Partido a partido: de la psicología al campo

La filosofía del partido a partido es algo que no solo tenga que ver con el deporte, sino con la vida. Es lo que en psicología se entiende como el establecimiento de metas a corto plazo.

Dado que la psicología está cada vez más presente en distintos aspectos de nuestro día a día, hoy me centraré en cómo a través del deporte podemos seguir aprendiendo de la mente y del comportamiento humano.

Desde 2017 nuestro barrio acoge al Atlético de Madrid en su estadio Wanda Metropolitano. Uno de los lemas de su entrenador, Diego “Cholo” Simeone, ha sido el ‘partido a partido’, que denota conocimiento de esta disciplina. Pero ¿qué es la psicología deportiva? Es la ciencia que estudia los pensamientos, emociones y conductas de los deportistas profesionales y amateurs y se basa en un entrenamiento psicológico que busca no solo el rendimiento, sino el bienestar del deportista. Va más allá de conseguir resultados: implica estar bien y conocerse para poder mejorar en el aspecto personal y deportivo. Este entrenamiento mental complementa, junto con la táctica (acciones para un objetivo), la técnica (cómo se ejecutan dichas acciones) y el entrenamiento físico, los cuatro pilares del deporte.

psicologia futbol

Volviendo al ejemplo del Cholo, entender el juego o la vida partido a partido es lo que en psicología hemos definido históricamente como el establecimiento de metas a corto plazo paginadeldistrito.com/como-sobrevivir-a-una-cuarentena, además de centrarse en el presente o tener conciencia plena (mindfulness). Esto sirve para aumentar nuestro control de la situación, actuando sobre nuestra zona de influencia (margen de acción) en nuestro entorno más cercano. Significa ocuparse de lo más inmediato, de lo que está en nuestra mano y podemos resolver ahora. Esto se puede aplicar también en nuestro día a día: cómo afrontar un examen, el cuidado de los hijos o gestionar la situación laboral y económica. Gran parte de los cuadros de ansiedad vienen por la anticipación y preocupación sobre asuntos que ocurrirán en el futuro, pero que no podemos gestionar actualmente.

Por otro lado, se ha hablado habitualmente de la importancia de la salud física, pero no ha sido hasta hace poco que la sociedad ha ido tomando conciencia de lo importante que es también estar sano a nivel mental. Lo bueno es que no hay que elegir una frente a la otra, porque ambas están interconectadas. De hecho, las investigaciones han ido demostrando cómo un buen estado de ánimo potencia la salud física y, en cambio, afecciones como el estrés o la ansiedad aumentan la vulnerabilidad ante ciertas enfermedades, en parte a causa de algunas hormonas y neurotransmisores. Si la OMS definió la salud en 1948 como “un estado de bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades” es porque hace 70 años ya éramos conscientes de la importancia de estas dimensiones para la paz de una persona. El ejercicio, la alimentación y el descanso son tres de los factores claves en el cuidado físico, así como el autocuidado (realizar actividades que fomenten el bienestar propio) y la regulación emocional (gestionar de forma adaptativa y sana nuestras emociones) son los estandartes del cuidado mental.

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Otro ejemplo donde se juntan la psicología y el deporte es cuando queremos empezar a hacer ejercicio. Pensar en ir al gimnasio dos o tres veces por semana es algo que desanima a cualquier persona sedentaria y si no empezamos, no podemos conseguir un hábito. La clave del abandono en la mayoría de propósitos es que no son realistas y quieren abarcar mucho, especialmente al principio o que no tienen bien definidos el porqué (motivación) y el cómo (metodología). Para empezar esta empresa hay que tener claro qué se busca, por qué lo queremos y establecer un plan de acción. No hay que empezar corriendo dos horas todos los días ni usar todas las máquinas del gimnasio; basta con andar unos 30 minutos diario, que es lo recomendado por la OMS. Porque todo cambio cuenta, y lo más difícil es el primer paso. La plasticidad del cerebro permite acostumbrarnos a actividades que repetimos habitualmente y, si bien la ciencia ha demostrado que 21 días pueden no ser suficientes para establecer completamente una rutina, sí es cierto que cuanto más repitamos una conducta más rápidamente se convertirá en automática y podremos hacerla casi sin darnos cuenta.

Cuidar nuestra salud mental y física es una tarea a la se ha dado poca importancia, pero nunca es tarde. Hacer algo por nosotros una vez a la semana es realista y está en nuestra mano. Solo nos falta decidir el qué, cómo lo haremos y cogerle el gustillo a dedicarnos tiempo a nosotros mismos, partido a partido, hasta que se convierta en un hábito.

Daniel Pérez. Psicólogo

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Un año de Covid-19

Se ha cumplido un año del anuncio del primer confinamiento. Como si de principios de año se tratase, hacemos balance de lo que hemos vivido y aprendido en estos doce meses y cómo enfocar lo que está por venir.

Como sabemos en psicología, los recuerdos asociados a emociones tienden a establecer relaciones más fuertes en nuestro cerebro y eso hace que podamos recordarlos más, y en ocasiones, más vivamente. La gran mayoría de lectores puede recordar cómo vivió o dónde estaba cuando se produjeron los atentados del jueves 11 de marzo de 2004 y es probable que el anuncio del confinamiento el 15 de marzo de 2020 siga los mismos procesos en nuestros cerebros.

Cómo nos ha afectado

Pese a que cada persona es diferente y ha podido vivir este periodo de una manera única, los estudios reflejan ciertos comportamientos que se han repetido entre la población. El hecho de pasar tanto tiempo en casa disparó los problemas de sueño, adicciones, inquietud y bajo estado de ánimo, especialmente en grupos como los jóvenes y las mujeres. El enemigo en la sombra, justo detrás del COVID-19, con el que llevamos luchando un año es la incertidumbre. El no saber qué esperar, cuándo iba a pasar y, en definitiva, la falta de control, han sido los mayores adversarios de nuestra salud mental.

A pesar de que los medios hayan anunciado que la “cuarta ola” será la de la salud mental, lo cierto es que esta ola empezó cuando se prorrogó por primera vez el estado de alarma. Como ya se ha abordado en anteriores artículos: “Cómo gestionar la incertidumbre”, el ser humano vive buscando el control sobre lo que le rodea, y este elemento ha estado ausente desde el principio de la pandemia. El desconocimiento provocó en nosotros miedo y rechazo en varias ocasiones: al principio a salir a la calle, más adelante al uso de mascarillas y recientemente hacia las vacunas. Pero como hemos comprobado, la información, la ciencia y nuestra propia experiencia con cada elemento han ido cambiando (en su mayoría) nuestra opinión hacia ellos.

Aun así, debemos tener en cuenta que las demandas de atención psicológica se han disparado desde marzo del año pasado y que no contamos con un sistema de salud (ni específicamente de salud mental) estructuralmente capacitado para hacer frente a nuestras necesidades. Que haya una media de diez suicidios diarios en nuestro país y que una de cada cuatro personas vaya a necesitar los servicios de Salud Mental a lo largo de su vida son datos de antes de la pandemia. Episodios como este virus pueden empeorar esas cifras, por eso es tan necesario que se empiece a abordar desde el Gobierno.

Pero no todo ha sido malo este año. Pese a los problemas de salud física y mental desarrollados, en estos meses hemos tenido tiempo para conocernos mejor a nosotros mismos, desarrollar habilidades, creatividad y utilizar la tecnología para solventar problemas y distancia.

ESTUDIANTE

Cómo nos puede afectar

La incertidumbre es un elemento que nos sigue acompañando diariamente y, aunque ya estamos algo más entrenados en hacerle frente, vamos a tener que seguir gestionándola por un tiempo, porque aún no sabemos a ciencia cierta cómo nos afectará.

Los expertos prevén que asociada a esta crisis sanitaria pueda venir un periodo difícil a nivel económico y debemos mentalizarnos para ello con las claves que ya conocemos: permitirnos sentir emociones, aceptar lo que no podemos cambiar y actuar dentro de nuestro margen de acción, con flexibilidad y resiliencia.
En lo referente a la salud, no podemos esperar a que se erradique el virus para empezar a tratar sus consecuencias psicológicas: pérdidas de seres queridos, desarrollo de patologías de carácter mental o la cronificación de cuadros previos.

A nivel social, es esperable un aumento de la brecha comunitaria, afectando especialmente a los jóvenes y a los grupos con bajos recursos. Según informes internacionales, también es esperable que, si se ven sin oportunidades por la crisis socioeconómica y sanitaria, pierdan la fe en las instituciones políticas y económicas y se entre en una especie de estado de indefensión.

¿Y qué podemos hacer de aquí en adelante?

Utilizar todo lo que nos ha servido en el pasado. Los cambios que hemos introducido durante la pandemia pueden convertirse en nuevos hábitos. Hemos aprendido del virus y de nosotros mismos durante este tiempo y ya tenemos estrategias definidas para sobrevivir. Tenemos que seguir utilizándolas hasta que todo esto pase, siendo conscientes de que nadie nos había preparado para esto y que tenemos derecho a pedir ayuda a psicólogos y otros profesionales. Siempre es mejor atajar un problema cuando es pequeño, y ya que en la mayoría de los casos no se soluciona solo. Es mejor ser valientes y ponernos manos a la obra cuanto antes.
Daniel Pérez. Psicólogo

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Psicología del asalto al Capitolio (II): heurísticos errores y experimentos clásicos

Esta es la continuación del artículo anterior en la que abordamos otros aspectos de la Psicología Social que ayudan a entender parte del asalto al Capitolio de los Estados Unidos, así como a conocer experimentos famosos en Psicología Social que revolucionaron la forma de entender el comportamiento humano.

En artículo anterior desarrollé conceptos como el sentimiento endogrupal, los factores de la persuasión y los elementos que intervienen en la conducta colectiva. En esta ocasión me centraré en procesos mentales que intervienen a nivel individual, así como en experimentos clásicos en Psicología Social, que, si hasta ahora no conocías, merece la pena que descubras.

Procesamiento de la información

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Experimento Cárcel de Stanford Phillip Zimbardo extraido de elcierredigital.com

El cerebro humano tiene que hacer frente a miles de estímulos diarios: pensamientos, decisiones, comunicación… por eso tiende a economizar los recursos de los que dispone. Esto es adaptativo, ya que nos permite interactuar de forma fluida con el entorno, pero implica que no procesemos o elaboremos detenidamente toda la información que se nos presenta; este fenómeno recibe el nombre de economía cognitiva. La opinión que tengamos respecto al asalto al Capitolio de enero depende en parte de la opinión previa que tengamos sobre el grupo de personas que lo llevaron a cabo. Independientemente del acto, se va a juzgar como peor o mejor, si tenemos actitudes previas hacia ellos, en un reflejo de economizar recursos mentales y reafirmarnos en nuestras opiniones previas para evitar la disonancia cognitiva.

Pero no siempre procesamos la información de la misma manera. Existen dos modos o vías principales: la vía central, que implica una elaboración profunda y consciente de la información y la vía periférica, con una elaboración superficial y de bajo coste. La que utilizamos la mayor parte del tiempo es la segunda, a través de los heurísticos o atajos mentales, porque nos permite ahorrar recursos cognitivos para cuando realmente los necesitamos, pero, por contra, nos hace más vulnerables a la persuasión. Cuando no dedicamos mucho tiempo a procesar los argumentos es más sencillo que nos convenzan claves débiles. Si alguna vez has cogido en un supermercado un producto que no habías probado antes de una marca concreta, probablemente es porque has sido víctima de algún publicista que te ha hecho procesar su anuncio con claves periféricas: un color llamativo, un famoso anunciándolo, actores con bata blanca describiendo sus características, etc.

Respecto al discurso que dio Trump, es probable que no convenciese por sus elaborados argumentos de peso, sino por cuestiones como la familiaridad (conozco a quien está hablando), la congruencia (ya he venido hasta aquí) o la influencia normativa (todos están aplaudiendo el mensaje).

Errores humanos

El primer error que se podría cometer al interpretar los hechos ocurridos en Washington es el error fundamental de atribución: achacar el comportamiento humano a rasgos personales, sin tener en cuenta el impacto de la situación. Es fácil caer en “esos están locos” o “son personas agresivas” como explicación rápida, en lugar de pensar que son mujeres y hombres normales que estaban influidos por el entorno.

Otro atajo mental que solemos utilizar es el denominado efecto de tercera persona. Este afirma que creemos que otros son más fáciles de influenciar que nosotros. Cuando oímos a alguien decir “a mí no me la colarían”, intuimos que esa persona no sabe mucho de Psicología Social. Probablemente tienda a utilizar el sesgo retrospectivo, que es el que describe cómo una persona después de haber visto lo que ha ocurrido, afirma que sabía lo que iba a suceder. El mejor ejemplo es ese conocido que suelta un rotundo “lo sabía” después de que ocurriese un hecho, pero no antes.

Experimentos

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Experimento de obediencia Stanley Milgram

Solomon Asch en 1951 llevó a cabo el experimento de conformidad, que demostró al mundo cómo influye la presión grupal a la hora de tomar ciertas decisiones públicas: los sujetos señalaban respuestas claramente incorrectas, solo para encajar con lo que decía la mayoría.

Stanley Milgram a principio de los 60 quiso comprender por qué se siguieron ciertas órdenes durante el Holocausto. En su experimento de obediencia inducida, comprobó que más del 60% de los participantes llegaban a aplicar descargas mortales a otras personas, solo porque una figura de autoridad se lo ordenaba.

El experimento de la cárcel de Stanford fue llevado a cabo por Phillip Zimbardo. En él se comprobó cómo personas buenas podían realizar actos realmente terribles, al verse inmersos en una situación que lo favoreciese, en este caso según sus roles de policías o presos. Gracias a este trabajo, desde finales de los 70 se empezó a tener muy en cuenta el poder de la situación.

Daniel Pérez. Psicólogo

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Del asalto al Capitolio (I): endogrupo, dogmatismo, persuasión y acción

La psicología social, a través de elementos como la persuasión, la identidad social y el dogmatismo, nos puede ayudar a entender parte del asalto al Capitolio de los Estados Unidos.

Enero comenzó con dos acontecimientos históricos: la mayor nevada en los últimos 50 años y el asalto al Capitolio de los Estados Unidos por parte de algunos seguidores de Trump. Si bien la nieve nos trajo alegría o ilusión -emociones que hacían falta para encarar un nuevo año, los persistentes efectos del Covid-19 y la nueva oleada-. los libros de Historia del mundo entero harán referencia en el futuro a cómo algunos partidarios republicanos irrumpieron en el ilustre edificio. En este artículo voy a señalar algunos factores psicosociales que influyeron en el evento para poder entenderlo un poco mejor.

psicologo manifestantes

Endogrupo

La psicología social empezó a estudiar fenómenos de grupo en 1890 con Wundt, y se basa en comprender, explicar y predecir la naturaleza y causa de los pensamientos y comportamientos de individuos en situaciones sociales. En este caso, aplica atender a su comportamiento en grupo o masa, donde se produce una cierta transformación psicológica como consecuencia de las situaciones de agrupación. Para darle mayor orden al mundo, los seres humanos tendemos a formar categorías que agrupan ciertas características y también lo hacemos en el aspecto social. La afinidad ideológica a Trump era la característica común en el grupo de personas que asaltó el Capitolio. De hecho, fue él, su líder, quien los congregó allí el día anterior para defender sus ideales. Las personas tienden a preferir a los miembros de su mismo grupo (endogrupo), así como a exponerse solo a la información congruente con sus ideas previas, señales propias de la Teoría de la Identidad Social.

Dogmatismo

Entre las variables que podrían describir a gran parte de los que se plantaron ese día frente al Capitolio está el conservadurismo cognitivo, que consiste en ser rígido de ideas y difícil de cambiar. Un polo extremo de esta característica sería el dogmatismo, entendido como la actitud de personas con creencias muy rígidas que no admiten discusión, y en este caso se aplicaría con sus ideas políticas. Trump demostró ser consciente del dogmatismo de sus seguidores en el momento en que dijo públicamente “podría disparar a alguien en medio de la Quinta Avenida y no perdería ni un voto”, sabiendo que iban a seguirle independientemente de lo que hiciera o dijese (y parece que llevaba razón).

Persuasión

Los estudios en comunicación y persuasión destacan tres elementos principales a la hora de convencer: la credibilidad, el atractivo y el poder. Esto se aplica mucho en la publicidad y un ejemplo histórico de persuasión de masas fue la propaganda nazi. La credibilidad se refiere percibir a una persona como competente y sincera; el atractivo no es solo físico, sino alguna cualidad que nos llame la atención del comunicado como la simpatía, semejanza a nosotros, o fama; y el poder es entendido como la capacidad de dar premios, imponer castigos o tener influencia sobre terceros. Ni siquiera es necesario que se perciba a una persona con los tres elementos anteriores; en algunas circunstancias basta con alguno de ellos para que calen los mensajes que transmite. Presumiblemente, esta gente percibe a Trump como creíble y con poder, por lo que es comprensible que sean convencidos por lo que les dice. El líder de su grupo les congregó y animó a caminar hacia el Capitolio y como estaban convencidos y rodeados de gente que pensaba como ellos, por qué no iban a hacerlo.

La acción

Aunque pueda sonar contradictorio, el comportamiento de un individuo no depende solo de él. Para que una persona realice una acción debe creer que es correcta (actitud), debe percibir que el grupo espera eso de él (norma subjetiva) y debe sentirse capaz de realizarla (control). En este caso ya estaban motivados y convencidos, rodeados de individuos afines y se veían con capacidad real de entrar al Capitolio. Al ser tantos, la sensación de anonimato e impunidad era mayor y también era más fácil que una acción individual pasase desapercibida, por lo que solo necesitaban que alguien diese el primer paso y el resto le seguirían como grupo. Pensar que una conducta no va a tener consecuencias negativas es un gran aliciente para realizarla y los ánimos del presidente del país, así como el retroceso de los guardias fueron su mayor refuerzo. Eso llevó a un efecto bola de nieve que tardó demasiadas horas en controlarse y que no habría acabado igual si lo hubiesen realizado personas de otra raza.

En psicología social sabemos que las conductas nunca tienen una causa única, por eso son difíciles de explicar y predecir. Este texto pretende ser un acercamiento a algunos de los factores que influyeron en el asalto histórico, para ayudar a entender un poco más el comportamiento humano.

Si has utilizado aplicaciones para ligar (Tinder, Grindr, Meetic, Badoo, etc.) en los últimos 3 meses, puedes colaborar con la investigación del autor sobre la relación entre Salud Mental y el uso de este tipo de aplicaciones a través del siguiente enlace:

Daniel Pérez. Psicólogo

 

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2021: año nuevo, ¿normalidad nueva?

PsicologíaLas primeras dosis de la vacuna, la incertidumbre, la adopción de una nueva normalidad y la gestión de los problemas de salud mental derivados del duro año que hemos dejado atrás son varios de los principales elementos a los que tendremos que hacer frente este año.

Parece que hay luz al final del túnel. Con ese titular recibieron algunas personas la noticia a finales de diciembre de que se esperaba poder contar con una vacuna para los primeros meses de este año. Aquel anuncio propició varias reacciones emocionales, y los psicólogos hemos intentado entender cómo nos afectó esta noticia.

Una parte de la población que recibió la noticia con alegría, ya que suponía una inyección de esperanza, así como una visualización del cartel de meta para la carrera de fondo que ha sido la lucha contra el virus. Saber que estamos próximos al final, anima a continuar esforzándonos para llegar hasta él. Después de muchos meses llenos de incertidumbre, conocer esta noticia trajo un poco de control a nuestras vidas; algo que, como ya vimos en publicaciones anteriores, es fundamental para el ser humano.

Otra parte de la población, por el contrario, se relajó e interpretó esa noticia como el fin de las normas sanitarias con las que hemos convivido durante los últimos meses. Ahora que va a haber vacuna, ¿para qué voy a continuar llevando a cabo este tipo de comportamientos? Este es un ejemplo de pensamiento que ha podido surgir en las personas que más resistencias ofrecieron a acatar las normas sanitarias durante el año pasado. Pero todos conocemos ejemplos de corredores que empezaron a celebrar la victoria antes de cruzar la meta y lo que pasó después.

El hecho de tener una vacuna para una enfermedad no significa que ésta desaparezca, sino que ayuda a mitigar su incidencia. El problema que encontramos a final de año y que probablemente siga latente en nuestra sociedad es la tercera de las reacciones al anuncio de la vacuna: la desconfianza hacia ella.

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“Apelo a la resiliencia. a la perseverancia, para dar un último empujón. Porque los abrazos y los reencuentros están más cerca que nunca”

Y es que ha habido gente que en lugar de alegrarse o relajarse tras la noticia, recela de ella. Esta desconfianza no es un fenómeno nuevo en nuestra sociedad -siempre han existido personas que negaban realidades evidentes, los negacionistas-. Este grupode gente era relativamente reducido e invariable. Sin embargo, esta vacuna ha suscitado más sospechasque muchas de sus compañeras. El descontrol social, político, sanitario y psicológico que hemos sufrido estos meses anteriores ha hecho mella, hasta el punto de desconfiar no de las vacunas en general (no hay más que ver nuestras cartillas de vacunación), sino de esta en particular. La sobreinformación en los medios, la falta de transparencia y claridad en la toma de decisiones, unido a la incertidumbre, la ansiedad y el hastío ha hecho que una parte de la población se plantee por primera vez si va a recibir una vacuna avalada científicamente.

Creo que los profesionales de las ciencias de la salud tenemos el deber deontológico de defender la máxima que rige nuestras profesiones y transmitir a la ciudadanía la confianza que se les ha arrebatado, avalada por rigor y empirismo.

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Que podamos reducir el número de muertes gracias a la vacunación es una buena noticia, pero no la solución del problema. Aún quedan muchos meses hasta que el o la COVID-19 (ambos avalados por la RAE) sea una enfermedad controlada e integrada dentro de nuestra vida diaria. Es por eso que debemos continuar manteniendo las pautas sanitarias y no relajarnos en este momento, para evitar el mayor número de muertes posibles.

Lo que sí podemos hacer durante este tiempo es prestar atención a la salud mental de las personas y ponerla como una prioridad a atender en el futuro más inmediato. Porque esta pandemia ha servido para evidenciar las carencias estructurales en el sistema de salud, pero más aún en el de salud mental. El ratio de psicólogos (PIR) en la sanidad pública nunca ha sido suficiente para atender a las demandas psicológicas de la población en circunstancias “normales” (6/100.000 habitantes), pero durante y tras la pandemia ha sido aún más evidente la necesidad de atención psicológica [paginadeldistrio.com] y la población ha visto la relevancia del bienestar emocional. Por eso ahora es muy importante dejarse cuidar y pedir ayuda. Desgraciadamente, esta necesidad social no se ha visto traducida en un reforzamiento digno de las plazas PIR a nivel nacional, que, tras el anuncio del Gobierno de blindar la Sanidad Pública, únicamente aumentó a 198: nueve más que el año anterior.

Dos grandes medicinas contra la incertidumbre y el tedio son la confianza y la ilusión, y apelo a ellas en esta recta final; apelo a la resiliencia, a la perseverancia, a todo lo que ya has superado para dar un último empujón, para seguir cuidándonos como lo hemos hecho hasta ahora. Porque los abrazos y los reencuentros están más cerca que nunca.

Daniel Pérez. Psicólogo

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Jóvenes para la pandemia, la otra mirada

Comienza diciembre de 2020, el último mes del año de la pandemia. Con la incertidumbre aún de cuándo podremos tener una vacuna, la realidad diaria se centra en si crecen o se reducen los contagios y las muertes. En relación con esto, uno de los grupos que más atención social y mediática ha recibido por su comportamiento son los adolescentes y adultos jóvenes.

Esta situación nos ha cambiado la vida a todos, pero en cada etapa evolutiva ha afectado de forma distinta, por las respectivas necesidades sociales y de desarrollo. Recuperando una histórica frase del pensador y filósofo español José Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo” pretendo recordar que el contexto con el que interactuamos nos ayuda a entender qué es esperable de nosotros en cada momento.

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En el caso de los adolescentes, su etapa biológica y social les lleva a definir quiénes son, a descubrir cuáles son sus límites y a actuar contra ciertas normas establecidas, porque no perciben adecuadamente los niveles de riesgo. Todo padre sabe(por haberlo visto) y todo adulto recuerda (por haberlo vivido) quela adolescencia es el periodo de rebeldía y desafío por excelencia: ¿qué normas incumplíamos nosotros cuando éramos jóvenes? Además, ese comportamiento no se limita al ámbito familiar, sino que se aplica en todos los contextos en los que interactúa: el escolar, el deportivo, el artístico y por supuesto, el social, aunque implique una pandemia. También es fundamental en ese periodo que viven el contacto con sus iguales, el descubrimiento del amor, de los cambios corporales debido a las hormonas y el sentimiento de pertenencia al grupo. Si bien esto podrían suplirlo en cierta medida de manera virtual, se les lleva diciendo años que no abusen de las tecnologías y del tiempo que pasan frente a las pantallas. Como resultado, ahora se encuentran confusos por no saber cómo invertir su tiempo y satisfacer las necesidades más primarias que sienten.

En el caso de los adultos jóvenes, que ya han pasado la adolescencia, pero aún no tienen la estabilidad económica y emocional que les gustaría, se encuentran en una situación social igualmente complicada. Algunos tuvieron que enfrentarse a la crisis de 2008 justo cuando empezaban a incorporarse al mercado laboral, y ahora, sin haberse recuperado totalmente aún, se ven de nuevo sin ingresos ni certeza en lo personal y lo laboral. Además, son el grupo de edad que pueden estar perdiendo a dos generaciones: a sus padres y a sus abuelos. Por estos factores, entre otros, es por lo que son de los grupos de edad que más trastornos psicológicos está sufriendo durante esta pandemia.

Y es que nadie está preparado para aguantar incertidumbre tanto tiempo y sin apenas respiro o tranquilidad. Sabemos que la situación cambiará, pero no sabemos cuándo y esa es de las mayores incógnitas a las que nos llevamos enfrentando muchos meses. Como ya comenté en anteriores publicaciones es necesaria una buena gestión de las emociones para evitar el desarrollo de distintos problemas psicológicos, y, por ejemplo, salir de casa, hacer actividades gratificantes, centrar la mente en lo que estamos haciendo en ese preciso momento o juntarnos con personas que nos hacen sentir bien son distintas vías de escape emocional a la frustración que podemos estar sintiendo ahora.

No hay una forma correcta de superar un hecho y menos tratándose de algo tan nuevo y prolongado en el tiempo como esta pandemia. Pero sí que hay muchas formas adaptativas de enfrentarse a lo que estamos viviendo y cada persona estamos encontrando las nuestras: centrarse en el momento presente intentando reducir la preocupación por el futuro y la tristeza por lo pasado, haciendo cosas que nos hagan sentir bien, detectando nuestras necesidades e intentando cubrirlas, conectando con nosotros mismos o dando y recibiendo cariño. Porque, aunque ahora debamos reducir al máximo nuestros contactos sociales, son una parte inherente del ser humano y una necesidad muy potente; tanto es así que hasta en época de guerras se hacen hijos.

Los medios culpan a los jóvenes por su comportamiento con campañas agresivas como las de Metro de Madrid, pero no dirigen su foco hacia los vagones repletos en hora punta ola falta de recursos de la sanidad pública. No se suele recordar que los contactos sociales ayudan a mitigar los problemas psicológicos y que son los que mantienen a flote los pocos negocios que sobreviven a este duro momento .Como resultado, los jóvenes son, probablemente, uno de los colectivos no profesionales que más presión y juicios mediáticos están soportando.

Esa atención sobre lo negativo (señalar el comportamiento de unos pocos cuando la mayoría se comporta responsablemente) buscando culpables en lugar de proponer soluciones, ayuda a aumentar la rabia de unos y la frustración de otros. Habría que hacer un esfuerzo por entender las necesidades que llevan a comportarse así a cada edad, porque ¿qué haríamos nosotros si estuviésemos viviendo la juventud ahora?

Daniel Pérez, psicólogo

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Cómo enfrentarnos a un segundo confinamiento

Tras la vuelta al cole de septiembre y el crecimiento descontrolado de casos en octubre, noviembre nos vuelve a traer un viejo fantasma: el confinamiento. Pero, psicológicamente, este lo vamos a vivir distinto al que comenzó en marzo.

SICOLOGO

Tras decretarse de nuevo el estado de alarma en octubre hemos tenido que enfrentar de nuevo una situación desagradable e incierta: el confinamiento. Ya tuvimos que hacer frente a este hecho hace unos meses, pero no lo recibimos en las mismas circunstancias y, por tanto, cabe esperar que no nos afecte igual que el anterior.

Por un lado, encontramos algunas similitudes. Al igual que en marzo, la aparición del estado de alarma en octubre generó incertidumbre y cierta sensación de indefensión, ya que era algo que no dependía de nosotros ni podíamos controlar –como mencionaba en anteriores publicaciones, gestionar esta incertidumbre es una de las principales claves para evitar que nuestras emociones nos sobrepasen y nos lleven a episodios de ansiedad o depresión–. Sin embargo, el hecho de haber estado antes en esa situación nos provee de ciertas herramientas para afrontar mejor un segundo confinamiento y hace que esta vez presente algunas diferencias.

En primer lugar, ya sabemos lo que es estar confinados y además con mucha menos información. En este sentido se podría hablar de que fue más duro en marzo porque conllevaba una mayor incertidumbre. Ahora ya hemos sobrevivido a varios meses encerrados y sabemos qué puede implicar una cuarentena. Esto nos da herramientas para recordar qué actitudes o acciones nos ayudaron y cuáles nos hacían los días más complicados y largos.

En segundo lugar, llegamos a aceptar y adaptarnos a la forma de vida que requería la situación. Hemos preparado nuestros hogares para que haya espacios de juego, de teletrabajo y de expresiones artísticas. Incluso en algunos casos se ha desenterrado la comunicación en el seno familiar y se han encontrado espacios en nuestras casas donde poder desconectar. También han aparecido diversas emociones: alivio por la posibilidad de salir a la calle para realizar actividades esenciales y recibir luz solar; fatiga y agotamiento mental por no haber recuperado completamente las fuerzas durante el verano para afrontar otra situación así, y rabia o frustración por saber que estamos así por comportamientos irresponsables de una pequeña porción de gente que anula los esfuerzos solidarios de la mayoría, así como decisiones políticas tardías o inexistentes.

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Como el lector habrá podido adivinar, también va a ser distinto porque todas las segundas experiencias son diferentes. El hecho de haber vivido algo ya nos deja herramientas o recuerdos para poder afrontarlo mejor la próxima vez. En un examen de recuperación, un informe que hemos tenido que repetir o en una segunda cita tendremos más información y procuraremos evitar lo que no funcionó en la vez anterior. Es por eso que, un fenómeno desagradable como este puede tener una parte positiva: que estamos mejor preparados.

Pero no puedo decir que esta sea una gran noticia. En la primera cuarentena proliferaron aún más los casos de depresión, ansiedad y estrés postraumático atendidos en consulta. Sumado a las carencias que ya presentaba antes la atención primaria en salud mental, la cuarentena disparó las necesidades psicológicas de la población y lo cierto es que aún no estamos totalmente recuperados de eso. Pese a que no todo el mundo obtuvo un diagnóstico, sí que sufrimos la misma incertidumbre y tuvimos que gestionar diversas adversidades. Por eso, en este segundo periodo debemos de tener cuidado para no desarrollar, además de los mencionados anteriormente, adicciones al móvil, problemas de pareja o trastornos obsesivo-compulsivos relacionados con la limpieza o miedo al contagio.

SICOLOGO

¿Qué podemos hacer para afrontar lo mejor posible esta nueva situación? Es de vital importancia centrarnos en el presente, preocuparnos por lo que podemos hacer ahora para mejorar nuestro estado. También hay que rescatar todo lo que ya nos fue útil: aficiones, comunicación positiva, rutinas diarias, ejercicio físico o control del sueño y las comidas. Debemos tomar conciencia del tiempo que pasamos pegados a las pantallas y qué dejamos de hacer al estar con ellas. Si la cuarentena sirvió para algo es para identificar qué es lo que realmente necesitamos para vivir y tenemos que darle un lugar prioritario en nuestras vidas. Recordemos que el confinamiento es temporal, que tarde o temprano aparecerá una vacuna y que hacemos esto para salvar vidas.

Por último, no debemos olvidar que los seres humanos necesitamos establecer lazos sociales y sentir afecto. Es por eso que, siempre que sea seguro, nos va a reconfortar un gesto cariñoso de alguien cercano que nos recuerde que no estamos solos en esto, que ya superamos un gran reto y que ahora estamos más preparados para enfrentarnos al siguiente. Si no podemos hacer nada para cambiarla, aceptemos la situación y hagamos lo que está en nuestra mano para afrontar de la mejor manera posible nuestra nueva forma de vida.

Daniel Pérez. Psicólogo

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La importancia de la educación

Pese a que puede haber discrepancias acerca de cuál es el mejor método para hacerlo, hay unanimidad en la relevancia de la educación en la escuela tanto a nivel social como biológico: permite que los niños se formen, socialicen y desarrollen su cerebro.

 

La escuela tiene la escuela tiene un doble papel importantísimo en el desarrollo de los niños: primero como agente socializador y como segundo como estímulo para su cerebro.En medio de toda la situación cambiante que estamos viviendo hay un elemento estable con el que todos convivimos desde hace siglos y hemos topado: la educación. Para hacer lo que hacemos y ser quienes somos hemos tenido que aprender, y las instituciones educativas han desarrollado un papel fundamental, especialmente en las edades más tempranas.

Ya definía Aristóteles al ser humano como “ser social por naturaleza” y eso implica convivir en sociedad. Desde pequeños, además de la interacción con nuestra familia, las personas necesitamos estar en contacto con nuestros iguales para desarrollar diferentes habilidades personales y comunicativas. La escuela es el espacio donde se producen la mayoría de las interacciones entre iguales, lo que fomenta las relaciones sociales, la construcción del yo, el altruismo o la competitividad, entre otros. Durante la adolescencia, los jóvenes buscan reafirmarse como individuos, definir quiénes son, qué cosas les gustan o cuáles son sus límites. Cuando se aproximan o alcanzan la mayoría de edad tienen que empezar a tomar decisiones para determinar qué clase de adultos quieren ser o a qué se quieren dedicar. También van adquiriendo experiencias con sentimientos tales como la pertenencia al grupo, el amor, la frustración o el dolor por la pérdida.

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Además de su desempeño como agente o espacio socializador, también tiene un papel más biológico, donde los educadores son facilitadores del desarrollo tanto de conocimientos concretos como de estructuras cerebrales para la adquisición de los mismos. Uno de los conceptos clave que manejamos psicólogos y profesores es el de periodos sensibles. Estos se refieren a los momentos (0-6 años) en los que el cerebro de los niños tiene más facilidad para aprender determinadas cosas. Sería como ese momento del año (de la vida del niño) en el que hay que plantar ciertas semillas (aprendizajes), ya que si se plantan más tarde ya no van a crecer igual de bien. De hecho, los contenidos de cada curso escolar intentan ajustarse a los tiempos de los pequeños. Un ejemplo sería enseñar primero a sumar y restar para poder entender más adelante las multiplicaciones, raíces y otras operaciones. Vygotski, teórico de la psicología del desarrollo, lo definiría como: partir del nivel real del alumno, para que, mediante la ayuda (andamiaje) de un tutor, llegue a adquirir los conocimientos complejos que aún no tiene, pero puede alcanzar (zona de desarrollo próximo).

Dani psicólogo
Dani psicólogo

Estos son dos de los motivos por los que es imprescindible – e incluso se recoge en la Declaración de los Derechos del Niño – que los pequeños sean educados y ayudados a desarrollarse física, mental y socialmente. También se ha mencionado que, aunque la educación es importante a todas las edades para distintos propósitos, tiene un papel crucial a edades tempranas. Una vez no hay duda de la necesidad de que sean educados, en este momento cabe hacerse la pregunta de si tanto la modalidad presencial como la telemática son igualmente efectivas para ello.

Como se ha comentado, en la escuela se producen muchas interacciones que ayudan al desarrollo de los alumnos en varios aspectos, y la comunicación no verbal se ve muy enriquecida en los encuentros presenciales. Sin embargo, se puede deducir que la mayoría de aprendizajes pueden producirse también a distancia, o que al menos, esta opción siempre será más beneficiosa que su ausencia.

La educación a distancia flexibiliza los tiempos y la forma de adquirir conocimiento y puede ser la herramienta que necesitamos ahora mismo para subsanar la situación: necesitamos mantener las clases pero reducir contactos. Se trata de una medida temporal paliativa, que es más beneficiosa que el paro educativo total de varias generaciones, por el atraso que eso implicaría a nivel social y laboral (especialmente si se gradúan profesionales sin un mínimo de experiencia práctica en sus sectores). Además, desde hace muchos años funcionan en España diversos centros de educación a distancia que garantizan la adquisición de competencias y habilidades, por lo que no es una situación completamente nueva para el sistema educativo. La educación online es una alternativa que permitirá a los jóvenes y adultos elegir con qué modalidad estudian o trabajan mejor y los padres decidir qué modalidad educativa encaja mejor con su situación y es más beneficiosa para sus hijos.

El tiempo pondrá de manifiesto el gran acierto que supone permitir que los pequeños sigan aprendiendo, los jóvenes sigan formándose y los adultos trabajando (de la forma que sea posible y segura). Educando hoy podremos trabajar, curar y enseñar mañana.

Daniel Pérez. Psicólogo

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Cómo gestionar la incertidumbre

Las principales preocupaciones se centran ahora en el ámbito de salud, las relaciones sociales y la economía. La aceptación, adaptación y centrarse en el presente son tres claves que nos ayudarán a gestionar mejor la incertidumbre provocada por esta situación.

Está siendo uno de los años más atípicos que se recuerden: primero el virus, luego el confinamiento y ahora, después del verano más extraño, volver a la normalidad. Estamos ante una de las situaciones más incontrolables a la que nos hemos enfrentado nunca y eso conlleva incertidumbre y preocupación. Es normal que estemos preocupados por la peligrosidad del virus, debemos cambiar ciertos hábitos para protegernos; además, desconocemos cuándo y cómo vamos a estar tranquilos en una reunión con más gente y no sabemos si va a salir adelante nuestro negocio, si vamos a encontrar trabajo o cómo va a ser la vuelta a las clases.

El ser humano busca el control en las cosas que le rodean para poder adaptarse a su ambiente y por eso la incertidumbre o falta de control es un miedo innato que nos afecta a nivel psicológico. De ahí que este momento sea tan esencial para aprender a gestionar esa incertidumbre y adaptarnos de la forma más eficaz a lo que nos espera.

La primera clave para enfrentar esta situación incierta es la aceptación. Es difícil aceptar algo malo que nos ocurre, pero más difícil es intentar cambiar algo que no depende de nosotros. Si habías planeado hacer deporte al aire libre y empieza a llover no puedes cambiar el tiempo, pero sí dónde haces ese ejercicio que te habías propuesto. Analizar qué está en nuestra mano para mejorar la situación nos ayudará a ganar estabilidad mental y confianza; de esa forma no habrá que cancelar planes, solo posponerlos o hacerlos de otra manera.

Es preciso mirar cara a cara a la crisis.
Es preciso mirar cara a cara a la crisis.

La segunda es la adaptación. Es decir, ajustar nuestros recursos a la nueva realidad que nos toca vivir. Eso implica tener que buscar dentro de nosotros esa fuerza que venza al miedo y a la duda, rescatar nuestras fortalezas, lo que sí somos capaces de hacer, nuestra resiliencia y usarlo para reconstruir nuestros proyectos. Sin embargo, cambiar no es algo agradable; implica flexibilidad y esfuerzo por nuestra parte y es normal que en el proceso surjan miedos, preocupaciones o desánimos, porque somos humanos.

Focalizarnos en el momento presente es la tercera clave. Reducir las preocupaciones futuras que solo generan ansiedad y centrarse en lo que podemos hacer hoy y ahora nos ayudará a ir resolviendo los asuntos de uno en uno y no acumularlos todos en nuestra cabeza. Preocuparnos de lo que sí podemos resolver, dejando lo que dependa de factores externos.

Además, no somos los únicos que tenemos miedo. Es muy probable que haya gente a nuestro alrededor que esté pasando un mal momento y les sería de ayuda ver en nosotros una figura que proyecte tranquilidad y confianza. Si nos encontramos lo suficientemente fuertes podemos ayudar a la gente cercana a sentirse algo mejor, pero siempre siendo conscientes de nuestras limitaciones y sabiendo pedir ayuda profesional. No podemos ayudar a otros si no estamos bien nosotros mismos. Los psicólogos estamos ahí una vez más para acompañar a las personas en ese proceso de gestión de las emociones y de búsqueda del bienestar en esta situación tan difícil.

Para afrontar las preocupaciones relacionadas con la economía se puede usar todo lo mencionado anteriormente: aceptar la situación, buscar alternativas para adaptarnos y centrarnos en lo que sí podemos hacer ahora mismo. Un ejemplo sería adaptarnos al teletrabajo o las clases online, anunciar nuestra empresa en redes sociales, fomentar la compra en el pequeño comercio o trazar un plan B y estar dispuestos a llevarlo a cabo, solo en caso de que el plan A no funcione.

Por último, debemos tener en cuenta que los estudios afirman que uno de los mayores predictores del rendimiento laboral de una persona es su estado psicológico. Apostar por el bienestar propio y de los trabajadores ayudará a reducir costes asociados a problemas de salud mental o absentismo en el trabajo. Debemos tener presente que el descanso es fundamental para favorecer la eficiencia laboral: durante el teletrabajo, por ejemplo, hay que respetar ciertos horarios y poner límites. Trabajar o estudiar desde casa no implica tener que estar disponibles las 24 horas del día, de lo contrario aumentarán nuestros niveles de estrés y agotamiento. Es muy recomendable también aprovechar los tiempos de descanso y hacer que sean efectivos; es decir, pensar lo menos posible en el trabajo, el coronavirus o reducir el tiempo que pasamos con el teléfono móvil o el ordenador. Así podremos desconectar realmente para volver con las pilas cargadas y afrontar la tarea que nos espera.

En resumen: nadie nos puede garantizar que todo vaya a salir bien, pero la única forma de que salga bien es intentándolo.

 

Daniel Pérez

Psicólogo graduado por la Universidad Autónoma de Madrid,
actualmente cursa el Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Alfonso X el Sabio.
 Sus pasiones profesionales son la práctica clínica,
la investigación y la divulgación de la Psicología para acercársela a la gente.

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Quiero recuperar mi vida

Transcurrido este tiempo de nuevas vivencias—nunca nos habíamos enfrentado a algo así—tenemos que asimilar y digerir lo sucedido con el fin de adaptarnos al nuevo contexto que se nos presenta. Este texto pretende ser una pequeña ayuda para empezar a hacerlo.

Los principales problemas psicológicos de la población española, según distintos estudios publicados, están relacionados con el duelo patológico, la ansiedad, la depresión y el estrés postraumático.

El primero de los casos es la situación que se produce tras la no aceptación de una pérdida. Debido al dolor que produce su marcha, familiares y amigos pueden haber perdido ganas de realizar actividades, tener alteraciones en el sueño y la alimentación o una apatía general. En estos casos es importante no abandonarnos, mantener una rutina, cuidar la alimentación y las horas de descanso mínimas, darnos permiso para sentir y expresar nuestras emociones, y buscar consuelo en nuestro círculo cercano.

Tras un primer periodo de estado de ánimo más bajo, es buena idea empezar a buscar nuevas metas o proyectos que nos ilusionen, porque vivir no significa olvidar. Tenemos derecho a rehacer nuestra vida acordándonos de todos los momentos que compartimos con esa persona, y un buen homenaje sería pensar en algún tipo de despedida especial cuando se pueda, bien juntándose los más cercanos o escribiendo una carta con lo que nos hubiese gustado decirle para que pueda descansar sabiéndolo.

Otro tipo de duelo que hemos vivido todos ha sido el de la pérdida de la normalidad que teníamos, que nos ha llevado a altos niveles de ansiedad o incluso a un estrés postraumático. Una de las frases que más se ha repetido en consulta estos meses ha sido “quiero recuperar mi vida”. La pérdida de nuestras rutinas y tareas diarias ha conllevado incertidumbre, nerviosismo y preocupación, y ha alterado nuestros sueños y tranquilidad.

Si las circunstancias no nos permiten saber qué necesitamos o cómo podemos mejorar hay que pedir ayuda
Si las circunstancias no nos permiten saber qué necesitamos o cómo podemos mejorar hay que pedir ayuda

Actividad frente a monotonía

Para empezar a afrontar los problemas de ansiedad hay que entender que es una reacción de nuestra mente y nuestro cuerpo a una emoción que no va a durar toda la vida, que es pasajera. Estamos respondiendo a una alerta que nos manda nuestro cerebro, pero debemos hacerlo de forma ajustada para no desbordarnos emocionalmente. Para ello, los ejercicios de relajación o respiración abdominal pueden ayudarnos a lograr momentos de calma desde los que reinterpretar la situación para poder modificar lo que esté en nuestra mano del entorno y no obsesionarnos tanto con lo que no podemos cambiar.

Del mismo modo ocurre con la depresión, que es un bajo estado de ánimo prolongado que nos lleva a perder ilusión por las cosas y a abandonarnos. Es normal sentirse triste o indefenso ante una situación así porque ha sido un evento incontrolable y en muchos aspectos negativo. Pero para mejorar el estado de ánimo es importante no dejar de hacer actividades, aunque al principio no nos apetezcan. De esa forma no caemos en la inactividad y monotonía que podría empeorar nuestro caso, porque el objetivo es sobrevivir física y psicológicamente a la pandemia.

En momentos como este hay que rescatar la capacidad para recomponernos que nos hemos forjado con otras vivencias adversas
En momentos como este hay que rescatar la capacidad para recomponernos que nos hemos forjado con otras vivencias adversas

Para hacer frente a todas estas situaciones puede resultar beneficioso pararse a pensar en nuestra vida y en cómo hemos sido capaces de hacer frente y superar otros obstáculos que nos hemos encontrado. Cada vivencia es distinta, pero nos hemos ido forjando una resistencia a la adversidad y capacidad para recomponernos o resiliencia que hay que rescatar en un momento como este. Identificar y hacer explícitas nuestras fortalezas personales, como en un DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades), puede ayudarnos a recordar en qué somos buenos y cómo poder salir mejor de esta situación, o ayudar a otros a que lo hagan. Y no está de más recalcar que los momentos de bajo estado de ánimo o alto estrés no son los más indicados para tomar decisiones trascendentales.

Detección de necesidades para atenderlas

Lo que sí es indicado es dedicar un momento a pensar cuáles son nuestras necesidades para así poder atenderlas después. En los casos en los que no seamos capaces de saber qué necesitamos o cómo podríamos mejorar, lo más humano, y sobre todo lo más valiente, es pedir ayuda. En el plano psicológico las personas necesitamos cerrar etapas para poder adaptarnos a otras nuevas y no siempre somos capaces de hacerlo solas. Para eso estamos los psicólogos, para ayudar a recomponer a la gente y a que consigan seguir hacia adelante.

Por eso te animo a que pidas ayuda si crees que la necesitas, si crees que la situación te ha desbordado a ti o a alguien que te importa o si quieres ponerte bien pero no sabes cómo hacerlo. Afortunadamente se han puesto a disposición de la población general multitud de recursos (económicamente asequibles) porque, si en la sociedad estresante que vivíamos ya era muy necesaria la ayuda psicológica, después de una catástrofe mundial como esta pandemia lo es mucho más. Organismos como el Colegio Oficial de Psicólogos, la Comunidad de Madrid, distintas ONG, fundaciones, empresas y más vías se han activado firmemente para que la ayuda le llegue a quien la pida, porque hay que estar muy loco para no ir a un psicólogo.

Daniel Pérez

Psicólogo graduado por la Universidad Autónoma de Madrid,
actualmente cursa el Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Alfonso X el Sabio.
 Sus pasiones profesionales son la práctica clínica,
la investigación y la divulgación de la Psicología para acercársela a la gente.

 

Imágenes: Paula Pérez

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