Una nueva etapa, también para la economía del distrito
Parece que surge la luz. La decisión de la Administración de quitar la obligatoriedad del uso de las mascarillas, salvo las consabidas excepciones, va mucho más allá de la liberación que este hecho implica. Es, en gran parte, la señal que todos esperábamos para saber que, por fin, hemos superado lo más grave de la pandemia y que a partir de ahora empieza una nueva etapa en nuestras vidas, que esperamos se parezca lo más posible a la que disfrutábamos antes de marzo de 2020.
Y parte esencial de esa vuelta a la normalidad que anuncia la no obligatoriedad de llevar mascarillas es la economía. De entrada, es bueno que el foco informativo traslade su atención de los hospitales a los mercados. Cierto es. Pero no menos cierto es que estos regresan con unos nubarrones de incertidumbre que a todos inquietan y a no pocos agobian. La previsión del Banco de España de llegar a una inflación del 7,5% es para muchos sectores, entre ellos el pequeño comercio y las clases más desfavorecidas, una muy preocupante noticia. El desorbitado incremento de los precios tendrá una directa relación con el consumo, afectando por un lado a la adquisición de productos básicos y necesarios y a la propia regeneración de la economía.
San Blas-Canillejas no puede ser una excepción a esa nueva realidad, máxime cuando se trata de un distrito heterogéneo, plagado de singularidades y de contrastes. En ese sentido, sabiendo que no hay varitas mágicas, lo más importante tal vez sea saber que la recuperación sea obra de todos. Empezando por lo más básico, empeño no va a faltar a las asociaciones y particulares que llevan tiempo trabajando con los más desfavorecidos. Ayudas de las distintas administraciones a los que han tenido el infortunio de caer en este sector entendemos que tampoco faltarán. Pero lo realmente importante es que el motor de la recuperación esté bien engrasado y empiece a rugir con fuerza. Y ahí está el otro gran sector, ahora duramente castigado por la inflación, imprescindible para que todo vuelva a fluir: el pequeño comercio. Si nos saltamos el paso de su aportación va a ser muy difícil que la economía de un distrito como el nuestro crezca adecuadamente. Por su aportación al PIB, por la creación de puestos de trabajo, por mantener el espíritu de barrio… Sí, es verdad que está acostumbrado a sobrevivir a todo tipo de crisis, pero esta es diferente. Por eso, más que nunca, ahora necesita la ayuda de todos: de las administraciones, de la Junta, independientemente de sus competencias, y de nosotros, de los vecinos, para, con nuestras compras, mantener algo que también es nuestro. Al fin y al cabo se trata de añadir a la economía un poco de proximidad, cariño y humanidad. Seguro que la fórmula funciona.
Economía verde
Por otra parte, en la edición de este número llevamos a nuestras Tertulias de La Gradona la situación de la ecología en el distrito. Al margen del gran valor que en sí conlleva esta cuestión, tanto por cuestiones medioambientales como de salud, hay otro importante, que es apuntado por algunos tertulianos. Tanto la adecuada protección de Las Lagunas de Ambroz, un humedal dotado de una fauna y flora únicas en la ciudad de Madrid, como la construcción de un anillo verde, anunciado en el artículo, que enlazara los parques de La Quinta de Torre Arias, La Quinta de los Molinos y el Capricho, supondría para San Blas-Canillejas convertirse en la vanguardia de la economía madrileña en el apartado ecológico. Los tiempos cambian y el tradicional turismo de sol, playa e incluso arte está dando lugar a otras elecciones por parte de los demandantes, y una de ellas es la ecología. Ambos proyectos, la adecuada conservación del humedal y el anillo, convertirían a nuestro distrito en un destacadísimo lugar en lo que compete al turismo verde, con la consiguiente contribución en creación de empresas y puestos de trabajo, así como en su positiva incidencia en los negocios que ya existen. Vitoria hace unos años marcó el camino, y son muchos los turistas que recibe esta ciudad por este motivo. No debería asustarnos el reto, ya que, si medimos la diferencia en número de población, no estamos tan lejos: a menos de 100.000 habitantes.