Paz en nuestras calles y paz en nuestras redes

Nos acontecimientos violentos y delictivos acaecidos durante el pasado mes de octubre, que han concluido con varios detenidos, han puesto a San Blas-Canillejas en un centro de atención que nunca hubiéramos deseado tener. Lamentablemente para nuestro distrito, los medios de comunicación locales, y en algunos casos también nacionales, han informado de una serie de algaradas protagonizadas por grupos de personas de ideas dispares que inculpaban de unos hechos en gran parte desconocidos a otras, sin que sus acusaciones estuvieran sustentadas en pruebas ni tuvieran el respaldo de fuentes oficiales o de informaciones serias y contrastables.

¿Qué había pasado? ¿Quiénes eran los culpables? ¿Cómo había que proceder? No se sabía con exactitud, pero el magma de noticias inconclusas e imprecisas vertidas desde las redes sociales empezó a alimentar otra violencia que empezó a impregnar las calles de odio y sinrazón, movilizando a turbas contra enemigos imaginados a los que ni tan siquiera se les había concedido el más mínimo derecho a la presunción de inocencia y obligando a las autoridades a intervenir, movilizando un despliegue policial para garantizar la seguridad en la zona.

Es decir, que unos hechos violentos aún desconocidos, pendientes de ser juzgados, dieron origen a otra violencia gracias a una serie de mensajes difundidos principalmente desde las redes sociales. ¿Con qué finalidad? No es momento de juzgar esta cuestión ahora. Pero si la pretensión, que no era otra que el fomento del enfrentamiento y del odio en nuestras calles. ¿Y quién gana con esto? No vamos a sustentar nuestro planteamiento en incontrastadas sospechas, como hacen ellos. Pero lo que sí sabemos es quién pierde. Pierde un distrito de casi 200.000 mil habitantes que quiere vivir en paz. Pierde el estado de derecho, que durante unos días se ha visto resquebrajado al verse vulnerado uno de los derechos fundamentales que lo sustentan: el de que hay que demostrar la culpabilidad, no la inocencia. Y pierde nuestra economía, ya de por sí gravemente castigada, por la mala imagen que se ha transmitido desde nuestras calles.

Ahora es momento de frenar la irracionalidad, que debe venir de la confianza en los profesionales que se dedican a perseguir y juzgar a los delincuentes: policías y jueces. Pero debe venir también de la confianza que debemos tener en nosotros mismos como seres inteligentes. No nos podemos dejar llevar por lo primero que llegue a nuestro celular sin previamente pasarlo por el filtro de la razón. Como dice el presidente del Movimiento contra la Intolerancia en una entrevista que publicamos en esta edición, “libertad de expresión no es libertad de agresión”. Las calles de San Blas-Canillejas son un sitio de paz. También deben serlo sus redes.