yo nunca llegué a vivir en Pegaso, pero sí tengo recuerdos muy vivos porque mi padre trabajaba allí. Una de las cosas que más me ilusionaban cuando era niño era cuando mi padre me recogía en el colegio para llevarme al entrenamiento. Sabía que al final me esperaba la ciudad deportiva del Pegaso. Siempre había soñado con jugar en un campo de césped natural, como los de los equipos grandes, y el del Pegaso era así. Cada vez que íbamos, antes de entrenar, me daba una vuelta por el estadio para verlo desde fuera.
(S.M.): Cuando era niño vivía en Canillejas, y uno de nuestros pasatiempos favoritos era acercarnos a las vías del tren, en el punto exacto desde donde se podía ver el estadio del Pegaso. Era como una especie de aventura. Nos escondíamos entre los matorrales o detrás de algún muro, y desde ahí nos quedábamos un buen rato simplemente observando el campo desde la distancia. Nos fascinaba ver ese césped natural, tan verde, tan bien cuidado, que contrastaba con los campos de tierra en los que nosotros solíamos jugar. Para nosotros, aquello era como un estadio de Primera División.
Carlos García:
“Hace años los vecinos de Pegaso éramos una gran familia”
¿Se ha perdido con el tiempo el espíritu inicial de Ciudad Pegaso?
(J.C.): Diría que cada vez se percibe menos, aunque el espíritu original de Ciudad Pegaso todavía se mantiene en ciertos aspecto. Las generaciones más mayores, que fueron las que realmente forjaron esa identidad comunitaria tan característica, han ido desapareciendo con el paso de los años. Muchos de nosotros, sus hijos, también hemos optado por marcharnos a otros lugares en busca de nuevas oportunidades o por circunstancias de la vida. Sin embargo, entre los que decidieron quedarse, aún se puede ver algún destello de aquel espíritu de unidad, de pertenencia al barrio y de apoyo mutuo que tanto nos marcó durante años.
(C.G.): Creo que el espíritu original no se ha perdido del todo. Es cierto que queda poco si lo comparamos con sus inicios, pero a pesar de las numerosas transformaciones que ha atravesado el barrio, esa identidad que se creó desde el principio continúa latente. Ciudad Pegaso fue concebida con un sentido comunitario muy fuerte, y todavía hoy se puede respirar esa voluntad colectiva de cuidar lo que es de todos, de proteger lo compartido y de seguir cultivando las tradiciones que nos dieron forma. Aunque más silenciosa y quizás menos visible que antes, esa esencia sigue viva en muchos vecinos y vecinas.
(A.S.): Sí, algo de ese espíritu fundacional aún permanece, aunque tengo que reconocer que ya queda muy poco de lo que fue en su origen. Con el paso del tiempo, los hijos de los primeros residentes hemos ido buscando otros lugares para vivir, por distintas razones, y eso ha ido diluyendo un poco ese sentimiento de pertenencia tan fuerte que había. Sin embargo, hay personas que nunca se fueron, que decidieron quedarse en Ciudad Pegaso y, gracias a ellas, se ha logrado mantener viva esa llama, aunque sea en una pequeña parte.
(S.M.): Responder a esta pregunta no es fácil, sobre todo porque los tiempos han cambiado mucho. Es probable que la esencia de Ciudad Pegaso siga presente, pero transformada, adaptada a las nuevas realidades que vive el barrio. En aquellos primeros años, Pegaso era una colonia única, con una forma de vida muy particular basada en la cercanía, la solidaridad y una fuerte identidad común. Hoy, esas dinámicas ya no son tan evidentes, pero eso no significa necesariamente que hayan desaparecido, sino que pueden haberse transformado en nuevas formas de convivencia que aún guardan algo de aquel espíritu inicial.
Alfredo Santaelena:
“El Pegaso me formó como persona y futbolista”
¿Qué recuerdos tienen del Club Deportivo Pegaso?
(J.C.): Recuerdo que muchos de los trabajadores de la empresa en los años 60 eran entusiastas del fútbol. El periodista Ángel Buendía llegó un día y propuso crear un equipo federado. El primer campo de fútbol fue ahí mismo en la fábrica, en el que allanaron un descampado y pusieron 2 porterías. El equipo empezó a llevar una camiseta que imitaba los colores del Sabadell porque en la directiva había un catalán. El club empezó a crecer hasta lo que conocemos ahora.
(C.G.): Siempre ha sido un club maravilloso. Me acuerdo de que la fábrica tenía unos proyectos muy ambiciosos con la creación de un estadio muy potente. Lo que pasa es que no tuvieron en cuenta de que muy cerca estaba el aeropuerto y el sistema de luces tenía que ajustarse a unos formatos limitantes. Entonces, tuvimos que olvidarnos de la idea de las luces y tuvimos que entrenar a las cuatro de la tarde. Esto implicaba que muchos jugadores no pudieran compatibilizar el trabajo con el fútbol porque a muchos no les daba tiempo. Era una pena porque el club tenía proyección y se perdieron muchos jugadores por el horario.
(A.S.): Llegar a jugar en Segunda División B no es algo que ocurra por casualidad. Se necesita hacer muchas cosas bien, y el Pegaso lo hizo durante años. Era un club serio y muy comprometido con lo que prometían a sus jugadores. Siempre cumplía con su palabra, especialmente en los pagos, algo que en aquel tiempo no era tan común. Yo siempre digo que tuve la fortuna de jugar en Primera División, pero también compartí vestuario con futbolistas increíbles que nunca llegaron tan alto. Muchos de ellos los conocí en el Pegaso. Por eso guardo un enorme respeto y cariño por ese club: no solo por lo que logró, sino por el tipo de gente que lo formaba.
(S.M.): Cuando pienso en el Club Deportivo Pegaso, me viene a la mente una época dorada del fútbol de barrio. No solo era un equipo de fútbol, era el corazón de Ciudad Pegaso, un símbolo de identidad para los vecinos y todos los trabajadores que estuvimos ahí. Recuerdo que en la primera liga federada los equipos no querían venir porque siempre les ganábamos. Eso mismo se trasladó al estadio y ver cómo aquellos domingos en el estadio de la Ciudad Deportiva Pegaso, donde las gradas se llenaban de familias enteras animando, era mágico.
Sebastián Martínez:
“El espíritu sigue aunque adaptado a los nuevos tiempos”
¿Por qué desapareció el club deportivo?
(J.C.): En aquellos primeros años, no contábamos con el respaldo ni el compromiso de los directivos, quienes se mantenían al margen. Esto obligó al presidente a buscar soluciones por su cuenta. Prácticamente todos los fondos necesarios para el funcionamiento del club salían directamente de la fábrica, que en aquel entonces era el único sustento económico del equipo. A pesar de todo, el equipo logró una hazaña importante al ascender a la Tercera División, lo que supuso un salto cualitativo importante. Entrar en categoría nacional no solo elevaba el nivel deportivo, sino que también aumentaba el prestigio del club. Sin embargo, el club llegó a subir a 2ªB, pero tuvo que renunciar a la plaza por falta de presupuesto.
(C.G.): La cuestión económica fue un factor determinante en toda la historia del club. Desde el primer partido que jugamos en la categoría regional hasta el último encuentro, tuvimos que pelear constantemente para mantener al equipo a flote. No fue solo una cuestión de dinero, sino de supervivencia. Cada temporada implicaba una lucha contra la escasez de recursos. Recuerdo especialmente la temporada 1990-1991, cuando la situación se volvió aún más complicada. En ese momento entraron en escena los inversores italianos, quienes no tardaron en advertirme que me olvidara de las subvenciones que solíamos recibir. Aquello fue un golpe muy duro, porque estábamos acostumbrados a contar con ciertas ayudas, y de repente nos encontramos sin margen de maniobra.
(A.S.): Todo empezó a torcerse cuando vendieron los terrenos del estadio, allá por los 90, después de que Fiat comprara ENASA. En cuanto les interesó más el valor del suelo que el valor sentimental del club, lo sacaron de su sitio y lo mandaron a Tres Cantos. Ahí ya se rompió el vínculo con la gente. El equipo perdió su esencia, su afición, sus raíces. Lo que vino después fue una gestión que no estaba acorde a la proyección del equipo y por eso mismo no se quiso subir a la siguiente categoría. Lo peor es que ni siquiera hubo una despedida digna. Un club que había dado tanto al fútbol madrileño se apagó sin ruido.
(S.M.): Cuando la fábrica se desentendió del equipo, nos metimos gente del barrio para apoyar. Lo que pasa es que había dos cosas que a nosotros no nos quedaban claras. Por un lado, por qué nos teníamos que ir del campo; y por otro lado estaba el bingo. La fábrica quería que desapareciera el club pero el bingo no.