De la distancia social al apoyo vecinal
La crisis sanitaria quedó atrás, pero el COVID-19 dejó al descubierto carencias y dificultades socioeconómicas que se cronificarán si no se toman medidas. La Red de Apoyo Vecinal hace balance de iniciativas desarrolladas en estos meses gracias a la voluntad de colectivos comprometidos con la gente del distrito. Hay que tomar nota.
La magnitud de la crisis social que ha provocado la pandemia en nuestro distrito excedió lo que la Junta de Distrito podía asumir con sus recursos: un presupuesto para alimentos gestionado a través de Servicios Sociales que supone un montante económico asignado a 500 familias y 150 personas individuales y el reparto de 460 menús diarios.
Entidades y colegios del distrito, contando con la colaboración de voluntarios y de comercios, tuvieron que apoyar suministrando alimentos a multitud de familias que se salen del marco de los requisitos que piden las instituciones o que no tienen acceso a ellos por cualquier otro motivo.
Los datos son tremendos: la Red de Apoyo Vecinal, que en un principio se dedicaba a labores de acompañamiento a personas solas o familias con problemas como ir a la farmacia, a la compra, al hospital, etc., pronto se vio desbordada por peticiones de comida que fueron asumidas directamente o derivadas a otras entidades del barrio. Cuenta con 55 personas voluntarias, ha atendido hasta el momento unos 100 casos y promovió una campaña con comercios del distrito para recibir donaciones de alimentos por parte del vecindario. La Red trabaja en estrecha colaboración con la Plataforma de Parados que atiende a unas 350 personas aproximadamente y que tiene lista de espera. La Red de Apoyo Vecinal además canaliza sus donativos hacia esta entidad.
En el CEIP Valle Inclán se centralizó la ayuda a las familias con necesidades de varios colegios del distrito. Atendían a unas 1.200 personas adultas y más de 420 menores. Activaron un servicio de donación de pañales y leche maternizada ya que contaban con bastantes bebés menores de dos años. Mantuvieron la colaboración con los hermanos Sandoval hasta que los cocineros pudieron volver a reactivar su restaurante y concluyó su compromiso. Ahora cuentan con 500 menús que reparten en el centro escolar.
Vivienda Digna (La Chimenea) de Canillejas atiende a 800 personas y 600 familias y no da más de sí. Nazaret tiene censadas mil familias demandantes.
En Rejas, un grupo de ayuda conformado alrededor de la parroquia de San Cristóbal, ha podido atender a 240 familias, casi 800 personas, cuando la media normal desde la crisis de 2008 eran 80 familias.
A esta lista habría que sumar otros colectivos de ámbito estatal con representación en el distrito y a entidades de carácter eclesiástico. Y esto no tiene perspectiva de acabar pronto.
Diariamente aumenta el número de peticiones de ayuda que vamos cubriendo como podemos. Hasta que no podamos más.
Nuestro distrito tiene una larga experiencia en afrontar crisis desde que fue creado en los muy primeros años sesenta del siglo pasado. Siempre ha habido una respuesta vecinal a los problemas de vivienda, la devastación que supuso la droga en el distrito, la crisis de 2008. Por ello, ha habido músculo suficiente para dar una respuesta rápida allí donde la Administración no llega.
El 16% de población que vivía al límite, según Cáritas, ha sido golpeada por la falta de empleo, la falta de recursos habitacionales y la carencia de alimentos. Se ha incrementado el número de familias con necesidades vitales y que antes del COVID-19 sobrevivían con pocos recursos, con empleos precarios, con una fragilidad que se ha hecho añicos.
Si la solidaridad vecinal no hubiera funcionado la situación sería aun más dramática. Ha sido notable el apoyo y compromiso del pequeño comercio del distrito.
Creemos sin embargo que la solidaridad que se pone de manifiesto en momentos de emergencia social no puede ser un recurso que tape la necesidad de unas políticas sociales públicas que, como se ve, son tan necesarias. Es el momento de optimizar todos los recursos del distrito para paliar la desigualdad y la pobreza, para que los derechos constitucionales también puedan ser ejercidos por la población de los barrios sin dejar a nadie atrás.
Sería necesario hacer un buen diagnóstico de las necesidades del distrito por parte de la Junta, contando con la participación de las entidades y espacios vecinales que conocen el día a día de la pobreza y la exclusión. De este modo los presupuestos asignados y los requisitos requeridos serían más realistas y ajustados a la hora de proporcionar las ayudas. Fortalecer con recursos personales y económicos a los Servicios Sociales debería ser una prioridad en estos momentos y en los de la posterior supuesta normalidad cuando se controle la pandemia ya que, si no el virus, la emergencia social va a estar ahí. Así mismo, desde las instituciones se puede jugar un importante papel en la búsqueda de proveedores que suministren materias primas y de acondicionar cocinas ya existentes pero no utilizadas ahora para la preparación de alimentos.
Es evidente que la red social de San Blas-Canillejas, con puntos de referencia vecinal como el Espacio Vecinal Montamarta, La Chimenea, Plataforma de Parados, Banco de Alimentos de la Asociación por una Vivienda Digna, la Asociación Nazaret, el Grupo 77 Rejas, y otros, debe fortalecerse manteniendo su labor cotidiana y ayudando a reconstruir el tejido social de apoyo del distrito que no solo abarca a las familias sin recursos sino a las personas mayores, la infancia con pocas alternativas, las mujeres en situación precaria o de violencia, y un amplio número de colectivos e individualidades que encuentran en lo comunitario un espacio/tiempo para la cooperación y la convivencia.
Debemos trabajar juntas, instituciones, redes de apoyo, comerciantes. Todo el distrito tiene que salir de esta con una lección aprendida: tenemos que poner las bases para que no nos vuelva a pasar.
San Blas-Canillejas siempre ha resistido.
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