Navidad, buenos propósitos, familia y turrón

No nos habíamos repuesto todavía de Halloween, y aún con la resaca del Black Friday (mucho menos aparatoso que otros años, eso sí) y resulta que ya tenemos aquí la Navidad cargada de comidas con amigos, cenas en familia, regalos, juguetes y turrón.

Y anuncios, muchos anuncios. Y arranco desde aquí, porque tengo que decirlo ya: no me acabo de creer el anuncio de turrón Suchard. No puedo, hay algo que no me cuadra. Con la importancia que tiene la familia en este país, y dentro de ella la figura de la madre -especialmente las que pertenecen a la generación que intuimos en el spot en cuestión- en la organización logística y emocional del ámbito doméstico, no me cuadra, por ejemplo, que los que lloremos en el anuncio de marras seamos los espectadores, y no los protagonistas del mismo. Se lo voy a destripar, si no lo han visto: son las primeras fiestas navideñas de una familia sin la madre-abuela, y los miembros de la misma deciden y se esfuerzan en reproducir exactamente todo: la receta que ella hacía para la cena, los adornos con los que engalanaba la casa, los dulces y, en último término, el turrón, del que se acuerda el nieto y que es el personaje sobre el que se focaliza el momento más emotivo (era el que le gustaba a la abuela).

bus navidad

Vaya por delante que me parece valiente, incluso necesario, introducir en la publicidad el tema de la ausencia y la muerte como parte de la vida, en este caso de la vida de los que se quedan.

Entiendo lo que de homenaje a la fallecida tiene toda la puesta en escena que los miembros de la familia -obligados ahora a trabajar en equipo y repartirse lo que antes hacía ella sola-  esforzadamente despliegan, pensando especialmente en el padre viudo pero también en ellos mismos, que han quedado huérfanos. Pero ya nos los enseñó Jorge Luis Borges en su genial cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”: una copia no es una copia, aunque sea exactamente igual a un original, es otra cosa distinta. Es más, debe ser otra cosa distinta porque se produce en otro tiempo y en otras circunstancias. Así que incluso en el hipotético caso de que los personajes consigan reproducir exactamente la cena -spoiler: la receta sale un poco regular-, ella ya no está. Así que no, no es lo mismo. No es que carezca de sentido celebrar la Nochebuena sin la madre, como afirma el padre al principio de este moderno cuento de navidad suchardiano, no es eso, no. Es que lo que vivieron no se puede volver a vivir, sencillamente. Es más, quizá sea incluso contraproducente pretender revivirlo, y no digamos en la primera navidad sin el ser querido en la mesa.

No es que yo piense, desde luego, que es mejor hundirse en la tristeza o que hay que vivir de luto por un ser querido durante el resto de la vida de uno. Es que me imagino, sencillamente, que en una familia aparentemente funcional -esto es, en la que los miembros parecen quererse sinceramente-, como es la del anuncio, el primer año sin un ser querido debe de ser un poco más horrible de lo que aparece en las imágenes. Tendrán que llorar en algún momento, digo yo.

No soy psicóloga, pero me gustaría serlo para poder analizar con más fundamento, y seguramente justicia, el mensaje del anuncio. A mi me gusta pensar que es más importante haber conocido a una persona -y todo lo que te aportó y le aportaste- que el hecho de perderla. Esto es, que hay que celebrar efectivamente la vida que vivimos con ese ser querido (padre, madre, hermano, hermana, pareja, amigo, etc), en vez de hundirnos con su pérdida. Pero no sé, se me hace bola. Y me cuesta pensar, sociológicamente hablando, en esa familia así, tan entera, sin derrumbarse ni un poquito durante los preparativos y en la propia cena.

En este país la familia es una institución con un rol y peso doble. De uno de ellos debería ser liberada, concretamente del de ser el colchón ó sostén económico de los miembros estructural o circunstancialmente vulnerables para los que no existe colchón (o ayuda) institucional; del otro, del de ser un lugar o refugio donde encontrar afecto y expresar emociones, es del que estoy hablando ahora. Y ese no me parece mal, de hecho me parece muy bien y bastante lógico. Otro día, no obstante, podemos hablar también de que el tipo de familia del anuncio no es el único tipo de familia posible. No me refiero solamente a su composición, que también, sino justamente al tema de los afectos y las emociones. Mi familia bien, gracias. Pero es sorprendente (o no) la cantidad de conflictos familiares que circulan cada año, y van circular este también, por las mesas familiares en estas fechas tan entrañables. Mucho ánimo a todos, y felices fiestas.

M.L.C. Socióloga

 

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Bandas juveniles, una definición social

A consecuencia de algún suceso o delito violento, la acción de estos grupos adquiere mayor resonancia pública.

Hay en la investigación sociológica, como supongo que en la investigación de cualquier tipo, un momento inicial que llamamos construcción del objeto de estudio. Esta expresión indica, en primer lugar, que hay algo que requiere nuestra atención o consideramos relevante; y, en segundo término pero no menos importante, que debemos justificar ese interés y definir en qué consiste ese objeto -un fenómeno, un problema, un colectivo, etc-, y desde qué óptica lo vamos a analizar. Esa construcción no solo marcará su comprensión, sino que lo visibilizará de una manera o de otra frente a las autoridades competentes y/o actuantes. Por supuesto, raro es el fenómeno, hecho, problema, situación, etc, en el que no está implicado, directa o indirectamente, más de un colectivo social. Y cada uno, desde su perspectiva, su grado de implicación, experiencia, intereses, etc, tendrá a su vez su propio discurso respecto al mismo.

La versión corta, o de andar por casa, de esta construcción del objeto “bandas”, por mi parte, partiría tanto de situarlo fuera de una retórica fantasmagórica hecha de imágenes de agresión o amenaza permanente -no digamos ya, por supuesto, fuera del estereotipo circulante de que todo chaval de apariencia no autóctona es miembro de una banda-, como de reconocer la existencia de un problema. Qué tipo de problema, para quién, cómo, etc, forma también parte de esa definición. Desde mi punto de vista, el problema sería en primer lugar para los propios integrantes de una banda (no es lo más habitual, a tenor de las Memorias anuales de la Fiscalía de la Comunidad de Madrid, ¿Cambios en su composición… cambios en sus motivaciones y objetivos?

bandas latinas

Se puede comprobar en las mencionadas Memorias de la Fiscalía (www.fiscal.es/-/comunidad-autonoma-de-madrid), que la denominación actual de estos colectivos es bandas juveniles, no bandas latinas. El motivo principal de este cambio es que el 90% de sus miembros son españoles, tan españoles como Abascal, como respondió Isabel Díaz Ayuso a Rocío Monasterio en la Asamblea de Madrid el pasado febrero, a propósito de una interpelación de esta última respecto a la inmigración ilegal.

Efectivamente, y como ha analizado exhaustivamente la antropóloga Katia Núñez (tesis doctoral consultable en: dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=301264), sus integrantes no son producto de procesos de reagrupación familiar, o sea, adolescentes o jóvenes que hayan llegado a España en una edad, digamos, complicada. Buena parte son segundas generaciones de inmigrantes, sí, pero han nacido aquí y se han criado aquí. No están replicando su origen familiar-cultural. La nacionalidad familiar no está resultando una variable o atributo determinante y compartido, habida cuenta de que además esos orígenes étnicos o nacionales son, al interior de las bandas actuales, diversos y mezclados. Tampoco guardan vínculos con bandas del otro lado del océano que surgieron y surgen en contextos bien diferentes. El componente territorial-barrial, por otro lado, tampoco parece introducir un componente específico de distinción entre unos grupos y otros -las tres bandas principales actualmente en activo en Madrid pueden coincidir en los mismos distritos-. Al mismo tiempo, el territorio sí deviene en un lugar de escenificación -que diría el sociólogo Erving Goffman-, de prácticas grupales, incluyendo conflictos con otros grupos por el dominio de espacios concretos.

bandaslatina

Desde la perspectiva de la sociología de las organizaciones, y de acuerdo a lo que señalan expertos y actores con conocimiento y experiencia – directores/as de centros de menores, personal docente de institutos, la propia Policía Nacional, etc-, cabría decir que actualmente la forma de estas bandas está más próxima a la de grupo organizado que a la de grupo formalmente organizado. Por ejemplo, siguiendo de nuevo Núñez, no parece existir un mecanismo formal de captación como tal, sino más bien una extensión natural y un crecimiento de los grupos por la vía de las redes sociales informales y los lazos afectivos (hermanos, amigos, conocidos…). Tampoco se detecta una jerarquía sólida ni, sobre todo, líderes claramente identificables como antaño. Esto último no parece responder a una estrategia encaminada a dificultar la identificación de estos líderes por parte de la policía, aunque tenga ese efecto. Parece tener más que ver con una forma más flexible y difusa de organización (¿quizá podríamos hablar de redes descentralizadas, utilizando el lenguaje de redes sociales?), al mismo tiempo ampliada en virtud del uso de las redes sociales virtuales para quedadas, exposición, intercambio de información, etc. Otro cambio notable respecto a la composición social de estas bandas es la edad: casi la mitad son menores. Esto significa que no estamos ante adultos capaces de articular una estructura delictiva formal y de extorsión sobre otros adultos; pero también que estamos ante sujetos muy influenciables por el grupo y que carecen de perspectiva sobre la peligrosidad, para ellos y para otros como ellos, de su pertenencia a una banda.

M.L.C. Socióloga

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Sobre el desempleo, y cómo entender los registros del Distrito

Escribí en la entrega anterior, a cuenta de la vuelta de las vacaciones, del trabajo asalariado como mecanismo de integración y reproducción del orden sociolaboral en las sociedades industrializadas y modernas. De lo que supone en tanto obligación ineludible, puesto que es la vía principal para la satisfacción de necesidades básicas y menos básicas.

En definitiva, del derecho a las vacaciones como parte inseparable del deber de participar en la producción, y del drama que supone cada año -a medida que uno avanza a través del ciclo vital- la vuelta a la actividad laboral. Obviamente, y precisamente porque el trabajo asalariado es nuestra forma principal de integración social, existen dramas mucho mayores: no tener trabajo o actividad formal a la que volver, aun queriéndolo y/o necesitándolo (y, por tanto, depender en “el mejor” de los casos de algún tipo de prestación oficial en forma de subsidio o renta); o tener un trabajo o actividad que no permite cubrir, o apenas cubre, las necesidades básicas. Este último caso se despliega, a su vez, en dos situaciones distintas que tienen el mismo resultado inmediato (ingresos) pero distinto recorrido: que la actividad sea formal  (reconocida) o informal (sumergida). Hay gente que transita entre unas situaciones y otras, y gente que simultanea más de una de todas las formas posibles.

Qué nos pueden decir los datos

Los registros oficiales tienen dificultades para captar las situaciones de informalidad, pero también para profundizar en general en el concepto de tránsito, trayectoria laboral, y condicionamientos derivados de la forma que adopte la misma. Por ejemplo, una inserción inicial de tipo precario en el empleo, en el marco de una crisis económica, puede condicionar toda la trayectoria laboral futura de un colectivo social al completo  https://www.eldiario.es/piedrasdepapel/acceso-puerta-trasera-mercado-laboral_132_4290671.html. Las estadísticas oficiales, no obstante, nos ofrecen una información muy valiosa, básica y muy completa, que hay que entender primero e interpretar después (aquí lo que creo que es un buen ejemplo de manejo e interpretación de datos, centrado en nuestro distrito: https://larueca.info/wp-content/uploads/2020/01/Diagnóstico-participado-San-Blas-2019-2020.pdf). Para el municipio de Madrid, actualmente, se elabora un panel o estudio de indicadores por distrito y barrios que incluye datos de población, económicos, de salud, educación, calidad de vida, vulnerabilidad, servicios, equipamiento y participación ciudadana (pueden consultarse aquí los datos: https://datos.madrid.es/portal/site/egob).

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Las secciones locales de los periódicos generalistas suelen hacerse eco de los datos más significativos, o llamativos, que afectan a los municipios y a las divisiones administrativas en su interior. Si se quiere profundizar o matizar en los mismos conviene, sin embargo, acudir a las fuentes originales, empezando por la metodología y los términos empleados en las mismas. Así, en el periódico podemos leer, por ejemplo, que según los datos municipales, y para 2021, el barrio con mayor tasa de desempleo en la capital es San Diego, situado en Puente de Vallecas. En su caso, se acerca peligrosamente a los dos de cada diez parados, con un 18,8%. Menos de un punto le separa del segundo, San Cristóbal, en el distrito de Villaverde, que roza el 18%. En tercer lugar del podio se sitúa Amposta, en San Blas Canillejas, con un 17,16 (https://www.larazon.es/madrid/20220827/4mqaagtchva3rnvpzvzepcgq7e.html).

Pero si vamos a la fuente oficial que ha producido y elaborado esos datos, resulta lo que en la noticia-reportaje se denomina tasa de desempleo, corresponde a lo que se llama en el estudio tasa absoluta de paro registrado, que no es exactamente lo mismo que lo que en el mismo estudio se llama paro registrado. La tasa absoluta de paro registrado corresponde al número de desempleados/as dividido entre el total de la población en edad de trabajar (16-65 años). Es un registro interesante porque puede sugerir situaciones precisamente no reconocidas, precarias, etc; pero, al mismo tiempo, puede igualmente incluir, y de hecho lo hace, situaciones que no tienen que ver estrictamente con el paro o con la búsqueda de empleo (estudiantes, perceptores de algún tipo de renta por diversas situaciones, etc).  El paro registrado, en cambio, corresponde al número de desempleados/as dividido entre la población activa, es decir, entre la población que no solo está en edad de trabajar, sino que o bien tiene trabajo o bien lo está -oficial y activamente- buscando. Y ahí no destaca en nuestro distrito el barrio de Amposta, sino el de Simancas (seguido por Arcos y Canillejas). Sirva todo esto solamente a modo de introducción para empezar a entender los conceptos, emplazándoles a todos a seguir indagando y comentando qué nos dice la información disponible para nuestro Distrito.

M.L.C. Socióloga

 

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Se nos acabó el verano. ¿Y ahora qué?

Finalizó el verano y volvemos a nuestra vida cotidiana. Llega septiembre, y la subida de productos de primera necesidad y el aumento del precio del carburante nos servirá para volver a sentir la cruda realidad. No es que este verano no hayamos sentido la inflación.

Seguro que se ha traducido en recortes en el consumo cotidiano. Pero puede que también hayamos mirado un poco para otro lado. Dentro de lo que se llama clase media hay una brecha generacional entre aquellos que vivieron la posguerra, y aquellos que crecieron en la -aparente y engañosa- abundancia. De tal manera que los primeros concentran los “porsiacaso” en la despensa, y los segundos llenan con ellos la maleta.

ESTUDIANTE COVIDEs cierto que entre estos últimos hay quien no ahorra, o lo hace poco, porque sencillamente no le alcanza. Pero también es verdad que hay consumos a los que no renunciamos ahora, y mañana ya veremos. El verano es una época propicia para funcionar a corto plazo, precisamente porque el tiempo parece eterno. No saber qué día de la semana es constituye uno de los objetivos principales. Si usted lo ha conseguido, enhorabuena. Si está por vivirlo aún, desde aquí le transmito mi envidia.

¿A quién le gusta septiembre?

Nunca en la infancia entendí qué clase de persona podía alegrarse por la llegada de este mes. Ahora lo entiendo un poco más, pero solo académicamente. Cruzando variables, coyuntura y contexto, hay una tipología de perfiles que respiran aliviados cuando se acaba el verano meteorológico. Buena suerte, y espero que encuentren lo que buscan: trabajo, rutina, orden, estructura, incluso silencio doméstico. Cada septiembre es como un fin de pandemia, con la particularidad de que no caemos en una nueva normalidad sino en la normalidad de siempre. ¿Se acuerdan en pandemia, cuando a la gente le daba por hacer millones de actividades en su casa, algunas de las cuales no habían hecho en su vida? Había que llenar el tiempo con algo. Es verdad que podía ser algo placentero, elegido, incluso creativo y auto-motivador. Pero eso solo era el segundo paso, el primero era la angustia del vacío que había que llenar. Esta necesidad de ocupar el tiempo, y hacer algo, es una necesidad social, histórica, y sutilmente construida en forma de deber, hoy auto-impuesto y, por tanto, inadvertido.

Es verdad que la rutina y el orden es la base de cualquier organización social, pero también que el trabajo, tal y como lo conocemos hoy -es decir, mayormente en forma asalariada, y básicamente aquello que nos permite adquirir productos de primera, segunda y tercera necesidad-, es un invento de las sociedades industriales, en las que ya no hace falta una ley que persiga a los vagos porque nos hemos creído que es mucho más un derecho que un deber.

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Cada septiembre es como un fin de pandemia, con la particularidad de que no caemos en una nueva normalidad sino en la normalidad de siempre

Pero ojo, porque cada septiembre aquellos que hemos vivido el éxtasis del no-trabajo nos damos cuenta, en parte, del engaño. Cuanto más tiempo pasamos de vacaciones, peor es la vuelta. Cuantos más años cumplimos, más dura nos resulta esta. Si fuéramos en general más longevos de lo que ya somos, habría revueltas sociales. De momento solo hay debate: alargar la edad de retiro o jubilación está sobre la mesa hace tiempo. Es lógico, el sistema se sustenta sobre el trabajo asalariado y su primo hermano, el pequeño autónomo (en el que no hace falta que nadie te explote, porque ya lo haces tú solo). Pero el trabajo asalariado, o el trabajo a cambio de un ingreso que te permita vivir decentemente, resulta poco a poco más penoso. No porque sea un esfuerzo, sino porque sin ese esfuerzo no tenemos un salario/ingreso que nos permita vivir decentemente, incluyendo en ese decentemente el ocio y el consumo que nos compensa del trabajo. Y da igual que tus tareas, tu trabajo, te guste. Incluso diría que en este último caso es más dramático, porque lo que de otro modo harías por puro placer en este caso se convierte en una necesidad y una obligación.

Lo llamarán cada septiembre, de forma machacona,”síndrome posvacacional”. Nos harán creer que tenemos un problema, pero que es normal: no se preocupe, le durará unos días. Y es cierto. En cuanto la necesidad y la obligación llamen a su puerta en cualquier forma, aceptará de nuevo el orden sociolaboral establecido. Hasta el próximo verano.

M.L.C. Socióloga

 

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Cuando la derecha pone sus manos sobre Torre Arias, la Quinta está en peligro

El barrio de Canillejas alberga entre sus calles un tesoro con varias joyas: una de ellas es una Quinta de dieciséis hectáreas, que debe su nombre a sus dueños, los condes de Torre Arias. En 1986, siendo alcalde Juan Barranco, el Ayuntamiento de Madrid firmó un convenio con los propietarios para que ésta pasase a ser propiedad del pueblo de Madrid, ya que se establecía que la finca sería destinada a parque público y servicios a la ciudad, a cambio de la recalificación como urbanizables de unos terrenos anexos de más de 170.000 m2.

Tras este acuerdo, los condes siguieron disfrutando del usufructo de la finca hasta su muerte, en octubre de 2012. Ocho meses después, el Ayuntamiento la recepcionó, en junio de 2013. Meses antes, el gobierno del PP anunciaba su intención de abrirla al público “en breve”, y buscar “una solución para el palacio que sea de interés tanto para la fundación como para el Ayuntamiento”, reconociendo necesaria una rehabilitación para su puesta en uso dado su deterioro.

Sin embargo, poco tiempo después, en 2014, el PP negoció con una entidad privada, la Universidad de Navarra, quien tenía prevista la apertura de una clínica hospital en las inmediaciones, la instalación de una de sus sedes en los edificios de la finca. El acuerdo se basaba en que el Ayuntamiento cedería el uso, a cambio de que la universidad rehabilitase las edificaciones, para lo que aprobó un Plan Especial que permitía esta actuación, autorizando también la demolición de algunos edificios y la construcción de un aparcamiento.

La fuerte oposición vecinal y de los grupos políticos, PSOE e IU, que exigíamos el uso público de las edificaciones, consiguió parar el proyecto, culminándose la victoria, años más tarde, cuando el Plan Especial fue anulado por los tribunales, gracias al recurso que presentó la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos.

Torre Arias
Torre Arias

En 2015, Ahora Madrid llegó al gobierno, gracias al apoyo del PSOE. El nuevo equipo municipal liderado por Manuela Carmena vino cargado de buenas intenciones. En noviembre de ese mismo año, inició la redacción de un nuevo Plan Especial que revertiese el planteado por el PP, que daba esta joya a la universidad privada y un año después, el 27 de noviembre de 2016, abrió las puertas de esta Quinta al público, uniéndose así a la vecina Quinta de Los Molinos y al Jardín de El Capricho, situado en el distrito de Barajas.

El proceso de elaboración del Plan Especial fue muy lento: dos años y medio. Cuando este nuevo Plan vio la luz, desde el Grupo Municipal Socialista valoramos muy positivamente que este nuevo instrumento urbanístico contemplase:

-Conservar el carácter de finca de recreo y explotación agropecuaria.

-Completar la protección de los elementos patrimoniales que no estaban protegidos.

-Establecer el uso dotacional de la Quinta priorizando la recuperación del uso agropecuario y el uso como parque urbano.

-Consolidar la gestión pública del ámbito, que asumía íntegramente el Ayuntamiento, “sin perjuicio de constituir estructuras mixtas con entidades vecinales y ciudadanas”.

Con este nuevo Plan Especial, el régimen urbanístico de la Quinta era suelo urbano consolidado, calificado como Zona Verde Singular categoría de Parque Urbano, otorgándole a los edificios principales la máxima catalogación, Nivel 1 Grado Singular, y para otros edificios secundarios y elementos vinculados al pasado histórico de la finca se aplicaba la protección arqueológica, sin descartar la reconstrucción de algunos de ellos (recogiendo así las alegaciones de los vecinos), asimilándolos a un Nivel 2 grado volumétrico de protección. Asimismo, las edificaciones existentes no podían dedicarse a uso deportivo, pero sí a uso cultural y educativo, para actividades de investigación y relacionadas con la Quinta.

Se protegían también los trazados históricos del jardín y los de las huertas. Y se admitía expresamente la implantación de huertos urbanos respetando el trazado original. Además, se indicaba que los productos obtenidos podrían venderse al público en la quinta o disponer de canales de comercialización específicos.

Así, el nuevo Plan Especial, tenía una interesante vocación de recuperación del uso tradicional de la finca y sobre todo de uso público del espacio, y una protección de los edificios e infraestructuras. Una tercera victoria de los vecinos y vecinas del distrito, así como de los grupos municipales, que lucharon con uñas y dientes para que esta finca no se convirtiera en una universidad privada y evitar que esta no se cayera a trozos, como consecuencia de la desidia del Ayuntamiento.

El Grupo Municipal Socialista votó a favor de este Plan Especial que se había hecho esperar bastante más de lo deseado, ya que éste compartía todas nuestras aspiraciones y contemplaba gran parte de las alegaciones que presentamos a dicho Plan.

Sin embargo, advertimos que se estaba desperdiciando la oportunidad de ir más allá y tramitar un Plan Director de Usos que concretase el proyecto que queríamos para la Quinta. No nos referíamos al Plan Director que llevaba años tramitándose desde el Área de Medio Ambiente, que también era necesario y que tan solo se refería a aspectos de jardinería y conservación de arbolado, sino a un Plan Director elaborado por el área de Desarrollo Urbano que abordase el régimen de usos y protección de toda la finca.

Eso no se hizo porque el gobierno de Ahora Madrid, una izquierda voluntariosa y voluntarista, carecía de una visión estratégica de ciudad, y vaticinamos que se iba a escapar, de nuevo, otro espacio que puede ser un instrumento de reequilibrio territorial fundamental en esta ciudad, ya que quedaba apenas un año de mandato, tiempo insuficiente para convertir Torre Arias en una realidad.

Con lo que habían tardado en redactar este Plan Especial podían haber tramitado, de forma simultánea o en paralelo, un plan director, un proyecto o como prefieran llamarlo, que sacase todo el potencial a la magnífica Quinta Torre Arias.

Torre Arias

 Así, el Plan Especial era un cascarón vacío. Por suerte, un cascarón protegido, eso sí…pero vacío.

Y en mayo de 2019 volvimos a votar. La llegada de la derecha al gobierno en junio de ese año nos ponía de nuevo en alerta a todos, por lo que desde el Grupo Socialista en el distrito y en el Ayuntamiento, llevamos todo tipo de iniciativas al Pleno de la Junta Municipal y de la capital, así como a la Comisión de Desarrollo Urbano.

Se hacían los despistados, se mostraban dubitativos, pero el objetivo estaba claro: repetir la operación del anterior gobierno del PP, capitaneado entonces por la alcaldesa Ana Botella. Ahora, por Almeida. Eso, daba igual. Ambos sabían y saben que lo que había que hacer era y es bien sencillo: esperar la aparición de la ansiada entidad privada que se lo quede a cambio, entendemos, de una contraprestación económica.

Así, lo llegó a afirmar, poco tiempo después de llegar al poder, la directora general de Arquitectura del área de Obras e Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid, Paloma Sobrini, en un conocido portal inmobiliario, en el que sin tapujos, anunciaba que el Ayuntamiento estaba a la caza de promotor para llegar a un acuerdo y poner en uso la Quinta Torre Arias, mediante una de sus famosas fórmulas de colaboración público-privadas.

Mercedes González:
“Además de su valor histórico, Torre Arias es una pieza clave de reequilibrio territorial”

Ganando tiempo a la espera, año y medio más tarde, en diciembre de 2020, el Ayuntamiento de Madrid constituyó una Mesa para el uso futuro de la Quinta de Torre Arias presidida el presidente del distrito, Martín Casariego, y de la que formaban parte el alcalde, José Luis Martínez Almeida; la vicealcaldesa, Begoña Villacís; el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante; y la delegada de Obras y Equipamientos, Paloma García Romero.

Una mesa cuya función nunca estuvo nada clara, por lo que empezamos a preocuparnos seriamente por sus intenciones. No era la primera vez que el fantasma de la privatización planeaba sobre la Quinta.

Entonces tuvimos claro que el problema de fondo, el real, es que tienen una joya y no saben qué hacer con ella. Y sin visión estratégica, mucho nos temíamos que, de nuevo, este emplazamiento acabaría en manos de un privado, el que más fácil lo ponga o el que más contacto tenga, para llenar de contenido, un marrón con el que ni PP ni CS sabían qué hacer.

Mercedes González
Mercedes González

Además de su valor histórico, Torre Arias es un emplazamiento estratégico, una pieza clave de reequilibrio territorial donde poner en marcha proyectos de ciudad. Por ello, nos ofrecimos para colaborar en definir los usos que mejor encajasen con el Plan Especial, del que nos sentimos partícipes; les pedimos que contasen también con los colectivos vecinales, que son quienes mejor conocen la finca y su potencial. Y les advertimos de que no perdiesen de vista la visión integral del conjunto: la zona agropecuaria y los edificios sólo se entienden como lo que son, parte de un todo indivisible.

Y ya entonces, hace año y medio, en una de mis intervenciones vaticiné: ‘No se les ocurra esperar a que aparezca un privado con una idea brillante para los edificios principales, muy atractivos para su explotación económica, y que las zonas agrícolas se conviertan en el decorado que rodea a esos edificios. Pueden contar con los socialistas para definir los usos públicos que mejor encajen en la Quinta, pero nos tendrán siempre enfrente ante cualquier intención de privatizarla’.

Tras unas recientes declaraciones del concejal presidente del distrito de San Blas-Canillejas, Martín Casariego, del casi desaparecido partido de Ciudadanos, hemos sabido que, de nuevo, una universidad privada tenía interés en instalarse en el Palacio de la Quinta de Torre Arias.

En 2014, fue la Universidad Navarra. Ocho años después, la Universidad Católica de Murcia. Entonces, era solo el PP. Ahora es PP, con Ciudadanos, o Ciudadanos con el PP. Eso es indiferente. Lo importante es que la historia se repite. Una vez más, la amenaza de la privatización planea sobre la Quinta, porque cuando la derecha posa sus manos sobre Torre Arias, la pone en peligro.

Torre Arias no es un lugar cualquiera. Es una joya como hay pocas en Europa, porque se trata de una quinta agrícola insertada en el corazón de Madrid. Una rareza que merece ser puesta en valor por su historia y, sobre todo, porque es un emplazamiento estratégico en el que merece la pena poner en marcha proyectos emblemáticos de reequilibrio para el distrito de San Blas-Canillejas.

Como dijo con mucha sorna el periodista y escritor Eduardo Marquina, “el verdadero objeto de la gran ciudad es hacernos desear el campo”. Torre Arias es perfecto para cumplir ese deseo. No les quepa ninguna duda de que, con el PSOE en el gobierno de la capital, ese deseo será una realidad.

Pero mientras eso llega, no nos queda otra que volver a pelear por lo que el último alcalde socialista de Madrid, Juan Barranco, quiso que fuera de todos y de todas. No dejemos que la derecha esta vez se salga con la suya, y lo deje en manos unos pocos, de los mismos de siempre. Volvamos a la lucha y repitamos la victoria.

Mercedes González es secretaria general del PSOE de Ciudad de Madrid y delegada del gobierno

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Pongamos rumbo a nuestra Ítaca

Aestatis tempore, tiempo de verano, como dirían los padres de nuestro idioma. Por fin todos disfrutaremos de ese periodo del año que sirve para cerrar ciclo, aunque luego lo tengamos que reanudar, y desconectar de nuestra rutina. Pero, sin duda, va a ser un aestas (verano) diferente. Ya lo fue el anterior, al que todos esperábamos como punto final de la pandemia e inicio de la recuperación. En este, en el que damos por consumado el primero de los dos preceptos, de nuevo nos encomendamos a su marco festivo para embarcarnos en un viaje más hacia el olvido que hacia la esperanza sin tener demasiadas ganas de vislumbrar el paisaje que al final de puerto nos espera. Casi como los primeros descubridores, nos embarcamos porque estamos deseosos de un mundo mejor, que por supuesto merecemos, y porque no nos queda más remedio que poner velas rumbo a la esperanza. A nuestra nueva Ítaca.

Pero lamentablemente el fin de la pandemia ha venido acompañado de unos nubarrones inesperados que llenan de preocupaciones la navegación por muy fugaz que esta sea. Una inflación disparada que afecta a bienes básicos y esenciales y los augurios de los economistas nos hacen temer por lo que será el regreso. Muchos aventuran que será el último verano tal y como lo hemos concebido.

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Puede. Y puede que tenga razón uno de los tertulianos de nuestras Tertulias de La Gradona, en esta ocasión dedicadas a la solidaridad en el distrito, Jaime Rincón (dueño de Casa Carmela, portavoz de Recupera Madrid), cuando nos advierte en el artículo de que esta situación le recuerda mucho a la vivida en 2020. Pero lo que no puede ser es que durante todo este tiempo no hayamos aprendido nada. La excusa de la pandemia tal vez haya servido para justificar que tantos y tantos hayan quedado desasistidos, dejados a la intemperie. Pero eso ya ha pasado una vez. No se puede volver a repetir. Y este aestatis tempore, tiempo de verano, tiene que servir también para que todas las administraciones a las que les incumbe el problema del ser humano se tomen su tiempo de reflexión para que a la vuelta de vacaciones estén creadas las medidas necesarias para que el hambre y la miseria no se estanquen en ninguna parte de la sociedad. Y es cierto que a todos nos tocará tirar del carro, incrementando el tejido social de solidaridad y contribuyendo a las necesidades, si vuelven a aflorar, de los desamparados. Nos tenemos que involucrar, sí, pero una manera de hacerlo es exigir a nuestras tres administraciones, la central, la autonómica y la municipal, así como a la propia Junta, que se empeñen de verdad en este asunto, que no se limiten a una contribución esporádica dejando lo principal en manos de asociaciones privadas, por muy voluntariosas y eficaces que estas sean.

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Para que esto suceda, me dirán, es preciso crear riqueza. Sí, puede que sea una parte de la verdad. Pero la economía, como el deporte, también es un juego de ataque y de defensa, y se puede ganar defendiendo (que se lo pregunten al Real Madrid de la final de París o al Atlético del Cholo Simeone). No vamos a inventar desde estas páginas un tratado de economía, pero una forma de crear riqueza es no perdiéndola o ayudando a que esta se recupere. Una economía desnutrida es una economía incapaz de regenerarse. Y cuando más tiempo se tarde en actuar, más difícil, por no decir imposible, será la recuperación. Es el momento, por lo tanto, de que nuestras administraciones dejen al lado la euforia veraniega y pongan todo su empeño en elaborar una red de creación de riqueza, generadora de empleo, y de asistencia al necesitado para evitar que todo esto, no dentro de mucho, se desmorone con nosotros dentro.

Somos conscientes de lo dificultosos y traicioneros que son los vericuetos de la economía. Pero contamos con la ventaja de que disponemos de los suficientes recursos y conocimiento para que no tengamos que pasar calamidades o que, por lo menos, una parte de nosotros quede abocado a ello. Ya tenemos experiencia en el viaje, luego sabios somos. Pues rememos. Y seleccionemos a los marinos que estén preparados para llevarnos a nuestra Ítaca. Les esperamos en septiembre. Feliz verano.

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El verano de los poligoneros y la vida que se nos viene

Un salvadoreño, un venezolano, un ecuatoriano y un boliviano están compartiendo cerveza -unos botes que terminarán después en una bolsa habilitada para basura- en la acera de una calle, en una tarde tórrida de un domingo interminable. Los bares están cerrados, o quedan demasiado lejos para la temperatura que desprende el asfalto. Un ciudadano chino que se acaba de mudar a una casa de la misma acera y cuya puerta está a pocos metros del corrillo, sale y entra de la misma con aspecto cansado, presumiblemente recién despertado de la siesta (puede que esto sea una proyección cultural mía). Ante la cercanía del contubernio a su puerta, uno de los integrantes del mismo sentencia hacia dentro, con sorna pero al mismo tiempo sin maldad: que se vaya acostumbrando a la cultura española. La anécdota daría para iniciar un libro pero evidencia un tópico, no por tópico menos cierto: San Blas-Canillejas, como en general en Madrid, el verano queda inaugurado cuando la gente prefiere pasar considerablemente más tiempo en la acera que en su casa, con silla de bar o sin ella. Aclaro que no hace falta que haya cerveza, refresco o helado de por medio: estar en la calle es transversal e independiente de que se tome algo o no. Lo que para quienes somos del sur es un acto habitual, para los madrileños es un acontecimiento, como la apertura de las piscinas públicas.

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Pero verano es verano, y vacaciones son otra cosa. Cambiemos la abstracción feliz y neutra y pongamos un poco de contexto. Estas vacaciones -para quienes tengan la suerte de tenerlas- se presentan insoportablemente llenas de incertidumbre para un amplio espectro de la población. Hay que ir trazando un plan, mejor varios, desde las aceras y desde los asientos mullidos, porque definitivamente hemos entrado en otro túnel del terror para el que vamos a necesitar apoyo mutuo, ideas y acciones. En realidad, lo preocupante no parecen ser, o no solo son, las vacaciones -si hay que pasarlas en la acera, pues bueno-, sino lo que viene después, que en realidad estamos viendo ya. La inflación nos está comiendo en la luz, la gasolina, el precio de los alquileres (nada por debajo de 500 euros/mes con un mínimo de 40m2 en estos momentos en uno de los portales de referencia) y, en general, casi toda la cesta de la compra, compres lo que compres.

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Alrededor de 2005-2006, la mayor parte de la gente que conocí compartiendo coche lo hacía por convicción ecológica. A partir de esa fecha, y sobre todo desde la crisis de 2008 (         que ya jodió la vida a bastantes), el ideal ecológico de la chavalería estudiantil y los boomers asalariados fue desplazado claramente por la motivación económica. El último escalón del descenso del consumo empieza en este 2022 y terminará con todos, coches y personas, en la vereda o en el parque al lado de casa. Sencillamente, no nos moveremos en coche o lo haremos lo mínimo imprescindible. Tiraremos más del transporte público, claro, pero no tanto de la bicicleta y el patinete, porque no todo el mundo está en condiciones de usar lo primero y/o tiene acceso a lo segundo (que, por cierto y como opinión personal, sigue siendo jugarte la vida en esta ciudad). Estar en la acera ya no será un tópico o hábito cultural, sino una imposición material. En realidad, ambas cosas -cultura y economía- siempre están correlacionadas, pero eso no significa que lo cultural no pueda tener una autonomía propia o cierta transversalidad en lo genérico. Sin embargo, cuando es porque no hay alternativas la cosa cambia mucho. Nadie con conciencia de respeto al medioambiente, o crítico con el modelo intensivista, productivista, hiperconsumista, y todas las cosas malas acabadas en -ista, está contento porque la gente beba menos cerveza, coma menos carne o use menos el coche porque no le dé el bolsillo. Las cosas que se hacen o se dejan de hacer por motivos extrínsecos, no digamos si son materiales, no son comparables a lo que se hace o deja de hacer por convicción interna y cuando tienes alternativas. El caso es que viene un verano y un otoño con curvas, o según se mire sin ellas. En la próxima entrega intentaremos ser un poco más optimistas, sin caer en la máxima vacía del «tienes que ser positivo». De momento, nos seguimos viendo en las aceras y en las calles.

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Geopolítica y luz de gas

Alguien está buscando un tesoro en el sótano de su casa, y no es usted. Es más, a usted le están haciendo creer que no hay nadie en el sótano, aunque oiga ruidos y las luces de la casa cambien de intensidad cada día durante un ratito, porque alguien está usando una lámpara en el sótano.

Este es el argumento de una obra de teatro escrita en 1938 por el inglés Patrick Hamilton, que tiene dos versiones para el cine (inglesa y estadounidense). El impacto de la idea fue tal que desde entonces en psicología se usa la expresión luz de gas para explicar un tipo de manipulación extrema en las relaciones de pareja en las que uno de los miembros va a lo suyo, haciendo creer al otro que se está volviendo loco. Lo suyo puede ser buscar algún tesoro, pero también ocultarlo (mentir en torno a un acto propio) o, más frecuentemente, ambas cosas a la vez. Los estafadores de Tinder, por ejemplo, hacen ambas cosas.

surtidor gasolinera

Había pensado que podía dar juego para la entrega de este mes, continuando con la trilogía del mal (petróleo, gas, electricidad), pero después de estudiarlo creo que se queda en un juego de palabras sin más. Si extrapolamos esta forma de manipulación entre dos personas a lo que ocurre en lo sociopolítico, sale una cosa bastante conspiranoica en la que acabamos pensando que cuatro gatos (o gobiernos, o instituciones) nos mienten, nos manipulan, y quieren volvernos locos mientras se dedican a sus cosas, que son acumular recursos, poder, etc, para el presente y sobre todo para el futuro. Por supuesto que cada cual miente en la medida de sus posibilidades, y que existen desigualdades de poder, recursos, riqueza, etc, en el mundo a todos los niveles. Pero la aplicación del concepto luz de gas a este nivel parte de un planteamiento muy determinista -cuatro manos mueven el mundo, a lo sumo seis, y los demás estamos absolutamente manipulados- y desemboca en una conclusión muy nihilista -y no podemos hacer nada porque no somos nadie-, ambas un tanto contradictorias en los términos, pues si somos conscientes de que estamos siendo engañados ya no lo estaríamos tanto.

“Me está pareciendo que los cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen tan claro”

 Es verdad que, a no ser que nos pongamos en serio con ello, la gente corriente no entendemos qué está pasando con las luces de casa (o del local), la gasolina para llenar el depósito, el gas para el agua caliente o la calefacción (adiós invierno, hola verano). Más que nada está pasando en la factura, no en el suministro. Porque técnicamente, de momento no hay escasez como tal. Sí la hay en la producción de cosas que consumimos en esta parte del mundo, que vienen de otras partes y se alimentan de la trilogía, y eso también lo estamos notando en las facturas. En casi todas, de hecho, porque al final todo es una cadena.

Esta columna tenía que versar hoy sobre factores geopolíticos que están incidiendo en lo que no entendemos, pero no soy politóloga y me pierdo. Me está pareciendo, eso sí, que los supuestos cuatro actores que mueven el mundo no lo tienen en realidad tan claro; que hay muchos más que cuatro, y muchas más esferas de influencia -económica, política, mediática, etc- con sus propios actores, cuyos intereses pueden no ser exactamente los mismos. Lo último que ha pasado es la guerra en Ucrania -entre “operación militar especial” e “invasión” nos hemos quedado con el término medio, más aséptico pero entendible, incluso a estas alturas más ajustado a lo real-, y parece que sí va a alterar el mundo, empezando por la posición, peso, importancia, etc, de países y bloques mundiales, y por supuesto cambios en la producción, la distribución y el comercio mundial de materias primas y productos manufacturados. Empezaremos a oír hablar de multipolaridad, y de cambios al interior de cada polo (por ejemplo, la situación de Alemania en la Unión Europea). Que los propios actores principales parezcan un tanto desconcertados respecto a lo que están haciendo los otros y respecto a sus propias previsiones sobre lo que iban (o querían hacer) con ellos mismos y con los otros, puede no ser malo, o puede ser terrible. No nos creamos, eso sí, que están todos de acuerdo y que tienen un plan sin fisuras para manipularnos, volvernos locos, y quedarse con el tesoro. Y si alguno lo tiene, le puede salir regular. De momento, frente al miedo supremo que algunos invocan en relación a esta guerra, termino con esto: el sentido de las armas nucleares es precisamente no usarlas salvo como amenaza, nunca como realidad efectiva, y esa es precisamente una de las pocas cosas en las que los actores principales de esta película en particular están de acuerdo.

M.L.C. Socióloga

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El consenso es esencial para que florezcan las oportunidades

La llegada del buen tiempo y la atenuación de la pandemia no es que nos estén devolviendo las ganas de vivir, que ya las teníamos, sino también la alegría. Las calles vuelven a llenarse y en muchas actividades, otra cosa es la subida de los precios, se está volviendo a parámetros previos a marzo de 2020. Y si hay dos actividades generadoras de ilusión y de alegría son la música y el deporte. Terminada la Liga, cuyo trofeo este año no recalará en nuestro distrito, fue un placer ver la gran entrada que registró el Wanda Metropolitano para presenciar a los All Black, un equipo legendario del rugby.

Rugby en el Wanda Metropolitano
Rugby en el Wanda Metropolitano—foto Walter Degirolmo

Y a un mito de nuestro deporte, Carolina Marín, campeona olímpica, tricampeona mundial, vigente campeona europea, dar una clase magistral sobre deporte femenino y bádminton a alumnos de nuestro distrito. Pero tal vez sea más importante, por aquello de su efecto duradero, de la relación con la base, la llegada a San Blas-Canillejas de un equipo de fútbol femenino, el Magerit (precioso nombre con el que los árabes llamaron a nuestra ciudad, tierra de aguas), lo que nos permite, como se denunció en una de nuestras Tertulias de La Gradona, dejar de ostentar el récord de ser uno de los pocos lugares de la capital en la que no había ningún club de balompié de mujeres. Y dentro de poco San Blas-Canillejas será escenario de uno de los espectáculos más grandes que en el apartado musical se pueda albergar con la actuación de los eternos Rolling Stones en el Metropolitano, uno de los pocas grupos capaces de concitar expectación tanto en los que gustan de estilo musical como en los que no. Y de romper todo tipo de barreras de edad. Los Rolling son los Rolling.

Algunos dirán que al fin y al cabo solo se trata de música y deporte. Pero no es así. Es mucho más. Es la demostración de que San Blas-Canillejas es un distrito de referencia de Madrid, de que nuestras calles y nuestras instalaciones son elegidas por destacadísimas entidades y empresas, y por otras que aunque no sean tan nombradas, como el caso del Magerit, van a aportar un gran valor al lugar en el que vivimos, sobre todo a nuestras niñas y mujeres. San Blas-Canillejas, como hemos contado en anteriores ediciones, es la capital digital de España, un sitio de contrastes que aúna diversos tipos de empresas, un destacadísimo lugar deportivo y ahora también, aunque sea por unas horas, será capital internacional de la música. Pocos distritos de nuestra ciudad pueden presumir de todo ello.

Por una parte, estamos seguros de que todo esto será un imán dinamizador del resto de actividades y de que servirá de motor de arranque para otros sectores, como el pequeño comercio, que mes tras mes lleva esperando la definitiva salida del túnel de la desgracia y de la crisis. Pero hace falta algo más. Se necesita que todas las Administraciones: Comunidad, Ayuntamiento y Junta Municipal, se sirvan de esta inercia para dar los impulsos necesarios para que nuestra economía vuelva a fluir. No vivimos en un páramo. A la vista está. Además, nuestro entramado comercial y nuestros vecinos han demostrado la suficiente capacidad de resistencia como para merecer las ayudas e iniciativas necesarias para que esa alegría incipiente llegue a todos y que por ende nos depare unos resultados más justos y duraderos.

Y en esto es clave el plan Sures, un proyecto para promover la igualdad entre los distritos del sureste con el resto, así como para fomentar su desarrollo. Se trata de una actuación capital, que la abordamos en nuestra tribuna, que, dada las circunstancias, debe obligar a todos los partidos políticos a olvidarse de los rifirrafes habituales de la política para poner todo su empeño en contribuir a que definitivamente todos los sectores, y por consiguiente todos los ciudadanos, puedan salir de la crisis. Hemos sufrido una situación tan difícil y complicada en la que, al margen de la voluntad que pongamos, necesitamos la guía y colaboración de nuestros políticos para que todo vuelva a ser como antes. Tienen el poder y la capacidad para ello, siempre y cuando abandonen viejas estrategias de trinchera por otras de consenso, pacto y cesión para que su trabajo redunde en un beneficio real social.

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Una nueva etapa, también para la economía del distrito

Parece que surge la luz. La decisión de la Administración de quitar la obligatoriedad del uso de las mascarillas, salvo las consabidas excepciones, va mucho más allá de la liberación que este hecho implica. Es, en gran parte, la señal que todos esperábamos para saber que, por fin, hemos superado lo más grave de la pandemia y que a partir de ahora empieza una nueva etapa en nuestras vidas, que esperamos se parezca lo más posible a la que disfrutábamos antes de marzo de 2020.

Y parte esencial de esa vuelta a la normalidad que anuncia la no obligatoriedad de llevar mascarillas es la economía. De entrada, es bueno que el foco informativo traslade su atención de los hospitales a los mercados. Cierto es. Pero no menos cierto es que estos regresan con unos nubarrones de incertidumbre que a todos inquietan y a no pocos agobian. La previsión del Banco de España de llegar a una inflación del 7,5% es para muchos sectores, entre ellos el pequeño comercio y las clases más desfavorecidas, una muy preocupante noticia. El desorbitado incremento de los precios tendrá una directa relación con el consumo, afectando por un lado a la adquisición de productos básicos y necesarios y a la propia regeneración de la economía.

San Blas-Canillejas no puede ser una excepción a esa nueva realidad, máxime cuando se trata de un distrito heterogéneo, plagado de singularidades y de contrastes. En ese sentido, sabiendo que no hay varitas mágicas, lo más importante tal vez sea saber que la recuperación sea obra de todos. Empezando por lo más básico, empeño no va a faltar a las asociaciones y particulares que llevan tiempo trabajando con los más desfavorecidos. Ayudas de las distintas administraciones a los que han tenido el infortunio de caer en este sector entendemos que tampoco faltarán. Pero lo realmente importante es que el motor de la recuperación esté bien engrasado y empiece a rugir con fuerza. Y ahí está el otro gran sector, ahora duramente castigado por la inflación, imprescindible para que todo vuelva a fluir: el pequeño comercio. Si nos saltamos el paso de su aportación va a ser muy difícil que la economía de un distrito como el nuestro crezca adecuadamente. Por su aportación al PIB, por la creación de puestos de trabajo, por mantener el espíritu de barrio… Sí, es verdad que está acostumbrado a sobrevivir a todo tipo de crisis, pero esta es diferente. Por eso, más que nunca, ahora necesita la ayuda de todos: de las administraciones, de la Junta, independientemente de sus competencias, y de nosotros, de los vecinos, para, con nuestras compras, mantener algo que también es nuestro. Al fin y al cabo se trata de añadir a la economía un poco de proximidad, cariño y humanidad. Seguro que la fórmula funciona.

Mercado Boltaña
Mercado Boltaña

Economía verde

Por otra parte, en la edición de este número llevamos a nuestras Tertulias de La Gradona la situación de la ecología en el distrito. Al margen del gran valor que en sí conlleva esta cuestión, tanto por cuestiones medioambientales como de salud, hay otro importante, que es apuntado por algunos tertulianos. Tanto la adecuada protección de Las Lagunas de Ambroz, un humedal dotado de una fauna y flora únicas en la ciudad de Madrid, como la construcción de un anillo verde, anunciado en el artículo, que enlazara los parques de La Quinta de Torre Arias, La Quinta de los Molinos y el Capricho, supondría para San Blas-Canillejas convertirse en la vanguardia de la economía madrileña en el apartado ecológico. Los tiempos cambian y el tradicional turismo de sol, playa e incluso arte está dando lugar a otras elecciones por parte de los demandantes, y una de ellas es la ecología. Ambos proyectos, la adecuada conservación del humedal y el anillo, convertirían a nuestro distrito en un destacadísimo lugar en lo que compete al turismo verde, con la consiguiente contribución en creación de empresas y puestos de trabajo, así como en su positiva incidencia en los negocios que ya existen. Vitoria hace unos años marcó el camino, y son muchos los turistas que recibe esta ciudad por este motivo. No debería asustarnos el reto, ya que, si medimos la diferencia en número de población, no estamos tan lejos: a menos de 100.000 habitantes.

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