Se nos acabó el verano. ¿Y ahora qué?

Finalizó el verano y volvemos a nuestra vida cotidiana. Llega septiembre, y la subida de productos de primera necesidad y el aumento del precio del carburante nos servirá para volver a sentir la cruda realidad. No es que este verano no hayamos sentido la inflación.

Seguro que se ha traducido en recortes en el consumo cotidiano. Pero puede que también hayamos mirado un poco para otro lado. Dentro de lo que se llama clase media hay una brecha generacional entre aquellos que vivieron la posguerra, y aquellos que crecieron en la -aparente y engañosa- abundancia. De tal manera que los primeros concentran los “porsiacaso” en la despensa, y los segundos llenan con ellos la maleta.

ESTUDIANTE COVIDEs cierto que entre estos últimos hay quien no ahorra, o lo hace poco, porque sencillamente no le alcanza. Pero también es verdad que hay consumos a los que no renunciamos ahora, y mañana ya veremos. El verano es una época propicia para funcionar a corto plazo, precisamente porque el tiempo parece eterno. No saber qué día de la semana es constituye uno de los objetivos principales. Si usted lo ha conseguido, enhorabuena. Si está por vivirlo aún, desde aquí le transmito mi envidia.

¿A quién le gusta septiembre?

Nunca en la infancia entendí qué clase de persona podía alegrarse por la llegada de este mes. Ahora lo entiendo un poco más, pero solo académicamente. Cruzando variables, coyuntura y contexto, hay una tipología de perfiles que respiran aliviados cuando se acaba el verano meteorológico. Buena suerte, y espero que encuentren lo que buscan: trabajo, rutina, orden, estructura, incluso silencio doméstico. Cada septiembre es como un fin de pandemia, con la particularidad de que no caemos en una nueva normalidad sino en la normalidad de siempre. ¿Se acuerdan en pandemia, cuando a la gente le daba por hacer millones de actividades en su casa, algunas de las cuales no habían hecho en su vida? Había que llenar el tiempo con algo. Es verdad que podía ser algo placentero, elegido, incluso creativo y auto-motivador. Pero eso solo era el segundo paso, el primero era la angustia del vacío que había que llenar. Esta necesidad de ocupar el tiempo, y hacer algo, es una necesidad social, histórica, y sutilmente construida en forma de deber, hoy auto-impuesto y, por tanto, inadvertido.

Es verdad que la rutina y el orden es la base de cualquier organización social, pero también que el trabajo, tal y como lo conocemos hoy -es decir, mayormente en forma asalariada, y básicamente aquello que nos permite adquirir productos de primera, segunda y tercera necesidad-, es un invento de las sociedades industriales, en las que ya no hace falta una ley que persiga a los vagos porque nos hemos creído que es mucho más un derecho que un deber.

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Cada septiembre es como un fin de pandemia, con la particularidad de que no caemos en una nueva normalidad sino en la normalidad de siempre

Pero ojo, porque cada septiembre aquellos que hemos vivido el éxtasis del no-trabajo nos damos cuenta, en parte, del engaño. Cuanto más tiempo pasamos de vacaciones, peor es la vuelta. Cuantos más años cumplimos, más dura nos resulta esta. Si fuéramos en general más longevos de lo que ya somos, habría revueltas sociales. De momento solo hay debate: alargar la edad de retiro o jubilación está sobre la mesa hace tiempo. Es lógico, el sistema se sustenta sobre el trabajo asalariado y su primo hermano, el pequeño autónomo (en el que no hace falta que nadie te explote, porque ya lo haces tú solo). Pero el trabajo asalariado, o el trabajo a cambio de un ingreso que te permita vivir decentemente, resulta poco a poco más penoso. No porque sea un esfuerzo, sino porque sin ese esfuerzo no tenemos un salario/ingreso que nos permita vivir decentemente, incluyendo en ese decentemente el ocio y el consumo que nos compensa del trabajo. Y da igual que tus tareas, tu trabajo, te guste. Incluso diría que en este último caso es más dramático, porque lo que de otro modo harías por puro placer en este caso se convierte en una necesidad y una obligación.

Lo llamarán cada septiembre, de forma machacona,”síndrome posvacacional”. Nos harán creer que tenemos un problema, pero que es normal: no se preocupe, le durará unos días. Y es cierto. En cuanto la necesidad y la obligación llamen a su puerta en cualquier forma, aceptará de nuevo el orden sociolaboral establecido. Hasta el próximo verano.

M.L.C. Socióloga

 

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Cuando la derecha pone sus manos sobre Torre Arias, la Quinta está en peligro

El barrio de Canillejas alberga entre sus calles un tesoro con varias joyas: una de ellas es una Quinta de dieciséis hectáreas, que debe su nombre a sus dueños, los condes de Torre Arias. En 1986, siendo alcalde Juan Barranco, el Ayuntamiento de Madrid firmó un convenio con los propietarios para que ésta pasase a ser propiedad del pueblo de Madrid, ya que se establecía que la finca sería destinada a parque público y servicios a la ciudad, a cambio de la recalificación como urbanizables de unos terrenos anexos de más de 170.000 m2.

Tras este acuerdo, los condes siguieron disfrutando del usufructo de la finca hasta su muerte, en octubre de 2012. Ocho meses después, el Ayuntamiento la recepcionó, en junio de 2013. Meses antes, el gobierno del PP anunciaba su intención de abrirla al público “en breve”, y buscar “una solución para el palacio que sea de interés tanto para la fundación como para el Ayuntamiento”, reconociendo necesaria una rehabilitación para su puesta en uso dado su deterioro.

Sin embargo, poco tiempo después, en 2014, el PP negoció con una entidad privada, la Universidad de Navarra, quien tenía prevista la apertura de una clínica hospital en las inmediaciones, la instalación de una de sus sedes en los edificios de la finca. El acuerdo se basaba en que el Ayuntamiento cedería el uso, a cambio de que la universidad rehabilitase las edificaciones, para lo que aprobó un Plan Especial que permitía esta actuación, autorizando también la demolición de algunos edificios y la construcción de un aparcamiento.

La fuerte oposición vecinal y de los grupos políticos, PSOE e IU, que exigíamos el uso público de las edificaciones, consiguió parar el proyecto, culminándose la victoria, años más tarde, cuando el Plan Especial fue anulado por los tribunales, gracias al recurso que presentó la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos.

Torre Arias
Torre Arias

En 2015, Ahora Madrid llegó al gobierno, gracias al apoyo del PSOE. El nuevo equipo municipal liderado por Manuela Carmena vino cargado de buenas intenciones. En noviembre de ese mismo año, inició la redacción de un nuevo Plan Especial que revertiese el planteado por el PP, que daba esta joya a la universidad privada y un año después, el 27 de noviembre de 2016, abrió las puertas de esta Quinta al público, uniéndose así a la vecina Quinta de Los Molinos y al Jardín de El Capricho, situado en el distrito de Barajas.

El proceso de elaboración del Plan Especial fue muy lento: dos años y medio. Cuando este nuevo Plan vio la luz, desde el Grupo Municipal Socialista valoramos muy positivamente que este nuevo instrumento urbanístico contemplase:

-Conservar el carácter de finca de recreo y explotación agropecuaria.

-Completar la protección de los elementos patrimoniales que no estaban protegidos.

-Establecer el uso dotacional de la Quinta priorizando la recuperación del uso agropecuario y el uso como parque urbano.

-Consolidar la gestión pública del ámbito, que asumía íntegramente el Ayuntamiento, “sin perjuicio de constituir estructuras mixtas con entidades vecinales y ciudadanas”.

Con este nuevo Plan Especial, el régimen urbanístico de la Quinta era suelo urbano consolidado, calificado como Zona Verde Singular categoría de Parque Urbano, otorgándole a los edificios principales la máxima catalogación, Nivel 1 Grado Singular, y para otros edificios secundarios y elementos vinculados al pasado histórico de la finca se aplicaba la protección arqueológica, sin descartar la reconstrucción de algunos de ellos (recogiendo así las alegaciones de los vecinos), asimilándolos a un Nivel 2 grado volumétrico de protección. Asimismo, las edificaciones existentes no podían dedicarse a uso deportivo, pero sí a uso cultural y educativo, para actividades de investigación y relacionadas con la Quinta.

Se protegían también los trazados históricos del jardín y los de las huertas. Y se admitía expresamente la implantación de huertos urbanos respetando el trazado original. Además, se indicaba que los productos obtenidos podrían venderse al público en la quinta o disponer de canales de comercialización específicos.

Así, el nuevo Plan Especial, tenía una interesante vocación de recuperación del uso tradicional de la finca y sobre todo de uso público del espacio, y una protección de los edificios e infraestructuras. Una tercera victoria de los vecinos y vecinas del distrito, así como de los grupos municipales, que lucharon con uñas y dientes para que esta finca no se convirtiera en una universidad privada y evitar que esta no se cayera a trozos, como consecuencia de la desidia del Ayuntamiento.

El Grupo Municipal Socialista votó a favor de este Plan Especial que se había hecho esperar bastante más de lo deseado, ya que éste compartía todas nuestras aspiraciones y contemplaba gran parte de las alegaciones que presentamos a dicho Plan.

Sin embargo, advertimos que se estaba desperdiciando la oportunidad de ir más allá y tramitar un Plan Director de Usos que concretase el proyecto que queríamos para la Quinta. No nos referíamos al Plan Director que llevaba años tramitándose desde el Área de Medio Ambiente, que también era necesario y que tan solo se refería a aspectos de jardinería y conservación de arbolado, sino a un Plan Director elaborado por el área de Desarrollo Urbano que abordase el régimen de usos y protección de toda la finca.

Eso no se hizo porque el gobierno de Ahora Madrid, una izquierda voluntariosa y voluntarista, carecía de una visión estratégica de ciudad, y vaticinamos que se iba a escapar, de nuevo, otro espacio que puede ser un instrumento de reequilibrio territorial fundamental en esta ciudad, ya que quedaba apenas un año de mandato, tiempo insuficiente para convertir Torre Arias en una realidad.

Con lo que habían tardado en redactar este Plan Especial podían haber tramitado, de forma simultánea o en paralelo, un plan director, un proyecto o como prefieran llamarlo, que sacase todo el potencial a la magnífica Quinta Torre Arias.

Torre Arias

 Así, el Plan Especial era un cascarón vacío. Por suerte, un cascarón protegido, eso sí…pero vacío.

Y en mayo de 2019 volvimos a votar. La llegada de la derecha al gobierno en junio de ese año nos ponía de nuevo en alerta a todos, por lo que desde el Grupo Socialista en el distrito y en el Ayuntamiento, llevamos todo tipo de iniciativas al Pleno de la Junta Municipal y de la capital, así como a la Comisión de Desarrollo Urbano.

Se hacían los despistados, se mostraban dubitativos, pero el objetivo estaba claro: repetir la operación del anterior gobierno del PP, capitaneado entonces por la alcaldesa Ana Botella. Ahora, por Almeida. Eso, daba igual. Ambos sabían y saben que lo que había que hacer era y es bien sencillo: esperar la aparición de la ansiada entidad privada que se lo quede a cambio, entendemos, de una contraprestación económica.

Así, lo llegó a afirmar, poco tiempo después de llegar al poder, la directora general de Arquitectura del área de Obras e Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid, Paloma Sobrini, en un conocido portal inmobiliario, en el que sin tapujos, anunciaba que el Ayuntamiento estaba a la caza de promotor para llegar a un acuerdo y poner en uso la Quinta Torre Arias, mediante una de sus famosas fórmulas de colaboración público-privadas.

Mercedes González:
“Además de su valor histórico, Torre Arias es una pieza clave de reequilibrio territorial”

Ganando tiempo a la espera, año y medio más tarde, en diciembre de 2020, el Ayuntamiento de Madrid constituyó una Mesa para el uso futuro de la Quinta de Torre Arias presidida el presidente del distrito, Martín Casariego, y de la que formaban parte el alcalde, José Luis Martínez Almeida; la vicealcaldesa, Begoña Villacís; el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante; y la delegada de Obras y Equipamientos, Paloma García Romero.

Una mesa cuya función nunca estuvo nada clara, por lo que empezamos a preocuparnos seriamente por sus intenciones. No era la primera vez que el fantasma de la privatización planeaba sobre la Quinta.

Entonces tuvimos claro que el problema de fondo, el real, es que tienen una joya y no saben qué hacer con ella. Y sin visión estratégica, mucho nos temíamos que, de nuevo, este emplazamiento acabaría en manos de un privado, el que más fácil lo ponga o el que más contacto tenga, para llenar de contenido, un marrón con el que ni PP ni CS sabían qué hacer.

Mercedes González
Mercedes González

Además de su valor histórico, Torre Arias es un emplazamiento estratégico, una pieza clave de reequilibrio territorial donde poner en marcha proyectos de ciudad. Por ello, nos ofrecimos para colaborar en definir los usos que mejor encajasen con el Plan Especial, del que nos sentimos partícipes; les pedimos que contasen también con los colectivos vecinales, que son quienes mejor conocen la finca y su potencial. Y les advertimos de que no perdiesen de vista la visión integral del conjunto: la zona agropecuaria y los edificios sólo se entienden como lo que son, parte de un todo indivisible.

Y ya entonces, hace año y medio, en una de mis intervenciones vaticiné: ‘No se les ocurra esperar a que aparezca un privado con una idea brillante para los edificios principales, muy atractivos para su explotación económica, y que las zonas agrícolas se conviertan en el decorado que rodea a esos edificios. Pueden contar con los socialistas para definir los usos públicos que mejor encajen en la Quinta, pero nos tendrán siempre enfrente ante cualquier intención de privatizarla’.

Tras unas recientes declaraciones del concejal presidente del distrito de San Blas-Canillejas, Martín Casariego, del casi desaparecido partido de Ciudadanos, hemos sabido que, de nuevo, una universidad privada tenía interés en instalarse en el Palacio de la Quinta de Torre Arias.

En 2014, fue la Universidad Navarra. Ocho años después, la Universidad Católica de Murcia. Entonces, era solo el PP. Ahora es PP, con Ciudadanos, o Ciudadanos con el PP. Eso es indiferente. Lo importante es que la historia se repite. Una vez más, la amenaza de la privatización planea sobre la Quinta, porque cuando la derecha posa sus manos sobre Torre Arias, la pone en peligro.

Torre Arias no es un lugar cualquiera. Es una joya como hay pocas en Europa, porque se trata de una quinta agrícola insertada en el corazón de Madrid. Una rareza que merece ser puesta en valor por su historia y, sobre todo, porque es un emplazamiento estratégico en el que merece la pena poner en marcha proyectos emblemáticos de reequilibrio para el distrito de San Blas-Canillejas.

Como dijo con mucha sorna el periodista y escritor Eduardo Marquina, “el verdadero objeto de la gran ciudad es hacernos desear el campo”. Torre Arias es perfecto para cumplir ese deseo. No les quepa ninguna duda de que, con el PSOE en el gobierno de la capital, ese deseo será una realidad.

Pero mientras eso llega, no nos queda otra que volver a pelear por lo que el último alcalde socialista de Madrid, Juan Barranco, quiso que fuera de todos y de todas. No dejemos que la derecha esta vez se salga con la suya, y lo deje en manos unos pocos, de los mismos de siempre. Volvamos a la lucha y repitamos la victoria.

Mercedes González es secretaria general del PSOE de Ciudad de Madrid y delegada del gobierno

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Pongamos rumbo a nuestra Ítaca

Aestatis tempore, tiempo de verano, como dirían los padres de nuestro idioma. Por fin todos disfrutaremos de ese periodo del año que sirve para cerrar ciclo, aunque luego lo tengamos que reanudar, y desconectar de nuestra rutina. Pero, sin duda, va a ser un aestas (verano) diferente. Ya lo fue el anterior, al que todos esperábamos como punto final de la pandemia e inicio de la recuperación. En este, en el que damos por consumado el primero de los dos preceptos, de nuevo nos encomendamos a su marco festivo para embarcarnos en un viaje más hacia el olvido que hacia la esperanza sin tener demasiadas ganas de vislumbrar el paisaje que al final de puerto nos espera. Casi como los primeros descubridores, nos embarcamos porque estamos deseosos de un mundo mejor, que por supuesto merecemos, y porque no nos queda más remedio que poner velas rumbo a la esperanza. A nuestra nueva Ítaca.

Pero lamentablemente el fin de la pandemia ha venido acompañado de unos nubarrones inesperados que llenan de preocupaciones la navegación por muy fugaz que esta sea. Una inflación disparada que afecta a bienes básicos y esenciales y los augurios de los economistas nos hacen temer por lo que será el regreso. Muchos aventuran que será el último verano tal y como lo hemos concebido.

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Puede. Y puede que tenga razón uno de los tertulianos de nuestras Tertulias de La Gradona, en esta ocasión dedicadas a la solidaridad en el distrito, Jaime Rincón (dueño de Casa Carmela, portavoz de Recupera Madrid), cuando nos advierte en el artículo de que esta situación le recuerda mucho a la vivida en 2020. Pero lo que no puede ser es que durante todo este tiempo no hayamos aprendido nada. La excusa de la pandemia tal vez haya servido para justificar que tantos y tantos hayan quedado desasistidos, dejados a la intemperie. Pero eso ya ha pasado una vez. No se puede volver a repetir. Y este aestatis tempore, tiempo de verano, tiene que servir también para que todas las administraciones a las que les incumbe el problema del ser humano se tomen su tiempo de reflexión para que a la vuelta de vacaciones estén creadas las medidas necesarias para que el hambre y la miseria no se estanquen en ninguna parte de la sociedad. Y es cierto que a todos nos tocará tirar del carro, incrementando el tejido social de solidaridad y contribuyendo a las necesidades, si vuelven a aflorar, de los desamparados. Nos tenemos que involucrar, sí, pero una manera de hacerlo es exigir a nuestras tres administraciones, la central, la autonómica y la municipal, así como a la propia Junta, que se empeñen de verdad en este asunto, que no se limiten a una contribución esporádica dejando lo principal en manos de asociaciones privadas, por muy voluntariosas y eficaces que estas sean.

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Para que esto suceda, me dirán, es preciso crear riqueza. Sí, puede que sea una parte de la verdad. Pero la economía, como el deporte, también es un juego de ataque y de defensa, y se puede ganar defendiendo (que se lo pregunten al Real Madrid de la final de París o al Atlético del Cholo Simeone). No vamos a inventar desde estas páginas un tratado de economía, pero una forma de crear riqueza es no perdiéndola o ayudando a que esta se recupere. Una economía desnutrida es una economía incapaz de regenerarse. Y cuando más tiempo se tarde en actuar, más difícil, por no decir imposible, será la recuperación. Es el momento, por lo tanto, de que nuestras administraciones dejen al lado la euforia veraniega y pongan todo su empeño en elaborar una red de creación de riqueza, generadora de empleo, y de asistencia al necesitado para evitar que todo esto, no dentro de mucho, se desmorone con nosotros dentro.

Somos conscientes de lo dificultosos y traicioneros que son los vericuetos de la economía. Pero contamos con la ventaja de que disponemos de los suficientes recursos y conocimiento para que no tengamos que pasar calamidades o que, por lo menos, una parte de nosotros quede abocado a ello. Ya tenemos experiencia en el viaje, luego sabios somos. Pues rememos. Y seleccionemos a los marinos que estén preparados para llevarnos a nuestra Ítaca. Les esperamos en septiembre. Feliz verano.

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El verano de los poligoneros y la vida que se nos viene

Un salvadoreño, un venezolano, un ecuatoriano y un boliviano están compartiendo cerveza -unos botes que terminarán después en una bolsa habilitada para basura- en la acera de una calle, en una tarde tórrida de un domingo interminable. Los bares están cerrados, o quedan demasiado lejos para la temperatura que desprende el asfalto. Un ciudadano chino que se acaba de mudar a una casa de la misma acera y cuya puerta está a pocos metros del corrillo, sale y entra de la misma con aspecto cansado, presumiblemente recién despertado de la siesta (puede que esto sea una proyección cultural mía). Ante la cercanía del contubernio a su puerta, uno de los integrantes del mismo sentencia hacia dentro, con sorna pero al mismo tiempo sin maldad: que se vaya acostumbrando a la cultura española. La anécdota daría para iniciar un libro pero evidencia un tópico, no por tópico menos cierto: San Blas-Canillejas, como en general en Madrid, el verano queda inaugurado cuando la gente prefiere pasar considerablemente más tiempo en la acera que en su casa, con silla de bar o sin ella. Aclaro que no hace falta que haya cerveza, refresco o helado de por medio: estar en la calle es transversal e independiente de que se tome algo o no. Lo que para quienes somos del sur es un acto habitual, para los madrileños es un acontecimiento, como la apertura de las piscinas públicas.

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Pero verano es verano, y vacaciones son otra cosa. Cambiemos la abstracción feliz y neutra y pongamos un poco de contexto. Estas vacaciones -para quienes tengan la suerte de tenerlas- se presentan insoportablemente llenas de incertidumbre para un amplio espectro de la población. Hay que ir trazando un plan, mejor varios, desde las aceras y desde los asientos mullidos, porque definitivamente hemos entrado en otro túnel del terror para el que vamos a necesitar apoyo mutuo, ideas y acciones. En realidad, lo preocupante no parecen ser, o no solo son, las vacaciones -si hay que pasarlas en la acera, pues bueno-, sino lo que viene después, que en realidad estamos viendo ya. La inflación nos está comiendo en la luz, la gasolina, el precio de los alquileres (nada por debajo de 500 euros/mes con un mínimo de 40m2 en estos momentos en uno de los portales de referencia) y, en general, casi toda la cesta de la compra, compres lo que compres.

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Alrededor de 2005-2006, la mayor parte de la gente que conocí compartiendo coche lo hacía por convicción ecológica. A partir de esa fecha, y sobre todo desde la crisis de 2008 (         que ya jodió la vida a bastantes), el ideal ecológico de la chavalería estudiantil y los boomers asalariados fue desplazado claramente por la motivación económica. El último escalón del descenso del consumo empieza en este 2022 y terminará con todos, coches y personas, en la vereda o en el parque al lado de casa. Sencillamente, no nos moveremos en coche o lo haremos lo mínimo imprescindible. Tiraremos más del transporte público, claro, pero no tanto de la bicicleta y el patinete, porque no todo el mundo está en condiciones de usar lo primero y/o tiene acceso a lo segundo (que, por cierto y como opinión personal, sigue siendo jugarte la vida en esta ciudad). Estar en la acera ya no será un tópico o hábito cultural, sino una imposición material. En realidad, ambas cosas -cultura y economía- siempre están correlacionadas, pero eso no significa que lo cultural no pueda tener una autonomía propia o cierta transversalidad en lo genérico. Sin embargo, cuando es porque no hay alternativas la cosa cambia mucho. Nadie con conciencia de respeto al medioambiente, o crítico con el modelo intensivista, productivista, hiperconsumista, y todas las cosas malas acabadas en -ista, está contento porque la gente beba menos cerveza, coma menos carne o use menos el coche porque no le dé el bolsillo. Las cosas que se hacen o se dejan de hacer por motivos extrínsecos, no digamos si son materiales, no son comparables a lo que se hace o deja de hacer por convicción interna y cuando tienes alternativas. El caso es que viene un verano y un otoño con curvas, o según se mire sin ellas. En la próxima entrega intentaremos ser un poco más optimistas, sin caer en la máxima vacía del «tienes que ser positivo». De momento, nos seguimos viendo en las aceras y en las calles.

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Geopolítica y luz de gas

Alguien está buscando un tesoro en el sótano de su casa, y no es usted. Es más, a usted le están haciendo creer que no hay nadie en el sótano, aunque oiga ruidos y las luces de la casa cambien de intensidad cada día durante un ratito, porque alguien está usando una lámpara en el sótano.

Este es el argumento de una obra de teatro escrita en 1938 por el inglés Patrick Hamilton, que tiene dos versiones para el cine (inglesa y estadounidense). El impacto de la idea fue tal que desde entonces en psicología se usa la expresión luz de gas para explicar un tipo de manipulación extrema en las relaciones de pareja en las que uno de los miembros va a lo suyo, haciendo creer al otro que se está volviendo loco. Lo suyo puede ser buscar algún tesoro, pero también ocultarlo (mentir en torno a un acto propio) o, más frecuentemente, ambas cosas a la vez. Los estafadores de Tinder, por ejemplo, hacen ambas cosas.

surtidor gasolinera

Había pensado que podía dar juego para la entrega de este mes, continuando con la trilogía del mal (petróleo, gas, electricidad), pero después de estudiarlo creo que se queda en un juego de palabras sin más. Si extrapolamos esta forma de manipulación entre dos personas a lo que ocurre en lo sociopolítico, sale una cosa bastante conspiranoica en la que acabamos pensando que cuatro gatos (o gobiernos, o instituciones) nos mienten, nos manipulan, y quieren volvernos locos mientras se dedican a sus cosas, que son acumular recursos, poder, etc, para el presente y sobre todo para el futuro. Por supuesto que cada cual miente en la medida de sus posibilidades, y que existen desigualdades de poder, recursos, riqueza, etc, en el mundo a todos los niveles. Pero la aplicación del concepto luz de gas a este nivel parte de un planteamiento muy determinista -cuatro manos mueven el mundo, a lo sumo seis, y los demás estamos absolutamente manipulados- y desemboca en una conclusión muy nihilista -y no podemos hacer nada porque no somos nadie-, ambas un tanto contradictorias en los términos, pues si somos conscientes de que estamos siendo engañados ya no lo estaríamos tanto.

“Me está pareciendo que los cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen tan claro”

 Es verdad que, a no ser que nos pongamos en serio con ello, la gente corriente no entendemos qué está pasando con las luces de casa (o del local), la gasolina para llenar el depósito, el gas para el agua caliente o la calefacción (adiós invierno, hola verano). Más que nada está pasando en la factura, no en el suministro. Porque técnicamente, de momento no hay escasez como tal. Sí la hay en la producción de cosas que consumimos en esta parte del mundo, que vienen de otras partes y se alimentan de la trilogía, y eso también lo estamos notando en las facturas. En casi todas, de hecho, porque al final todo es una cadena.

Esta columna tenía que versar hoy sobre factores geopolíticos que están incidiendo en lo que no entendemos, pero no soy politóloga y me pierdo. Me está pareciendo, eso sí, que los supuestos cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen en realidad tan claro; que hay muchos más que cuatro, y muchas más esferas de influencia -económica, política, mediática, etc- con sus propios actores, cuyos intereses pueden no ser exactamente los mismos. Lo último que ha pasado es la guerra en Ucrania -entre “operación militar especial” e “invasión” nos hemos quedado con el término medio, más aséptico pero entendible, incluso a estas alturas más ajustado a lo real-, y parece que sí va a alterar el mundo, empezando por la posición, peso, importancia, etc, de países y bloques mundiales, y por supuesto cambios en la producción, la distribución y el comercio mundial de materias primas y productos manufacturados. Empezaremos a oír hablar de multipolaridad, y de cambios al interior de cada polo (por ejemplo, la situación de Alemania en la Unión Europea). Que los propios actores principales parezcan un tanto desconcertados respecto a lo que están haciendo los otros y respecto a sus propias previsiones sobre lo que iban (o querían hacer) con ellos mismos y con los otros, puede no ser malo, o puede ser terrible. No nos creamos, eso sí, que están todos de acuerdo y que tienen un plan sin fisuras para manipularnos, volvernos locos, y quedarse con el tesoro. Y si alguno lo tiene, le puede salir regular. De momento, frente al miedo supremo que algunos invocan en relación a esta guerra, termino con esto: el sentido de las armas nucleares es precisamente no usarlas salvo como amenaza, nunca como realidad efectiva, y esa es precisamente una de las pocas cosas en las que los actores principales de esta película en particular están de acuerdo.

M.L.C. Socióloga

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El consenso es esencial para que florezcan las oportunidades

La llegada del buen tiempo y la atenuación de la pandemia no es que nos estén devolviendo las ganas de vivir, que ya las teníamos, sino también la alegría. Las calles vuelven a llenarse y en muchas actividades, otra cosa es la subida de los precios, se está volviendo a parámetros previos a marzo de 2020. Y si hay dos actividades generadoras de ilusión y de alegría son la música y el deporte. Terminada la Liga, cuyo trofeo este año no recalará en nuestro distrito, fue un placer ver la gran entrada que registró el Wanda Metropolitano para presenciar a los All Black, un equipo legendario del rugby.

Rugby en el Wanda Metropolitano
Rugby en el Wanda Metropolitano—foto Walter Degirolmo

Y a un mito de nuestro deporte, Carolina Marín, campeona olímpica, tricampeona mundial, vigente campeona europea, dar una clase magistral sobre deporte femenino y bádminton a alumnos de nuestro distrito. Pero tal vez sea más importante, por aquello de su efecto duradero, de la relación con la base, la llegada a San Blas-Canillejas de un equipo de fútbol femenino, el Magerit (precioso nombre con el que los árabes llamaron a nuestra ciudad, tierra de aguas), lo que nos permite, como se denunció en una de nuestras Tertulias de La Gradona, dejar de ostentar el récord de ser uno de los pocos lugares de la capital en la que no había ningún club de balompié de mujeres. Y dentro de poco San Blas-Canillejas será escenario de uno de los espectáculos más grandes que en el apartado musical se pueda albergar con la actuación de los eternos Rolling Stones en el Metropolitano, uno de los pocas grupos capaces de concitar expectación tanto en los que gustan de estilo musical como en los que no. Y de romper todo tipo de barreras de edad. Los Rolling son los Rolling.

Algunos dirán que al fin y al cabo solo se trata de música y deporte. Pero no es así. Es mucho más. Es la demostración de que San Blas-Canillejas es un distrito de referencia de Madrid, de que nuestras calles y nuestras instalaciones son elegidas por destacadísimas entidades y empresas, y por otras que aunque no sean tan nombradas, como el caso del Magerit, van a aportar un gran valor al lugar en el que vivimos, sobre todo a nuestras niñas y mujeres. San Blas-Canillejas, como hemos contado en anteriores ediciones, es la capital digital de España, un sitio de contrastes que aúna diversos tipos de empresas, un destacadísimo lugar deportivo y ahora también, aunque sea por unas horas, será capital internacional de la música. Pocos distritos de nuestra ciudad pueden presumir de todo ello.

Por una parte, estamos seguros de que todo esto será un imán dinamizador del resto de actividades y de que servirá de motor de arranque para otros sectores, como el pequeño comercio, que mes tras mes lleva esperando la definitiva salida del túnel de la desgracia y de la crisis. Pero hace falta algo más. Se necesita que todas las Administraciones: Comunidad, Ayuntamiento y Junta Municipal, se sirvan de esta inercia para dar los impulsos necesarios para que nuestra economía vuelva a fluir. No vivimos en un páramo. A la vista está. Además, nuestro entramado comercial y nuestros vecinos han demostrado la suficiente capacidad de resistencia como para merecer las ayudas e iniciativas necesarias para que esa alegría incipiente llegue a todos y que por ende nos depare unos resultados más justos y duraderos.

Y en esto es clave el plan Sures, un proyecto para promover la igualdad entre los distritos del sureste con el resto, así como para fomentar su desarrollo. Se trata de una actuación capital, que la abordamos en nuestra tribuna, que, dada las circunstancias, debe obligar a todos los partidos políticos a olvidarse de los rifirrafes habituales de la política para poner todo su empeño en contribuir a que definitivamente todos los sectores, y por consiguiente todos los ciudadanos, puedan salir de la crisis. Hemos sufrido una situación tan difícil y complicada en la que, al margen de la voluntad que pongamos, necesitamos la guía y colaboración de nuestros políticos para que todo vuelva a ser como antes. Tienen el poder y la capacidad para ello, siempre y cuando abandonen viejas estrategias de trinchera por otras de consenso, pacto y cesión para que su trabajo redunde en un beneficio real social.

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Una nueva etapa, también para la economía del distrito

Parece que surge la luz. La decisión de la Administración de quitar la obligatoriedad del uso de las mascarillas, salvo las consabidas excepciones, va mucho más allá de la liberación que este hecho implica. Es, en gran parte, la señal que todos esperábamos para saber que, por fin, hemos superado lo más grave de la pandemia y que a partir de ahora empieza una nueva etapa en nuestras vidas, que esperamos se parezca lo más posible a la que disfrutábamos antes de marzo de 2020.

Y parte esencial de esa vuelta a la normalidad que anuncia la no obligatoriedad de llevar mascarillas es la economía. De entrada, es bueno que el foco informativo traslade su atención de los hospitales a los mercados. Cierto es. Pero no menos cierto es que estos regresan con unos nubarrones de incertidumbre que a todos inquietan y a no pocos agobian. La previsión del Banco de España de llegar a una inflación del 7,5% es para muchos sectores, entre ellos el pequeño comercio y las clases más desfavorecidas, una muy preocupante noticia. El desorbitado incremento de los precios tendrá una directa relación con el consumo, afectando por un lado a la adquisición de productos básicos y necesarios y a la propia regeneración de la economía.

San Blas-Canillejas no puede ser una excepción a esa nueva realidad, máxime cuando se trata de un distrito heterogéneo, plagado de singularidades y de contrastes. En ese sentido, sabiendo que no hay varitas mágicas, lo más importante tal vez sea saber que la recuperación sea obra de todos. Empezando por lo más básico, empeño no va a faltar a las asociaciones y particulares que llevan tiempo trabajando con los más desfavorecidos. Ayudas de las distintas administraciones a los que han tenido el infortunio de caer en este sector entendemos que tampoco faltarán. Pero lo realmente importante es que el motor de la recuperación esté bien engrasado y empiece a rugir con fuerza. Y ahí está el otro gran sector, ahora duramente castigado por la inflación, imprescindible para que todo vuelva a fluir: el pequeño comercio. Si nos saltamos el paso de su aportación va a ser muy difícil que la economía de un distrito como el nuestro crezca adecuadamente. Por su aportación al PIB, por la creación de puestos de trabajo, por mantener el espíritu de barrio… Sí, es verdad que está acostumbrado a sobrevivir a todo tipo de crisis, pero esta es diferente. Por eso, más que nunca, ahora necesita la ayuda de todos: de las administraciones, de la Junta, independientemente de sus competencias, y de nosotros, de los vecinos, para, con nuestras compras, mantener algo que también es nuestro. Al fin y al cabo se trata de añadir a la economía un poco de proximidad, cariño y humanidad. Seguro que la fórmula funciona.

Mercado Boltaña
Mercado Boltaña

Economía verde

Por otra parte, en la edición de este número llevamos a nuestras Tertulias de La Gradona la situación de la ecología en el distrito. Al margen del gran valor que en sí conlleva esta cuestión, tanto por cuestiones medioambientales como de salud, hay otro importante, que es apuntado por algunos tertulianos. Tanto la adecuada protección de Las Lagunas de Ambroz, un humedal dotado de una fauna y flora únicas en la ciudad de Madrid, como la construcción de un anillo verde, anunciado en el artículo, que enlazara los parques de La Quinta de Torre Arias, La Quinta de los Molinos y el Capricho, supondría para San Blas-Canillejas convertirse en la vanguardia de la economía madrileña en el apartado ecológico. Los tiempos cambian y el tradicional turismo de sol, playa e incluso arte está dando lugar a otras elecciones por parte de los demandantes, y una de ellas es la ecología. Ambos proyectos, la adecuada conservación del humedal y el anillo, convertirían a nuestro distrito en un destacadísimo lugar en lo que compete al turismo verde, con la consiguiente contribución en creación de empresas y puestos de trabajo, así como en su positiva incidencia en los negocios que ya existen. Vitoria hace unos años marcó el camino, y son muchos los turistas que recibe esta ciudad por este motivo. No debería asustarnos el reto, ya que, si medimos la diferencia en número de población, no estamos tan lejos: a menos de 100.000 habitantes.

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Todo sube, nada permanece

“Parece que fue hace un año cuando repostábamos gasoil a 1’30 euros/litro y nos parecía muy caro. Eso era noviembre o diciembre del año pasado, pero llevábamos en realidad todo 2021 haciendo como que no pasaba nada, viviendo sin mirar atrás más de dos días, ni hacia adelante más de otros dos”.

Había un mar de fondo que estaba alterando las estructuras, mientras la gente que dicen de a pie permanecíamos aferrados a la coyuntura más inmediata. La ruptura o el cambio en nuestra vivencia del tiempo ya se había consumado y normalizado en la pandemia, cuando estaban pasando cosas cuya comprensión global se nos empezaba a escapar, pero que trajo consigo la integración y normalización más absoluta del modo supervivencia. Es como si la pandemia nos hubiera convertido -no a todos, claro, pero sí a muchos- en pequeños autónomos de la vida. Si cada día era igual o muy parecido al anterior, la cosa iba medio bien. El problema es que en algunos aspectos un poquito básicos cada día era un poquito peor, aunque ese peor no se distribuía de manera homogénea ni equitativa. A quienes tienen luz y calor gracias a la electricidad y a un contrato de los llamados PVPC (Precio Voluntario para el Pequeño Consumidor), por ejemplo, ya se les venía apretando mucho desde octubre. Es paradójico que a esa modalidad se le llame “mercado regulado”, y un poco insultante que se siga insistiendo en que es la que más favorece al pequeño consumidor frente al “mercado libre” de las ofertas de las comercializadoras. Recuerdo a quienes hacen los análisis comparativos dos cosas: primero, que hay que incluir los meses de octubre de 2021 a marzo de 2022 en la comparativa; segundo, que los consumidores PVPC son mayoritariamente los pequeños autónomos de la vida, vamos, que viven al día y normalmente en casas con poca eficiencia energética, con electrodomésticos de antepenúltima generación.

surtidor gasolinera

“Los mayores y los colectivos vulnerables son los más perjudicados”

¿De qué le sirve a una familia así haberse “ahorrado” 300 euros en seis, ocho, diez meses, con esta modalidad, si en enero le llega un recibo de 500 euros? Ese achuchón incluye ya dos componentes de la santísima trinidad alrededor de la cuál se organiza el desorden actual: gas, electricidad, petróleo. Ese es el núcleo duro y es por donde tenemos que empezar a buscar para intentar entender algo. Ocurre, sin embargo, que vivimos en una época en la que jamás tuvimos tanto acceso a información y, al mismo tiempo, jamás fue tan difícil comprenderla y, por tanto, comprender el mundo y situarnos en él. Como esta es una columna pequeña para tan grande empresa, me limitaré a mencionar algunos factores económicos, dejando geopolíticos para otro día: básicamente tenemos una recuperación de la producción y del consumo tras pandemia, pero unas infraestructuras y producción mundial de gas a medio gas (no he podido evitarlo), un crecimiento mayor de la demanda que de la oferta, competencia entre países no productores por adquirir gas y petróleo, y un mercado de futuros (compra/venta) altamente especulativo y en el que, contrariamente a lo que podamos pensar, no es a los países productores a los que les interesa que el precio se dispare -al menos, no por encima de determinado límite-. En España, cambiando de tercio, casi el 50% del precio de la gasolina son impuestos, pero uno (el Impuesto sobre Hidrocarburos) es una cantidad fija independiente del precio del petróleo/gasolina/litro en origen y en destino -es decir, era la misma cantidad hace un año que hoy, por lo que a quien lo recauda no le interesa tanto que crezca el precio de la gasolina sino más bien que crezca, o al menos que no decaiga, el consumo de la misma-, y el otro es un porcentaje fijo (el IVA) que, este sí, supone una cantidad variable. La recaudación de ambos va, a partes iguales, para la administración central y las comunidades autónomas, saquen sus conclusiones y defiendan sus posturas y modelos de estado y sociedad después de saber esto. Respecto a la subvención al consumo que hemos conocido recientemente, de 20 céntimo por litro, es una cantidad igualmente fija, pero sobre el precio variable del mercado. Pregunta de los de a pie: ¿de qué me sirven 20 céntimos, si sigo pagando el litro a 1’50 euros? Respuesta rápida: para seguir vivo mañana. Próxima entrega: algunos factores geopolíticos.

M.L.C. Socióloga

 

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Las Lagunas de Ambroz y la limpieza de los interbloques

La decisión de un grupo ecologista del distrito, en concreto la Asociación del Medio Ambiente de San Blas-Canillejas, de trasladar al Congreso de los Diputados la desprotección que padecen las Lagunas de Ambroz, información que adelanta y desarrolla este medio de comunicación en páginas interiores, es una noticia que supera, por su importancia y valor potencial, las fronteras de nuestro entorno.

En primer lugar por la trascendencia que tiene para nuestro ámbito territorial, con la consiguiente defensa de un lugar único de flora y fauna en toda la ciudad, que alberga una gran cantidad de especies de animales diferentes, pero también por la importancia que tendrá, a nivel nacional, que la cámara baja, a través de los distintos grupos parlamentarios, se pronuncie sobre un aspecto tan importante para todos los españoles como es la ecología y la protección del medio ambiente.

Según los estudios realizados, Las Lagunas de Ambroz albergan más de 1.000 especies invertebradas, algunas en peligro de extinción, como el sacapedos, 400 de flora, 140 de aves, 50 de hongos, 20 de mamíferos, anfibios y reptiles, siendo el único humedal de estas dimensiones ubicado en la ciudad de Madrid. Una riqueza biológica descomunal con riesgo de convertirse en un vertedero, cuya persistencia peligra debido a la inhibición de distintas administraciones o por culpa de un entramado legal que estas no son capaces de despejar. A lo cual hay que añadir los necesarios estudios sobre el impacto que la explotación minera que allí se produce pudiera generar para la salud de las personas, dada la existencia de viviendas muy cercanas a ese lugar.

Manifestación ante la junta municipal por la basura
Manifestación ante la junta municipal por la basura

Recientemente, representantes de la empresa se reunieron con los grupos parlamentarios de la Junta para exponerles su punto de vista, recalcando la importancia económica que tiene, también para nuestro distrito, la extracción de la sepiolita. Y sin duda es así. Nadie habla de que se tenga que tomar una decisión precipitada. Pero una cosa es eso y otra es no actuar, permitiendo que una dejación de funciones vaya poco a poco erosionando la protección de las lagunas hasta que este espacio quede totalmente deteriorado.

Ahora bien. Como el presidente de la citada asociación, Alberto Ávila, reconoce, la reivindicación, que se va a realizar en el ámbito político más elevado, el Congreso de los Diputados, no puede caer en el partidismo. La defensa de la ecología y del medio ambiente tiene que ser labor de todos los partidos políticos que quieran apostar por ella y en ningún caso caer en el defecto de conceder la bandera de esta defensa a ninguno de ellos. Ello ayudará a que las leyes y cambios legales que se tengan que aplicar fluyan más rápidamente. El primer consenso ya se dio en un pleno de nuestra Junta, en el que todos los grupos aprobaron por unanimidad la protección de Las Lagunas de Ambroz.

La limpieza de los interbloques

Otra de las noticias del mes ha sido el problema de la limpieza en la zona de los interbloques, que ha conllevado la rectificación por parte del Ayuntamiento y el anuncio de que ese espacio, como sucedía antes, va a ser  limpiado por trabajadores municipales. En primer lugar, desde esta publicación nos congratulamos de que se haya dado solución a un grave problema. Una solución sustentada en dos vertientes: por un lado, en las protestas realizadas por las asociaciones vecinales, una de ellas convocada ante la Junta Municipal un día de pleno, y por otro en la capacidad de rectificación por parte del Ayuntamiento. Rectifiar tiene menos de reconocer una culpa que de demostrar que se tiene la suficiente capacidad de reacción para enmendar un error. En esta ocasión se puede dar la vuelta al refranero para sentenciar que, al final, entre unos y otros la casa se va a barrer. Que es lo que realmente importa.

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Colonia Fin de Semana: polígono o colonia

La autora, Mari Luz Castellanos, socióloga residente en este lugar analiza la estructura sociológica de este barrio, situado en la periferia del distrito.

Dice el diccionario de la RAE que surrealista significa “irracional o absurdo”. Y dice el mismo diccionario que el surrealismo es un “movimiento artístico y literario iniciado en Francia en 1924 con un manifiesto de André Breton, y que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente”. Yo he leído a Breton, pero no estaba preparada para esto.

Esto es mi barrio, y yo solo quería una terraza. Ahora tengo la terraza, en un barrio que no sé definir de otro modo más que como surrealista. Quienes me conocen están seguramente hartos de oírlo, aunque según el interlocutor digo polígono (que suena como tristón) o colonia (que suena chachi). No es realista, por ejemplo, una calle en la que en doscientos metros puedes distinguir perfectamente cuatro segmentos o clases sociales diferentes. Sí es onírico, porque es el sueño de todo sociólogo.

Colonia Fin de Semana
Colonia Fin de Semana

El segmento de la cúspide, el de los chalets a un millón de euros de antes de la crisis, no ha acabado de arraigar. Ahora se han depreciado un poco, tienen usos diversos y de ellos entran y salen gentes diversas, generalmente de paso en el barrio, como epítome (ejemplo paradigmático) del mismo.

Los vecinos de toda la vida se reparten entre los que siguen viviendo en sus casas de toda la vida, los que viven en las casas del extremo del barrio a donde los mandó un plan urbanístico y de mejora, y los que viven en casas nuevas mejores que las que tenían pero más centrados que los otros. Por parte de los que no son de toda la vida, no se crean que todo es entrar y salir, o que llegamos ayer y nos vamos mañana, que algunos a lo mejor llevamos más de una década aquí.

Colonia Fin de Semana

Hay una parte del vecindario que no se mezcla, o lo hace poco. Esos son los que no son de toda la vida y buscaban una terraza muy grande, o un jardín privado muy grande, o -atención, otro segmento- una piscina comunitaria aceptable en una comunidad pequeña. Entre ambos hay de todo, pero el perfil es profesional urbanita de nacionalidad española, o país desarrollado, o altamente cualificado de país menos desarrollado, que prefiere vivir recogido hacia su casa, que para eso tiene una terraza y un jardín muy grande o una piscina comunitaria. De entre los que no somos de toda la vida, por cierto, a mí me salen -que conozca- trece nacionalidades distintas, lo cual me hace pensar que la fuente de verdad (el padrón) recogerá al menos veinte.

No todo son chalets o dúplex, claro, vivimos en casas de todo tipo y condición, no voy a ahondar en las miserias, en propiedad o alquiler dentro de una gama variada de precios, aunque ahora hay poca oferta porque el barrio está -será posible- muy demandado. Nadie lo demanda específicamente porque en quince minutos andando puedas recorrer la globalización, pero la globalización era esto y es ahora y es aquí.

Colonia Fin de Semana

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