Out por el coronavirus

En circunstancias normales, una mañana de sábado cualquiera desde febrero a mayo los batazos resuenan en el colegio María Moliner. Jóvenes peloteros, guantes en mano, se agrupan en los equipos que disputan la competición madrileña de béisbol en categoría alevín. El COVID-19 también se ha llevado por delante esta actividad deportiva.

Con varias jornadas disputadas, a mediados de marzo llegó el parón. La suspensión de toda actividad deportiva y el cierre de los colegios hizo inevitable que también la liga alevín de béisbol se interrumpiera. Desde hace algunos años la competición se desarrolla en las instalaciones del colegio María Moliner. Ojalá pueda retomarse en algún momento este mismo año, pero de momento todo está en el aire.

Beísbol en el María Moliner

El béisbol estuvo estrechamente vinculado a San Blas durante mucho tiempo en el último tercio del siglo pasado. Desde hace un lustro, la conexión entre el barrio y el deporte de los bates, los guantes, las pelotas y las bases se ha reactivado. El Centro de Educación Infantil y Primaria María Moliner acoge en sus instalaciones la liga alevín de béisbol y tres colegios, El Sol, República de Chile y el propio María Moliner, lo imparten dentro del Programa de Escuelas Municipales de Promoción Deportiva. En total son 26 los centros que cuentan con monitores y entrenadores que enseñan este interesante deporte por todo Madrid. Una cifra nada despreciable si se tiene en cuenta el, por desgracia, escaso arraigo y conocimiento de esta disciplina en nuestro país.

El estadio emblemático de béisbol de la capital, La Elipa, tiene prevista su reapertura este año después de cuatro en obras para su mejora. En todo este tiempo ha sido el colegio María Moliner el lugar donde se ha concentrado la competición de los beisboleros más jóvenes. La instalación adecuó en 2017 un pequeño campo de tierra de fútbol 7 en desuso para la práctica del béisbol. Se levantó la malla (backstop) que delimita el campo por detrás de la zona de bateo (home), se emplazaron las cuatro bases que conforman el cuadro del diamante y se acondicionaron banquillos para los equipos a ambos lados de las líneas que marcan la zona válida del terreno de juego.

Beísbol en el María Moliner

Unos sesenta chicos y chicas del barrio han tomado contacto con el deporte desde que el colegio solicitó que se impartiera dentro del programa de promoción deportiva. Este año hay 14 inscritos que, salvo por causa de fuerza mayor, no faltan a sus entrenamientos de una hora los lunes y miércoles al salir de clase. El béisbol es un deporte complejo cuando los practicantes están en la fase de iniciación, pero que les engancha a medida que van adquiriendo las habilidades básicas. No es sencillo aprender a capturar pelotas con un guante que se coloca en la mano menos hábil -los jugadores necesitan su extremidad más útil para lanzar la bola fuerte y con precisión-, ni es fácil golpear acertadamente una pelota cuando nunca se ha agarrado un bate. Pero es impagable la mueca de satisfacción que ilumina la cara de los chicos cuando consiguen atrapar una bola elevada (fly) o en el momento en el que conectan un buen batazo que envía la pelota lejos del alcance de los jugadores del equipo contrario (hit).

Una parte del béisbol que llama mucho la atención de los jóvenes cuando comienzan a jugar son los implementos necesarios. Además de la gorra, elemento distintivo común en la indumentaria de todos los peloteros, guantes y bates, también son imprescindibles los cascos para el bateador y los corredores, así como las protecciones que se pone el receptor (catcher) -jugador que debe atrapar la pelota que envía el lanzador (pitcher) y que debe intentar batear el contrario- para evitar que un pelotazo pueda dañarle: careta, peto y «chingalas» (defensas para las piernas). Con todos los útiles en su sitio, los equipos estarán listos para empezar a jugar cuando el árbitro grita: «juego».

El béisbol en pocas palabras

En el béisbol dos equipos de nueve jugadores se alternan en labores de ataque -bateo y corrido de bases- y defensa -captura de la bola bateada y tiro a la base para eliminar al corredor- hasta nueve veces, que es el número de entradas (innings) que conforman un partido. En el caso de los alevines, suelen jugarse cinco o seis, a lo sumo. Una vez que el equipo a la defensiva consigue eliminar a tres atacantes, los papeles se invierten. Y así sucesivamente. Para anotar las carreras, que son los «puntos» que se cuentan en el marcador, los jugadores deben ser capaces de recorrer las cuatro bases sin que les eliminen. El equipo que suma más carreras al término de la última entrada es el vencedor del partido.