Cuando la derecha pone sus manos sobre Torre Arias, la Quinta está en peligro
El barrio de Canillejas alberga entre sus calles un tesoro con varias joyas: una de ellas es una Quinta de dieciséis hectáreas, que debe su nombre a sus dueños, los condes de Torre Arias. En 1986, siendo alcalde Juan Barranco, el Ayuntamiento de Madrid firmó un convenio con los propietarios para que ésta pasase a ser propiedad del pueblo de Madrid, ya que se establecía que la finca sería destinada a parque público y servicios a la ciudad, a cambio de la recalificación como urbanizables de unos terrenos anexos de más de 170.000 m2.
Tras este acuerdo, los condes siguieron disfrutando del usufructo de la finca hasta su muerte, en octubre de 2012. Ocho meses después, el Ayuntamiento la recepcionó, en junio de 2013. Meses antes, el gobierno del PP anunciaba su intención de abrirla al público “en breve”, y buscar “una solución para el palacio que sea de interés tanto para la fundación como para el Ayuntamiento”, reconociendo necesaria una rehabilitación para su puesta en uso dado su deterioro.
Sin embargo, poco tiempo después, en 2014, el PP negoció con una entidad privada, la Universidad de Navarra, quien tenía prevista la apertura de una clínica hospital en las inmediaciones, la instalación de una de sus sedes en los edificios de la finca. El acuerdo se basaba en que el Ayuntamiento cedería el uso, a cambio de que la universidad rehabilitase las edificaciones, para lo que aprobó un Plan Especial que permitía esta actuación, autorizando también la demolición de algunos edificios y la construcción de un aparcamiento.
La fuerte oposición vecinal y de los grupos políticos, PSOE e IU, que exigíamos el uso público de las edificaciones, consiguió parar el proyecto, culminándose la victoria, años más tarde, cuando el Plan Especial fue anulado por los tribunales, gracias al recurso que presentó la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos.
En 2015, Ahora Madrid llegó al gobierno, gracias al apoyo del PSOE. El nuevo equipo municipal liderado por Manuela Carmena vino cargado de buenas intenciones. En noviembre de ese mismo año, inició la redacción de un nuevo Plan Especial que revertiese el planteado por el PP, que daba esta joya a la universidad privada y un año después, el 27 de noviembre de 2016, abrió las puertas de esta Quinta al público, uniéndose así a la vecina Quinta de Los Molinos y al Jardín de El Capricho, situado en el distrito de Barajas.
El proceso de elaboración del Plan Especial fue muy lento: dos años y medio. Cuando este nuevo Plan vio la luz, desde el Grupo Municipal Socialista valoramos muy positivamente que este nuevo instrumento urbanístico contemplase:
-Conservar el carácter de finca de recreo y explotación agropecuaria.
-Completar la protección de los elementos patrimoniales que no estaban protegidos.
-Establecer el uso dotacional de la Quinta priorizando la recuperación del uso agropecuario y el uso como parque urbano.
-Consolidar la gestión pública del ámbito, que asumía íntegramente el Ayuntamiento, “sin perjuicio de constituir estructuras mixtas con entidades vecinales y ciudadanas”.
Con este nuevo Plan Especial, el régimen urbanístico de la Quinta era suelo urbano consolidado, calificado como Zona Verde Singular categoría de Parque Urbano, otorgándole a los edificios principales la máxima catalogación, Nivel 1 Grado Singular, y para otros edificios secundarios y elementos vinculados al pasado histórico de la finca se aplicaba la protección arqueológica, sin descartar la reconstrucción de algunos de ellos (recogiendo así las alegaciones de los vecinos), asimilándolos a un Nivel 2 grado volumétrico de protección. Asimismo, las edificaciones existentes no podían dedicarse a uso deportivo, pero sí a uso cultural y educativo, para actividades de investigación y relacionadas con la Quinta.
Se protegían también los trazados históricos del jardín y los de las huertas. Y se admitía expresamente la implantación de huertos urbanos respetando el trazado original. Además, se indicaba que los productos obtenidos podrían venderse al público en la quinta o disponer de canales de comercialización específicos.
Así, el nuevo Plan Especial, tenía una interesante vocación de recuperación del uso tradicional de la finca y sobre todo de uso público del espacio, y una protección de los edificios e infraestructuras. Una tercera victoria de los vecinos y vecinas del distrito, así como de los grupos municipales, que lucharon con uñas y dientes para que esta finca no se convirtiera en una universidad privada y evitar que esta no se cayera a trozos, como consecuencia de la desidia del Ayuntamiento.
El Grupo Municipal Socialista votó a favor de este Plan Especial que se había hecho esperar bastante más de lo deseado, ya que éste compartía todas nuestras aspiraciones y contemplaba gran parte de las alegaciones que presentamos a dicho Plan.
Sin embargo, advertimos que se estaba desperdiciando la oportunidad de ir más allá y tramitar un Plan Director de Usos que concretase el proyecto que queríamos para la Quinta. No nos referíamos al Plan Director que llevaba años tramitándose desde el Área de Medio Ambiente, que también era necesario y que tan solo se refería a aspectos de jardinería y conservación de arbolado, sino a un Plan Director elaborado por el área de Desarrollo Urbano que abordase el régimen de usos y protección de toda la finca.
Eso no se hizo porque el gobierno de Ahora Madrid, una izquierda voluntariosa y voluntarista, carecía de una visión estratégica de ciudad, y vaticinamos que se iba a escapar, de nuevo, otro espacio que puede ser un instrumento de reequilibrio territorial fundamental en esta ciudad, ya que quedaba apenas un año de mandato, tiempo insuficiente para convertir Torre Arias en una realidad.
Con lo que habían tardado en redactar este Plan Especial podían haber tramitado, de forma simultánea o en paralelo, un plan director, un proyecto o como prefieran llamarlo, que sacase todo el potencial a la magnífica Quinta Torre Arias.
Así, el Plan Especial era un cascarón vacío. Por suerte, un cascarón protegido, eso sí…pero vacío.
Y en mayo de 2019 volvimos a votar. La llegada de la derecha al gobierno en junio de ese año nos ponía de nuevo en alerta a todos, por lo que desde el Grupo Socialista en el distrito y en el Ayuntamiento, llevamos todo tipo de iniciativas al Pleno de la Junta Municipal y de la capital, así como a la Comisión de Desarrollo Urbano.
Se hacían los despistados, se mostraban dubitativos, pero el objetivo estaba claro: repetir la operación del anterior gobierno del PP, capitaneado entonces por la alcaldesa Ana Botella. Ahora, por Almeida. Eso, daba igual. Ambos sabían y saben que lo que había que hacer era y es bien sencillo: esperar la aparición de la ansiada entidad privada que se lo quede a cambio, entendemos, de una contraprestación económica.
Así, lo llegó a afirmar, poco tiempo después de llegar al poder, la directora general de Arquitectura del área de Obras e Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid, Paloma Sobrini, en un conocido portal inmobiliario, en el que sin tapujos, anunciaba que el Ayuntamiento estaba a la caza de promotor para llegar a un acuerdo y poner en uso la Quinta Torre Arias, mediante una de sus famosas fórmulas de colaboración público-privadas.
Mercedes González:
“Además de su valor histórico, Torre Arias es una pieza clave de reequilibrio territorial”
Ganando tiempo a la espera, año y medio más tarde, en diciembre de 2020, el Ayuntamiento de Madrid constituyó una Mesa para el uso futuro de la Quinta de Torre Arias presidida el presidente del distrito, Martín Casariego, y de la que formaban parte el alcalde, José Luis Martínez Almeida; la vicealcaldesa, Begoña Villacís; el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante; y la delegada de Obras y Equipamientos, Paloma García Romero.
Una mesa cuya función nunca estuvo nada clara, por lo que empezamos a preocuparnos seriamente por sus intenciones. No era la primera vez que el fantasma de la privatización planeaba sobre la Quinta.
Entonces tuvimos claro que el problema de fondo, el real, es que tienen una joya y no saben qué hacer con ella. Y sin visión estratégica, mucho nos temíamos que, de nuevo, este emplazamiento acabaría en manos de un privado, el que más fácil lo ponga o el que más contacto tenga, para llenar de contenido, un marrón con el que ni PP ni CS sabían qué hacer.
Además de su valor histórico, Torre Arias es un emplazamiento estratégico, una pieza clave de reequilibrio territorial donde poner en marcha proyectos de ciudad. Por ello, nos ofrecimos para colaborar en definir los usos que mejor encajasen con el Plan Especial, del que nos sentimos partícipes; les pedimos que contasen también con los colectivos vecinales, que son quienes mejor conocen la finca y su potencial. Y les advertimos de que no perdiesen de vista la visión integral del conjunto: la zona agropecuaria y los edificios sólo se entienden como lo que son, parte de un todo indivisible.
Y ya entonces, hace año y medio, en una de mis intervenciones vaticiné: ‘No se les ocurra esperar a que aparezca un privado con una idea brillante para los edificios principales, muy atractivos para su explotación económica, y que las zonas agrícolas se conviertan en el decorado que rodea a esos edificios. Pueden contar con los socialistas para definir los usos públicos que mejor encajen en la Quinta, pero nos tendrán siempre enfrente ante cualquier intención de privatizarla’.
Tras unas recientes declaraciones del concejal presidente del distrito de San Blas-Canillejas, Martín Casariego, del casi desaparecido partido de Ciudadanos, hemos sabido que, de nuevo, una universidad privada tenía interés en instalarse en el Palacio de la Quinta de Torre Arias.
En 2014, fue la Universidad Navarra. Ocho años después, la Universidad Católica de Murcia. Entonces, era solo el PP. Ahora es PP, con Ciudadanos, o Ciudadanos con el PP. Eso es indiferente. Lo importante es que la historia se repite. Una vez más, la amenaza de la privatización planea sobre la Quinta, porque cuando la derecha posa sus manos sobre Torre Arias, la pone en peligro.
Torre Arias no es un lugar cualquiera. Es una joya como hay pocas en Europa, porque se trata de una quinta agrícola insertada en el corazón de Madrid. Una rareza que merece ser puesta en valor por su historia y, sobre todo, porque es un emplazamiento estratégico en el que merece la pena poner en marcha proyectos emblemáticos de reequilibrio para el distrito de San Blas-Canillejas.
Como dijo con mucha sorna el periodista y escritor Eduardo Marquina, “el verdadero objeto de la gran ciudad es hacernos desear el campo”. Torre Arias es perfecto para cumplir ese deseo. No les quepa ninguna duda de que, con el PSOE en el gobierno de la capital, ese deseo será una realidad.
Pero mientras eso llega, no nos queda otra que volver a pelear por lo que el último alcalde socialista de Madrid, Juan Barranco, quiso que fuera de todos y de todas. No dejemos que la derecha esta vez se salga con la suya, y lo deje en manos unos pocos, de los mismos de siempre. Volvamos a la lucha y repitamos la victoria.
Mercedes González es secretaria general del PSOE de Ciudad de Madrid y delegada del gobierno
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